4.- Dyron.

Las Vegas es el mejor sitio que existe en este país. Popularmente llamada “La Ciudad del Pecado”, los grandes hoteles y los casinos son puntos emblemáticos en esta bella ciudad de los Estados Unidos, mi estancia aquí será de una semana, siete días de trabajos forzados, pero también una semana de espacio para aclarar las mentes de los que estamos hechos un lío, mi cuerpo se siente tembloroso ante la sucesión de hechos recientes. Salir del quirófano y estar casi un año acostado me hizo apreciar más la vida y que Yoli me… quiera a su lado es todo un deleite. Todavía siento en mis labios la suavidad de los suyos y su sabor en mi boca, el roce de su piel, su aroma y ella… atrevida diciéndome que desea disfrutarme ¡Dios! solo de pensarla mi cuerpo tiembla.

Me encuentro escondido en la oficina revisando un montón de papeles y cuentas. Hubo un desfalco y no tengo idea de dónde provino. Llevo tres días buscando y todo se encuentra más limpio que mi ático en Manhattan. Mi mal humor va en ascenso y no tengo idea de dónde buscar, me dispongo a verificar nuevamente los archivos de administración en el ordenador y cotejo con fechas y gastos varios de meses anteriores, encuentro un desvarío en las fechas, sin embargo no es relevante. La puerta se abre dejando ver a Dick con una sonrisa de pasta dental, levanto una ceja al verlo con las manos atrás como escondiendo algo.

— ¿Todo en orden compañero? – Agucé la vista preguntando que trama este idiota — ¡No te ves muy feliz! – resoplé enojado con la m****a que cargo encima.

— ¡Claro que no estoy feliz! Pago una fortuna para que lleven la Contabilidad y sucede esto, perdóname si no muero de risa, alguien va a tener que retribuirme el dinero que se perdió – mi molestia aumentaba progresivamente junto al dolor de cabeza.

— ¡Cálmate, debes relajarte porque de otro no encontrarás lo que buscas! –  idiota.

— ¡Lárgate de aquí Dick, atrasas mi trabajo! – ladré para que abandonara la oficina y no resultó.

— ¡Hey tranquilo, te traje un regalo! – arrugué las cejas y observé ladeando el sillón donde estaba sentado, sea lo que sea se encuentra detrás de la puerta; y sospecho que es una chica — ¡Adelante cariño! – la chica entró a la habitación y mi vista cayó directamente en su protuberante pecho, era hermosa con la piel tostada y un bello cuerpo.

— ¡Eres un desgraciado! – Lo insulté sin dejar de repasar el cuerpo perfecto que tenía enfrente — Gira por favor – si su parte frontal era bella, pero la parte posterior la consideraría digna de un concurso, preciosa, además de gastarse un culo de infarto, redondo y firme — ¡Excelente elección Dick, gracias me encanta el regalo! – me acerqué, ella mordió el labio inferior y pasé la lengua por el mismo cuando se lo hice soltar apresando el mentón con los dedos.

— ¿Dimitri, que coño haces aquí? – la oración llamó mi atención y dejé la mano en la cintura de la chica — ¡No creo, no la hemos visto! ¿Estás seguro? – no sé qué sucede, pero sospeché al instante que Yoli…

La puerta se abrió y apareció la Pecosa en el umbral, justo cuando la chica medio desnuda dentro de la oficina frotaba sus pechos contra mi torso e intentaba besarme. Me desembaracé de la situación de inmediato adivinando de lo que era capaz, lo vi en la mirada  de la Pecosa, sus ojos brillaban oscuros, casi negros. Reconocí antes la intención de querer lanzarse sobre la bailarina y actué primero atrapándola entre mis brazos sin dejar que la tocara.

— ¡Suéltame idiota! – La miró con odio y sonreí por sus celos — ¿De qué te ríes? – luchó contra mí y su calor me excitó más que la otra mujer casi desnuda, lucía unos tejanos corte bajo que le quedaban cañón y una blusa corta con la cual se le notaba mucha piel.

— Acabas de llamarme idiota y te quiero azotar – se detuvo mirándome con ojos entrecerrados.

— Acabo de ver a esa mujer besándote ¿adivina que quiero? – traté de mantenerme serio.

