Cada vez nos llegan más pistas, ¿quién es realmente victoria Montesinos? Ayúdenme a descubrirlo...
Nos alejamos lo más que pudimos de esa parte del centro comercial, parecíamos dos adolescentes que acababan de ser víctimas de un robo. —La próxima vez te hago caso— dijo Emily aun turbada, pero yo aún no salía de mi sobresalto como para responder. —Me quiero ir. —Victoria, por favor tenemos que calmarnos, entiendo que lo que te dijo a ti fue peor que lo mío, pero quizás se equivocó. Reflexionaba Emily, pero su actuación le estaba saliendo muy mal, ella también estaba asombrada. —Tienes razón ¿A quién engañó? ¡Esa bruja se le metió algo raro frente a nosotras! Yo escuchaba las palabras de Emily; sin embargo, no le prestaba atención. Únicamente trataba de aclarar mis ideas. Era una coincidencia muy grande que esa mujer me haya dicho lo de los tres hombres, uno de luz y dos de oscuridad, la frase se repetía intermitentemente en mi cabeza, al igual que, solo yo podía neutralizar mi ser y dominarme, todo tenía sentido para mí menos lo de la sangre m*****a, sus palabras encajaban. D
Caminamos por los grandes pasillos decorados y llenos de vida, había muchos salones de belleza. Emily se empeñó en que debíamos escoger uno donde atendieran hombres. Por fin de tantas vueltas, encontramos un salón llamado “Prince” y fue el único que cumplía con las exigencias de mi compañera. Entramos al local, Emily estaba que no se tragaba aún mi decisión, era algo que definitivamente tenía que ver para considerar. Ya dentro nos dirigimos al encargado, se trataba de un hombre sofisticado y vestido muy a la moda, aunque de manera muy exagerada, su cabello estaba decorado con reflejos claros y llevaba puesto muchos anillos.—¿Cómo hará para entrar en esa ropa tan ajustada?—pensé.Nos acercamos hasta donde se encontraba, giró de manera muy genuina hacia nosotras, y muy amablemente nos preguntó en qué nos podía ayudar, como era de esperarse, Emily no me dejo hablar.—Mi amiga quiere hacerse un corte de cabello para mejorar su aspecto.—¡Chicas llegaron al lugar correcto! –exclamó hacien
Un olor putrefacto había penetrado en mi alcoba, era como si debajo de mi cama estuviera un cadáver en proceso de descomposición. Me levanté para averiguar de dónde provenía tan desagradable peste. Revise minuciosamente sin tener éxito, entré al baño para verificar si venía de ahí, pero todo estaba en perfecto estado; el llamado de mi tía tocando la puerta hizo que abandonase la búsqueda. —¿Victoria ya estás despierta?— me acerqué y abrí, al hacerlo percibí como el hedor se intensificaba aún más. —Buenos días, tía— le dije tapándome la boca y nariz, Andrea me miró con extrañeza. —¿Pasa algo? ¿No te sientes bien? —¿Tía como haces? —¿Cómo hago para qué? —¡Para tolerar esa peste! —¿Qué peste victoria? —¡Acaso no te llega el olor! —No hija, no percibo ningún olor. En ese momento el tío Gustavo venía subiendo por las escaleras con el periódico en mano. —Buenos días, Vicky— dijo, apenas me vio. —Hola, tío ¿Cómo les fue a ti y al señor Javier en su caminata mañanera?— le preg
El lunes había llegado, podía sentir el canto de los pájaros como si estuvieran pegados a mi oído; un día nuevo y una semana más muerta; aún estaba triste, así que traté en enfocarme en otras cosas, como por ejemplo: empezar a buscarle sentido a mi fragilidad mental, pero este lunes también era otro día que no hallaba por dónde empezar mi búsqueda a los sucesos que me envolvían; si quizás yo tuviera el valor de contárselos a Emily, tal vez ella me ayudaría o idearía un plan para encontrar respuestas, luego reflexioné: ¿Para qué buscar lo que no se me ha perdido? Ya llevaba varios años sin que se volvieran a manifestar dichos eventos, traté de no pensar y entré al baño a ducharme. Una vez más mi rutina había comenzado, ya faltaba poco para llegar al colegio, me quedé un instante mirando por la ventanilla del coche, la misma calle, la misma sensación de todos los días; suspiré, dentro de mí, deseaba algo diferente. Ya frente al internado me despedí como de costumbre y bajé del coche.
