Noah
Horas antes
—¡Dios mío! ¿Qué te pasó? —gritó Spencer cuando entré a mi casa y caminó hacia mí como si quisiera acogerme entre sus brazos.
—Estoy bien —dije entre dientes y me dirigí a las escaleras antes de que pudiera alcanzarme. Seguía cabreado con ella por su comentario, a pesar de que le dije que cerrara su jodida boca. Audrey disolvió nuestro compromiso por su culpa. Y también por la mía, por no contradecir sus palabras en cuanto abandonaron sus venenosos labios. No supe qué me pasó, por qué no reaccioné rápido y rechacé la acusación de Spencer desde el primer momento; pero ya el daño estaba hecho, ahora tenía que buscar la forma de enmendarlo.
Me encerré en el baño del pasillo y me lavé la sangre del
Estuve un rato de pie contra el marco de la puerta, pensando en lo que vendría en el futuro: chicos, fiestas, citas, alcohol, sexo… ¡Mierda! Estaba por sufrir un ataque de pánico. ¿Cómo se suponía que enfrentaría todo eso? ¿Estaría Audrey junto a mí para afrontarlas? Porque era a ella a la que quería a mi lado, no a Spencer. Y no intentaba ser malagradecido, ella había sido estupenda con mi hija, pero no era la mujer con la que soñaba formar una familia, no era mi muñeca altanera.Abandoné la habitación de mi hija y subí a la mía para tomar un descanso. El enfrentamiento que tuve con Aarón me dejó bastante molido, no lo voy a negar. El maldito me dio pelea, era fuerte y me asestó unos cuantos golpes, aunque entre los dos, el más afectado fue él. El imbécil podía ser un marine cond
Noah—Maldito desgraciado —gruñí, apretando los puños. Quería golpearlo hasta acabar con su miserable vida, hacerle pagar por asesinar a Spencer y por el sufrimiento de mi hija, quien asumí fue testigo del acto brutal y salvaje que cometió en contra de una persona inocente.Mi hija observaba la escena con lágrimas y terror, asustada por lo que ese demente podría hacerle.—Cuida tu vocabulario, Cohen. Recuerda quién tiene el poder aquí —advirtió con una mirada sombría y viciada de maldad.—Libérala, Aarón. Deja ir a mi hija y resolvamos esto sin armas, enfrentémonos cuerpo a cuerpo hasta que uno de nosotros quede sin vida —propuse, determinado a ser yo el vencedor. Ese maldito no saldría vivo de mi casa.Aarón soltó una risa maligna.—No seas idiota, Noah. No m
Ya la tarde había caído en el horizonte, el cielo estaba tintado de oscuridad y no había rastro de la Luna ni de las estrellas. El viento silbaba en mis oídos por la velocidad con la que conducía en dirección al Oeste de West. En ese camino, no había nada más que una extensa planicie inhóspita. Y el miedo debilitó aún más mi corazón. ¿Y si nuestro destino era una tumba? ¿Y si la habían asesinado y lanzado en el desierto para que las aves rapases la devoraran?Temblé involuntariamente y Aarón lo notó. Había estado en silencio, mirando al frente todo el tiempo y manteniendo el arma sujeta en su mano, listo para usarla si me pasaba de listo, pero me vio por el rabillo de su ojo y se mofó de mí con una risa burlona.—Sigue viva, si eso es lo que temes. O al menos, lo estaba cuando la dejé.—&ique
Capítulo 76Te haré tragar tus amenazas. Te veré doblegado, suplicando piedad. Te haré pagar por toda la angustia que le has hecho pasar a Alice y a Audrey. ¡Lo juro, Aarón! Tus crímenes no quedarán impunes, después de dictar esa sentencia en mi mente, di media vuelta y caminé hacia el fondo de la vieja casa. Cuando hallé la puerta del sótano, la abrí y bajé quince escalones. Al final, encontré otra puerta, una vieja, echa de hierro, que estaba cerrada desde afuera con un pasador. La destrabé y empujé la lámina hacia dentro. El interior estaba oscuro, olía a moho y a algo nauseabundo que en breve reconocí como sangre.¡Dios! ¿Cómo se supone que haré esto? Sé que ver a Audrey sometida me va a matar. ¿Cómo resistiré las ganas de cobijarla en mis brazos
