Las verdades son lineales. Son buenas, son malas pero van en una misma dirección.

La verdad es que no tengo idea de cómo sentirme frente al ser que prácticamente se interpuso entre las balas que iban supongo dirigidas a mí.

¿Cómo podré mirarlo a la cara después que ni siquiera lo recordaba? ¡Cómo podré resistir esa mirada que me envuelve como una noche oscura! Mi cuerpo se rinde a él sin siquiera tocarme, siento su presencia de lejos y caigo en su red, en sus manos que solo al rozarme encienden esa llama que abrasa cada fibra de mi ser.

Solo sé que mi cuerpo reacciona y responde a él como si fuera un imán atrayéndome con tanta fuerza que no me queda voluntad para resistirme.

Él es mi inquietud y mi sosiego, mi virtud y mi corrupción, es mi ángel y mi demonio. Eso que me hace desear de manera lujuriosa estar entre sus brazos.

¡Él es mi Pecado!

...

Nada puede hacer que la olvide, esa es la verdad, no existe fuerza en el mundo que la aparte de mis pensamientos más sagrados y más obscenos, el solo mirarla altera mi cuerpo, mi alma y mi voluntad.

Debo estar cerca, debo protegerla, debo tenerla, como una droga que calma mi ansiedad, mi anhelo, mi codicia por ella, por su piel, por su cuerpo y su alma.

Un roce, una caricia: por más imperceptible que sea me hace sentir vivo y transporta mi mente a lugares oscuros, lujuriosos, libidinosos. Ella es mi trampa y mi ilusión, mi encierro y mi libertad.

Ella es mi víctima y yo su verdugo, ella es mi ángel y yo soy su pecado...