—¿Y quién te ha dicho que debo considerarme una sirvienta para hacer una buena obra? Lo preparé con mucho amor para ti, pruébalo, sé que te va a encantar. —la animó mientras ella le entregaba el platillo que con mucho cariño había hecho Alicia, apreció el gesto que había tenido su amiga para con ella, le permitió acceder a la habitación e incluso que comiera con ella, aunque desistió, porque la porción era para una persona y la joven quería que se comiera todo, si no se iba a molestar con ella. —Todo te ha quedado muy rico, siempre he sabido que eres muy buena en esto, papá debería contratarte. —Que yo sepa, Carolina es muy buena en la cocina. Nada más el otro día hizo una comida y eso le quedó exquisito. Sabe muchas cosas y técnicas, y yo apenas me defiendo. —admitió. —Claro, lo haces mejor que yo. Es cierto que Carolina sabe mucho, siempre tiene algo bueno para ofrecer. No sé... ¿no has pensado en ser una cocinera o chef profesional? —le inquirió. Arrugó el ceño y reflexionó sobr
Suspiró profundamente. Eso había sido demasiado romántico, pero no dejó que le afectara con su cursilería. Sabía que la palabra "prohibido" envolvía su nombre y el de ella en un solo círculo de color rojo. —Seguro que cuando estés tranquilo no me dirás nada de esto. Esta conversación quedará en el pasado y ninguno de los dos la sacará a colación. Y eso sería lo mejor para los dos. Piensa en tu hija. Ella es mi amiga y no quiero sentirme mal por arriesgarme y luego perder. Eso es exactamente lo que siento que va a pasar si cedo a esta locura. No hay otra palabra que lo describa mejor —finalizó, a punto de tomar la iniciativa y terminar con esa llamada que no iba a llevar a ningún lado. El desatino no podría considerarse un destino. —Yo no diría lo mismo. Descansa. —Hazlo tú. Yo no podré hacerlo —le dijo, y la joven al otro lado de la línea suspiró y se frotó la frente. ¿Por qué era tan difícil dejar de pensar en las cosas malas? Nunca comprendería ese lado del ser humano, la tendenc
Así transcurrieron los meses, las cosas en lugar de enderezarse seguían la misma dirección torcida que habían tenido desde el principio. Dos meses no habían sido suficientes para hacerles desistir de esa locura de estar juntos. Desde aquella noche, no había pasado nada más que ese beso apasionado que endulzó sus almas. Con el paso de las semanas, Alicia comenzaba a superar la pérdida de su madre. Había momentos más tristes que otros, en los que se dejaba caer en un pozo sin salida, pero siempre su amiga estaba allí para tenderle la mano y ayudarla a salir de ese oscuro lugar. Por otra parte, aún no le había contado sobre el abogado y lo que mantenía con él. La verdad es que sentía la necesidad de decirle que ya lo sabía, pero luego se retractaba porque sabía que eso no estaría bien. Seguía trabajando en la cafetería y le iba mejor. El señor Salvador le había subido el sueldo, no era gran cosa, pero al menos ya no tenía que pedirle prestado a Ashton. Estaba visitando varios sitios par
—Sí, claro que te he extrañado y muero por besarte... por estar contigo. He tenido muchas ganas de ti todos estos días. Además, podemos hacerlo ahora que papá no está, que no hay nadie en la mansión. Si quieres, entonces debe ser ahora porque mi amiga no trabaja todo el día y lo más probable es que regrese antes del mediodía —explicó Alicia, y él asintió rozando con cariño y ternura sus narices. Estaba bien que no le dijera nada a su amiga. De saberlo, todo se complicaría y sería más difícil. Lo que sí era seguro es que Alicia terminaría por decírselo algún día (así eran las mujeres, siempre se contaban todo entre sí), pero si aún no lo había hecho era porque lo de ellos realmente era un riesgo si se llegaba a saber. Ahora Alicia era mayor de edad, pero la verdad es que lo de ambos había comenzado antes de que ella cumpliera la mayoría de edad. A los 17 años, Alicia ya se había entregado a ese hombre del que se había enamorado a primera vista, y sintió por él todo lo que nunca había s