AudreyTres Meses DespuésGrandes montañas tintadas de color naranja se alzaban ante mi vista mientras conducía de regreso a West desde El Paso, Colorado. Más de ochocientas millas me quedaban por transitar. Once horas, o un poco menos, y regresaría a la ciudad de la que hui con el corazón devastado. Me fui porque era demasiado doloroso seguir ahí, me torturaban los recuerdos, me torturaba la realidad.Incluso a través de las semanas que se habían acumulado con letanía, revivía cada segundo de ese fatídico día. Escuchaba el crepitar del fuego consumiendo la madera la casa donde me tuvieron cautiva, sometida; donde el hombre que amaba me arrancó el corazón a guijarros mientras usaba sus manos para liquidarme; podía percibir el olor a humo inundando mis fosas nasales hasta penetrar mis pulmones mientras sollozaba temblorosa cont
Un sonido en la puerta nos obligó a separarnos. Alguien estaba tocando y supuse quién era. Aparte de Cris, con el único que tuve contacto fue con mi hermano Connor. Había recibido los resultados de ADN hacía un par de meses que confirmó nuestro parentesco. Él y Cris eran la única familia que me quedaba, no tenía a nadie más. Estaban los chicos del taller, Miguel y su esposa, pero mi vínculo con ellos era más cercano. A pesar de la distancia, estuve en contacto con Connor todos los días, comencé a confiar en él y también a quererlo como a un hermano. Su sinceridad marcó la diferencia. Me dijo que papá tenía razón, que fue a West en busca de ayuda monetaria, que no le interesaba mi madre en absoluto, y que se marchó cuando obtuvo lo que quería. Pero algo le pasó, algo que le hizo abrir los ojos, y por eso regresó. En su
Me levanté del suelo y corrí hacia él. Yacía laxo a un costado de la calle. Una de sus piernas estaba rota en dos partes, con los huesos expuestos, y sus brazos estaban extendidos en distintas direcciones. Me moví al otro lado, hacia donde miraba su rostro, y ahogué un grito cuando la vi su cara cubierta de sangre. Sus ojos estaban cerrados y sus labios separados, destilando una respiración agónica.—Noah. Noah, soy yo, Audrey. ¿Me escuchas? —Toqué con cuidado su mandíbula.—¡Oh Dios mío! —gritó Cris cuando estuvo a mi lado. Junto a su voz, escuché un chillido de neumáticos contra el asfalto y luego vi el auto de Connor salir disparado en la misma dirección que se fue el que atropelló a Noah.—¡Papá! ¡Oh, no! ¡No! ¡No! —exclamó Alice con un grito ensordecedor.
En ese momento, la puerta se abrió y empujaron hacia dentro la camilla en la que traían a Noah. Su rostro estaba muy golpeado, tenía muchos moretones, su pierna izquierda estaba enyesada por completo y unas piezas de metal sobresalían del yeso; estaba conectado a un respirador portátil y a un monitor cardíaco que registraba sus signos vitales. Mis ojos se llenaron de lágrimas y no las pude contener, tampoco pude hacer nada con el sollozo que se escapó de mi boca. Noah se veía terrible.—Papá —gimió Ali, acercándose a la camilla y tomando una de las manos de su padre.Yo no pude moverme de mi lugar, estaba totalmente conmocionada.—Espera un momento, cariño, debemos pasarlo a la cama —pidió una de las dos enfermeras que entraron junto con el camillero, la de cabello rubio.Ali soltó la mano de Noah y dio