Noté como varias gotas de sangre caían manchando el piso, cerca de mis zapatos, instintivamente alcé mi mano y la llevé a mi nariz, pude sentir como la sangre empezaba a salir casi en chorros. —Otra vez no… Rebeca me tomó rápidamente de la mano, Emily hizo lo mismo y me sentaron en la silla colocándome la cabeza hacia atrás. —Vamos a esperar un momento para llevarla a la enfermería, no quiero que llame la atención de las otras alumnas— le decía Rebeca a Emily. Por su parte, mi amiga no hablaba, la cantidad de sangre que brotaba de mis fosas nasales la tenía perturbada. —¿Victoria te sientes mareada?— me preguntaba con angustia Rebeca. —Me siento bien. —¡Victoria no me mientas! —No te estoy mintiendo, créeme. Y en verdad no le estaba mintiendo, aunque de mi nariz emanaba sangre yo me sentía perfectamente bien, por arte de magia el dolor de cabeza había desaparecido, me levanté de la silla. —¡No te levantes! Emily se asomaba a la puerta para constatar si ya habían entrado las
Fui al baño rápidamente y me lavé la cara, tomé una bocanada de aire y volví a mirarme en el espejo con nervios, me examiné una vez más; suspiré con alivio al reconocerme nuevamente. Un poco más tranquila recordé el libro que compré, fui directo a la mesa de noche, ya que por el día de hoy no iría a las demás clases, era mejor aprovechar el tiempo para comenzarlo a leer y así no pensar. Lo mejor que podía hacer en ese instante, aparte de leer, era tratar de no darle vuelta a esta situación, de lo contrario acabaría encerrada en un manicomio. La puerta sonó, era Rebeca una vez más, traía con ella un vaso de jugo y un sándwich de queso, se acercó y lo colocó en la mesa de noche. —No me voy a ir hasta que te lo comas. No puse resistencia, tomé el sándwich y le di un mordisco, no estaba mal y al tragarlo no lo devolví, pero si sentí un leve dolor en la garganta, rápidamente tomé un sorbo del jugo, Rebeca sonrío al verme comer, luego sus ojos se posaron en el libro que reposaba en la ca
Una vez más la doctora me revisó. —Tienes 39 de fiebre, quieras o no tienes que hacerte los análisis. No contestaba nada a los comentarios de la doctora, únicamente podía pensar en el hombre del espejo ¿Había sido real? ¿Era un delirio producto de la fiebre tan alta? Mi razón me decía que más coherencia tenía la segunda opción, esto tuvo que haber sido producto de la fiebre. —Te dejaré en observación hasta que baje la temperatura. Tenía unas ganas inmensas de llorar, pero debía evitarlo, no quería decaer al dolor en frente de Emily; volteé mi rostro hacia la ventana, el cielo aún era azul. —Victoria, me quedaré aquí hasta que se te pase la calentura, no te dejaré sola. No pude contener más mi aflicción permitiendo que se me escaparan unas lágrimas. —Tengo que contarte algo que nunca te he dicho — Emily me miró con el rostro serio y preocupado. —Lo que tengas que decir, sea lo que sea podrás contar conmigo — —Emily prométeme que no te vas a asustar y que no vas a creer que esto
Mi mente estaba dividida entre el sueño y el despertar, podía percibir que aún estaba en la enfermería. Tenía el cuerpo pesado, pero podía oír los susurros de dos voces, abrí los ojos para investigar, mi mirada era borrosa, no obstante, pude reconocer que una de las voces pertenecía a Rebeca. Me desconcertó darme cuenta de que a pesar de la distancia en que la doctora y ella se encontraban de mí, yo podía escuchar su voz muy claramente, como si las tuviese a mi lado. —¿Estaré aún dormida? Traté de moverme, pero me sentía débil, al ver que era inútil intenté relájame, comencé a concentrarme en las voces, que continuaban cuchicheando. —¿Qué opina doctora sobre lo que pasó? —Por lo que observo esta joven convulsionó por la fiebre tan alta —Rebeca escuchaba, aunque se mostraba no convencida por su respuesta. —¿Será solo por eso? —¿Por qué lo preguntas Rebeca? ¿Hay algo más que te inquieta? —No sé cómo explicarlo… Es que hay algo que me tiene intranquila, es un presentimiento. —Ex