Mi corazón se congeló. La rotación de la tierra también pareció detenerse, pero luego comenzó a girar al sentido contrario, arrastrándome con su tracción. ¿Eso era posible? No sabía, pero eso era lo que sentía, que estaba siendo empujada en contra de mi voluntad, que el mundo se desmoronaba ante mis ojos.
—¡Princesa! —exclamó con emoción. Vestía su uniforme de combate, incluso cargaba su mochila. Detrás de él, un taxi se alejaba por la avenida.
¡Llegó directo a verme!¡Dios mío!
Soltó la mochila en el suelo, vino hacia mí y me alzó en vilo, haciéndonos girar sobre su eje de esa forma ridículamente romántica que vi tantas veces en las películas. Y luego… y luego me besó, sin saber que estaba robando los besos que ya no le pertenecía
—¿Estás loco? Esto no es la jodida guerra. Guarda esa mierda y vete de aquí, Aarón —impuse desde mi lugar, a dos metros de ellos. Conmigo en esa posición, formábamos un triángulo. Casi me reí por la ironía—. Además, si quieres vengarte de alguien, si hay una persona que merece castigo, soy yo. Solo yo. Porque fui yo quién te traicionó, es a mí a quién debes odiar, no a él.—No te odio, Audrey. Te amo, te amo tanto que soy capaz de perdonar tu traición. Lo haré si me eliges. Pídele a él que se vaya, échalo de tu vida y regresa conmigo, como antes, como siempre. —Seguía empuñando el arma, su mano temblaba y sus ojos parecían dos brasas ardientes, ardían con desprecio y terquedad.—Baja el arma, por favor. Hazlo por mí, ¿puedes? —Le pedí con cau
No sabía cuánto tiempo había transcurrido aislada del mundo, en esa cueva putrefacta a muerte y maldad, pero por el fuerte dolor de mi estómago vacío, asumí que habían pasado horas. Aunque, ese día, no había comido nada más desde las seis de la mañana, cuando preparé los hot cakes en casa de Cris. Era normal que me sintiera famélica, sedienta y urgida por hacer pis. Tenía tantas ganas que, si no me desataban en los siguientes minutos, me orinaría encima. En ese instante, una puerta se abrió, chillando tenebrosamente. La luz se coló dentro de la oscura habitación, lastimando en un primer momento mis ojos, pero yo, tercamente, agudicé la vista y vislumbré la silueta que se situaba en el umbral de la puerta. Por su anatomía, era un hombre, pero estaba muy lejos para precisar quién era o si lo conocía. Segundos despu&ea
NoahHoras antes—¡Dios mío! ¿Qué te pasó? —gritó Spencer cuando entré a mi casa y caminó hacia mí como si quisiera acogerme entre sus brazos.—Estoy bien —dije entre dientes y me dirigí a las escaleras antes de que pudiera alcanzarme. Seguía cabreado con ella por su comentario, a pesar de que le dije que cerrara su jodida boca. Audrey disolvió nuestro compromiso por su culpa. Y también por la mía, por no contradecir sus palabras en cuanto abandonaron sus venenosos labios. No supe qué me pasó, por qué no reaccioné rápido y rechacé la acusación de Spencer desde el primer momento; pero ya el daño estaba hecho, ahora tenía que buscar la forma de enmendarlo.Me encerré en el baño del pasillo y me lavé la sangre del
Estuve un rato de pie contra el marco de la puerta, pensando en lo que vendría en el futuro: chicos, fiestas, citas, alcohol, sexo… ¡Mierda! Estaba por sufrir un ataque de pánico. ¿Cómo se suponía que enfrentaría todo eso? ¿Estaría Audrey junto a mí para afrontarlas? Porque era a ella a la que quería a mi lado, no a Spencer. Y no intentaba ser malagradecido, ella había sido estupenda con mi hija, pero no era la mujer con la que soñaba formar una familia, no era mi muñeca altanera.Abandoné la habitación de mi hija y subí a la mía para tomar un descanso. El enfrentamiento que tuve con Aarón me dejó bastante molido, no lo voy a negar. El maldito me dio pelea, era fuerte y me asestó unos cuantos golpes, aunque entre los dos, el más afectado fue él. El imbécil podía ser un marine cond
Noah—Maldito desgraciado —gruñí, apretando los puños. Quería golpearlo hasta acabar con su miserable vida, hacerle pagar por asesinar a Spencer y por el sufrimiento de mi hija, quien asumí fue testigo del acto brutal y salvaje que cometió en contra de una persona inocente.Mi hija observaba la escena con lágrimas y terror, asustada por lo que ese demente podría hacerle.—Cuida tu vocabulario, Cohen. Recuerda quién tiene el poder aquí —advirtió con una mirada sombría y viciada de maldad.—Libérala, Aarón. Deja ir a mi hija y resolvamos esto sin armas, enfrentémonos cuerpo a cuerpo hasta que uno de nosotros quede sin vida —propuse, determinado a ser yo el vencedor. Ese maldito no saldría vivo de mi casa.Aarón soltó una risa maligna.—No seas idiota, Noah. No m
Ya la tarde había caído en el horizonte, el cielo estaba tintado de oscuridad y no había rastro de la Luna ni de las estrellas. El viento silbaba en mis oídos por la velocidad con la que conducía en dirección al Oeste de West. En ese camino, no había nada más que una extensa planicie inhóspita. Y el miedo debilitó aún más mi corazón. ¿Y si nuestro destino era una tumba? ¿Y si la habían asesinado y lanzado en el desierto para que las aves rapases la devoraran?Temblé involuntariamente y Aarón lo notó. Había estado en silencio, mirando al frente todo el tiempo y manteniendo el arma sujeta en su mano, listo para usarla si me pasaba de listo, pero me vio por el rabillo de su ojo y se mofó de mí con una risa burlona.—Sigue viva, si eso es lo que temes. O al menos, lo estaba cuando la dejé.—&ique
Capítulo 76Te haré tragar tus amenazas. Te veré doblegado, suplicando piedad. Te haré pagar por toda la angustia que le has hecho pasar a Alice y a Audrey. ¡Lo juro, Aarón! Tus crímenes no quedarán impunes, después de dictar esa sentencia en mi mente, di media vuelta y caminé hacia el fondo de la vieja casa. Cuando hallé la puerta del sótano, la abrí y bajé quince escalones. Al final, encontré otra puerta, una vieja, echa de hierro, que estaba cerrada desde afuera con un pasador. La destrabé y empujé la lámina hacia dentro. El interior estaba oscuro, olía a moho y a algo nauseabundo que en breve reconocí como sangre.¡Dios! ¿Cómo se supone que haré esto? Sé que ver a Audrey sometida me va a matar. ¿Cómo resistiré las ganas de cobijarla en mis brazos
AudreyTres Meses DespuésGrandes montañas tintadas de color naranja se alzaban ante mi vista mientras conducía de regreso a West desde El Paso, Colorado. Más de ochocientas millas me quedaban por transitar. Once horas, o un poco menos, y regresaría a la ciudad de la que hui con el corazón devastado. Me fui porque era demasiado doloroso seguir ahí, me torturaban los recuerdos, me torturaba la realidad.Incluso a través de las semanas que se habían acumulado con letanía, revivía cada segundo de ese fatídico día. Escuchaba el crepitar del fuego consumiendo la madera la casa donde me tuvieron cautiva, sometida; donde el hombre que amaba me arrancó el corazón a guijarros mientras usaba sus manos para liquidarme; podía percibir el olor a humo inundando mis fosas nasales hasta penetrar mis pulmones mientras sollozaba temblorosa cont