Capítulo159
—¡Bah!, no estoy ciega, tú también eres excelente, ¿sabes?

Larisa, después de las explicaciones de Faustino, disipó la mayor parte de sus dudas.

—Si dices que pensabas en mí mientras lo hacías, dime, ¿en qué pensabas?

Larisa, sin saber por qué, hizo esa pregunta.

—Claro que pensé en tus pechos, en tu gran trasero, en tu lengua, en tu… fuentecita…

Faustino, viendo que Larisa ya no estaba tan enojada, aprovechó la oportunidad para abrazarla y besarla apasionadamente.

—¡Malvado!

—¡Ya sabía que no dirías nada bueno!

Las palabras de Faustino fueron demasiado explícitas. Larisa sintió a la vez vergüenza y dulzura, y le dio a Faustino unos ligeros golpes. Finalmente dejó de preguntarle sobre el esperma.

—Ya está, Larisa, no te molesto más. Es muy tarde, te llevo a casa para que duermas.

Faustino suspiró aliviado.

—Esta noche no volveré a casa, ¿puedo dormir contigo en el consultorio?

Larisa dijo con timidez y dulzura.

—¿No estás todavía hinchada? Sería mejor que descansaras en casa.

—¿Si te
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