— ¿Sorpréndeme? – alcé las cejas y ella me fulminó con la mirada pero sonrió maliciosa.

— Suéltame y te enseño – negué sonriendo.

— Lamento que eso no vaya a pasar Pequeña Princesa, ya tengo un lío aquí y no deseo un intento de asesinato – gruñó y se removió entre mis brazos sonriendo descaradamente. Coloqué la palma de mi mano en su precioso trasero y empujé hacia arriba para que me rodeara con las piernas y lo hizo ¡uf, la mejor sensación del mundo!  — ¡Deshaste de la chica Dick! No puedo tenerla encima para siempre ¡imbécil! – Yoli miró mis labios y relamió los suyos ¡Mierda!

— ¿Por qué no? Se te ve de lo más mona – es un idiota en toda regla — Deberías quedártela de hecho ¡ven cielo, acompáñame por favor! – la chica accedió, salió detrás de él y cerró la puerta.

— ¿Si te suelto saldrás corriendo detrás de la chica para golpearla? – se encogió de hombros sonriendo como una niña, no confío en ella y decidí sentarla sobre el escritorio para darle a mi cuerpo descanso del calor que irradia esta preciosa Pequeña que me fascina y que continúa mirándome con deseo.

— ¿Qué vas a ofrecerme para quedarme contigo hombre fuerte? – su aliento chocó con mi rostro y de repente tengo muchas ganas de desvestirla aquí en la oficina.

— ¿Qué quieres? – Elegí esa pregunta en particular para provocarla — ¡Pídeme lo que quieras Yoli! – observé su reacción, suspiró entrecortado y separó los labios, su pulso aumentó y el corazón se le  aceleró  ¡Dios, se veía preciosa ruborizada!

— ¡A ti! – se abrazó a mi cuello respirando copiosamente.

— ¡Aquí me tienes! – abrí los brazos teatralmente.

 — ¡Desnudo entre mis sábanas! – susurró a mi oído y respiré profundo, dejé que se acercara a mi pelvis y presioné un poco su centro para que disfrutara de mi notoria erección.

— ¡Yo también te anhelo desnuda en mi cama preciosa! – besé sus labios brevemente, acaricié su piel desnuda e introduje las manos por debajo de la camiseta buscando el sujetador que nunca encontré. Mi pulso se disparó ante la posibilidad de tocarla, mis glándulas salivales comenzaron a trabajar con rapidez ante un único pensamiento, sus senos desnudos dentro de mi boca.

— ¿Yoli? – escuché la puerta cerrarse y una inconfundible y sedosa voz, saqué disimuladamente las manos y las coloqué alrededor de su pequeña cintura apretándola contra mi pecho, pero no la solté — ¡Gracias a Dios que estás bien! – No me moví, debo tener un bulto gigante en mi entrepierna, Yoli se escondió en mi cuello y le hice un guiño a Claudette — ¡Hola cielo! – Besó mi mejilla y al notar mi reticencia, puso los ojos en blanco — Tranquilo príncipe se cómo funcionan las hormonas, a Dimitri aun le pasa – la Pecosa levantó la cabeza haciendo un mohín y mi erección cayó de solo pensar en el Rubio.

— ¡Demasiada información mi amor! – abrace su  cintura y besé la cabeza rubia más bella que he visto — ¿Qué coño hacen aquí? – me crucé de brazos con el ceño arrugado y fingiendo molestia.   

— ¡Pregúntale a esa Pequeña traviesa que se encuentra sentada en el escritorio! – Escuché a Dimitri resoplar enojado, miré hacia donde se encontraba sentada restregándose las manos, parecía una niña con todo ese desparpajo — Burló la seguridad de la casa y a tu guardia genio – miré sus preciosos ojos,  la recriminé al instante y ella lo notó — ¡Escapó a las Vegas para buscarte, Príncipe Azul! – Eso sí que fue una sorpresa para mí, sin embargo no me podía molestar con ella — ¡Y yo jovencita, me gané un regaño! – me interpuse entre el Rubio gigante – bastante  cabreado por cierto – y mi princesa traviesa. Entendió el mensaje y resopló de nuevo.

— ¿Si te digo que fue por una buena causa, me creerías? – expresó sonriendo descaradamente, ahora tenía tres pares de ojos azules en distintos tonos observándola con curiosidad, su rostro palideció, pero al instante pasó a estar bastante colorado.

