Capítulo 395
Pensó: "¿Qué clase de hombre es este?". Incluso desafiaba su comprensión de los hombres. ... Pero, de cualquier manera, Faustino aceptó.

Ante la mirada de todos, la señorita Ruvalcaba, con su cintura fina, llevó a Faustino a una habitación lujosa. El aire estaba perfumado. Una suave alfombra de piel de cordero cubría el suelo de madera. Los sofás eran tan cómodos que uno se hundía en ellos. La luz del sol entraba por los grandes ventanales, iluminando un piano de importación de gran valor. Era como un palacio real. Faustino no pudo evitar exclamar:

—Los ricos sí que saben disfrutar. ¡Cuánto costará este salón!

Un criado sirvió té. Faustino solo lo miró brevemente.

La señorita Ruvalcaba se sentó frente a Faustino, alisando elegantemente su vestido. El vestido ajustado se desplazó ligeramente sobre sus curvas, revelando más de sus largas piernas blancas. Con un movimiento hábil, la señorita Ruvalcaba cruzó las piernas. Faustino la miró brevemente, con un poco de pesar.

—Qué lástima,
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