Sus ojos de color se clavaron en ella como un ancla que la investigaba, aunque en ese momento solo sostenía su mirada y le sonreía un par de veces. Ella suspiraba, como de costumbre, y bajaba la cabeza de vez en cuando porque no soportaba estar bajo tanto poder. La potencia absoluta que tenía el padre de Alicia no disminuía, sino que aumentaba con el tiempo. Sentía que siempre sería así. No quiso entablar ninguna conversación durante el tiempo que estuvieron juntos en la mesa, también porque las palabras se le quedaban atoradas en la garganta. Lo que sentía era tan fuerte que no existían palabras para describirlo. Era tan intenso que incluso las palabras correctas para describir ese amor aún no habían sido inventadas. Aunque ella misma podría crearlas si dejara ese ligero temor que le impedía dar un paso. Tener una relación con el padre de su amiga no era algo trivial, era algo que debía tomarse en serio. Ella aún no estaba convencida de hacerlo. No sabía cómo lo había hecho, pero
—... Ella estaba alegre con la idea. Al menos, dime que lo vas a pensar y no descartes esto de inmediato. Puede ser un giro bueno para tu vida. —Aunque usted no lo crea, yo lo veo más como una salida fácil a los problemas que como una oportunidad. Me está regalando los estudios. Tampoco espero que me diga que solamente será un préstamo porque sabe que no lo aceptaría. Las universidades son costosas y no me arriesgaría a decir que voy a devolverle cada centavo, cuando ni siquiera sé si podré hacerlo —expiró. —¿Aceptarías la propuesta a sabiendas de que no vas a recibir ninguna remuneración por lo que hagas aquí, sino la oportunidad de ir a la universidad con los gastos pagados? —inquirió. Viéndolo de esa manera, las cosas parecían cambiar. Sin embargo, estaba el hecho de que con lo que ella ganaba en la cafetería podría comprarse sus cosas, incluso darse algún gusto cuando podía. Y si aceptaba trabajar en la compañía del padre de Alicia sin recibir algo a cambio, sino el premio de ir
En lugar de tomar un taxi, medio para el cual sí tenía cómo pagar, Hope se subió a un bus y se ubicó al lado de una señora. Lo había hecho con tal de retrasar su llegada a la mansión, pues el medio de transporte a cada rato hacía paradas y allí se le iba el tiempo, en el que observaba a una que otra persona que subía al bus, otros debido a la falta de puestos ya que todos habían sido ocupado, se quedaron de pie. Ella miraba por la ventanilla, hasta que una anciana subió también, e hizo una obra muy buena al darle su lugar cuando ni siquiera otra persona lo hizo al menos ella le demostraría a la viejecilla que aún había un poco de humanidad en la gente y se sintió bien por haber hecho ese acto tan bonito. Pronto llegó su parada y no era el destino que se había fijado desde un principio, sino la casa de su supuesta madre, esperaba que ya no estuviera allí y solo Leonardo, el día en que ésta la había echado de casa, ella llevaba consigo sus cosas en las que todavía conservaba una copia d
—Voy a confesar que me gustaría que Marie estuviera presente, ella también necesitar estar aquí y pedirte disculpas por lo de ese día, pero se cuan orgullosas puede ser, para ella dar el brazo a torcer es algo imposible. Pero yo sí lo haré, me siento mal... Cuando Mónica, tu verdadera madre... ¿Mónica? Nunca había oído su nombre, pero rebuscó más y terminó por levantarse para dirigirse rápidamente al pasillo de la casa, resulta que todo ese tiempo vio a la mujer, en aquella foto sin color. La descolgó y volvió con Leonardo para mostrarla. Ya tenía lágrimas en los ojos. Le estaba enseñando una fotografía de su madre cuando esta apenas era una jovencita, una muchacha hermosa que florecía a los catorce, antes de que ocurriera la locura. —Ella es mamá, no lo puedo creer, ¿lo es? —urgida se vio preguntando. Él no se lo podía negar, así que movió la cabeza asintiendo. —Sí, ella es Mónica. —¿Me vas a decir quién la dejó embarazada? Solo sé que ha sido alguien mayor. ¡Dios santo! ¿Cómo es