— No te eximas Pequeña… muero por saber quién es el objeto de tan filantrópica causa de tu parte – expuso irritado.

— ¡Amor no seas tan duro con ella, está enamorada! – sabía que el Rubio tenía razón y también que la amaba como no sé… su sobrina, pero que la expusiera de ese modo no me agradaba para nada.

— Eso no le da derecho a agredirnos con su comportamiento, a estas alturas debería controlarse porque el peligro es inminente…

— ¡Gracias Dimitri, yo me encargo desde aquí! ¡Busquen una suite y disfrútenlo! – los hombros de Yoli estaban hundidos, sabía que por su edad no le duraría mucho el arrepentimiento, pero no me daba la gana de que el idiota Rubio se desquitara con ella aunque lo mereciera.

Claudette me miraba enternecida y sonreía incomoda, sabía exactamente lo que pensaba y se hallaba totalmente de mi lado, pero el hombre era su esposo y eso la hacía inclinarse hacia él. Sin embargo a mí, aunque sea mi amigo me importaba una m****a su opinión; adoptaba todas las consecuencias. Me la llevaría arriba, a mi Pent-house. Claudette me dio un beso y a Yoli también.

— Estimo que estén aquí en unas… diez horas considerando que me traje el jet y ellos deben habilitar el otro, digamos porque no despegará dado que en este momento debe presentar algunas fallas provocadas… - entendía perfectamente la situación y me apoyaba eso lo sabía, Yoli debía aprender que estábamos en peligro y en eso estaba de acuerdo también. Salieron cerrando la puerta tras ellos.

— ¡Con qué una buena causa! ¿Eh? – La miré divertido y ella se encogió de hombros aun colorada por la vergüenza — ¡Vamos, salgamos de aquí, muero de hambre! – saltó del escritorio y tomó la mano que le ofrecí.

Una vez arriba llamé al hotel para que nos trajeran cena, eran las seis y treinta de la tarde, pero estaba famélico. Con el trabajo de investigación y la escapada de Yoli me salté el almuerzo, aunque no habría podido comer ya que en este momento estaría enrollado entre las sábanas con la bailarina. La Pecosa miró el ático con curiosidad, considerando que todo es muy lujoso y varonil.

— ¡Todo el espacio grita soltería! – señaló abriendo los brazos dando una vuelta.

— ¿En serio? – asiente, le serví una copa de vino blanco.

— ¿Nunca trajiste a Thamara aquí, cierto? – excelente, necesita saber qué clase de m****a soy.

— ¡Cierto! – le entrego la copa y sonreí.

— ¿Por qué su matrimonio fue arreglado? – maldición no quería que este tiempo juntos fuera para indagar en mi vida matrimonial.

— ¡Pecosa! – advertí.

— Contesta por favor – sus ojos me instan a hacerlo, se lo debo.

— Thamara se encontraba bajo la mira de un traficante latino, fueron amantes y… cuando ella quiso dejarlo, no lo tomó bien, yo me crié con los Sherman también, al lado de Anton, tenemos una amistad muy… digamos especial, tu padre quiso que fuese yo y me propuso el trato de no solo recobrar el negocio, sino de ampliarlo y bueno… acepté – su mirada era de admiración.

— ¿Sacrificaste cinco años de tu vida por dinero? – suspiré y pensé detenidamente en como contestar.

— Yo no lo veía así – tomé asiento en un taburete de la barra — En realidad fue una inversión, además de que el sexo era muy bueno – su cara se arrugó, pero no tenía pensado mentirle.

— Pero no la amabas ¿o sí? – negué.

— Tampoco voy a decir que no significó nada Yoli, quizás la amo aun, pero no del modo en que se debe o quizás no tanto – me encogí de hombros — realmente no sabría decirte, pero Thamara está muy lejos de ser la mujer que quiero a mi lado por más tiempo, no soy mucho de amar a nadie más que mi familia – suspiré de nuevo.

— ¡Pero dijiste que estabas enamorado de mí! – expresó con el ceño fruncido.

— ¡Cierto! – dije sin más.

— ¿Eso significa que me amas? – la miré a los ojos.

— ¡No lo sé Yoli! Realmente no sé qué significa…

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