¡Bienvenidos queridos lectores! Siempre me alegrará que visiten mi mundo y que se vuelvan parte del ♉️
Mi mente estaba dividida entre el sueño y el despertar, podía percibir que aún estaba en la enfermería. Tenía el cuerpo pesado, pero podía oír los susurros de dos voces, abrí los ojos para investigar, mi mirada era borrosa, no obstante, pude reconocer que una de las voces pertenecía a Rebeca. Me desconcertó darme cuenta de que a pesar de la distancia en que la doctora y ella se encontraban de mí, yo podía escuchar su voz muy claramente, como si las tuviese a mi lado. —¿Estaré aún dormida? Traté de moverme, pero me sentía débil, al ver que era inútil intenté relájame, comencé a concentrarme en las voces, que continuaban cuchicheando. —¿Qué opina doctora sobre lo que pasó? —Por lo que observo esta joven convulsionó por la fiebre tan alta —Rebeca escuchaba, aunque se mostraba no convencida por su respuesta. —¿Será solo por eso? —¿Por qué lo preguntas Rebeca? ¿Hay algo más que te inquieta? —No sé cómo explicarlo… Es que hay algo que me tiene intranquila, es un presentimiento. —Ex
La pesadilla se había tornado muy real, la habitación donde me encontraba era oscura y fría, sin nada en su interior, no había puertas ni ventana por donde yo pudiese escapar; tapé mi rostro con mis manos tratando de convencerme de que esto era solamente un sueño, hasta que el silencio sepulcral se fue acabando. Un sonido extraño empezó a resurgir de las paredes, era como si dentro de ellas hubiese algo; me levanté del piso para investigar de donde provenían los sollozos, quise pegar mi oído al muro para escuchar mejor, pero al tocarlo me di cuenta de que la pared no era normal, sino líquida, los ojos me engañaban; confusa hundí mis dedos en ella para verificar si se trataba de un pasadizo, luego los extraje saliendo estos intactos, si quería escapar debía traspasar el mural. Dejé mi miedo atrás, cerré mis ojos y me hundí en aquella muralla líquida que a la vista parecía de cemento. Había llegado a otro cuarto, aún mantenía mis ojos cerrados. Los quejidos desgarradores de mujer provo
—¡Ella estuvo aquí! —le aseguré a mi padre que me observaba con viva aflicción.—¿Quién Victoria? —La joven del invernadero… Estefanía. Mi padre no supo qué decirme, por un momento su rostro manifestó dolor, logrando que el sigilo hiciera apto de presencia.—Victoria, fue solamente un sueño —dijo por fin, colocando su mano sobre la mía; ese gesto fue una sensación agradable. No quise llevarle la contraria ni mucho menos tratar de convencerlo sobre mi visión, pero para mi sorpresa no desvío el tema. —Sé que esto debe de ser muy difícil para ti, créeme para mí también lo es y eso que soy un adulto. Cuando Ángela murió, me dejó un vacío tan inmenso, que a pesar del tiempo transcurrido no lo he podido llenar. Aún llevo muy marcado en mí los sueños que tu madre y yo tuvimos juntos. Me hubiera gustado que nunca terminasen; hija mía, esos fueron los mejores tiempos de mi vida, tu madre fue el amor de mi vida —sus palabras sonaban tristes, era muy claro el esfuerzo que hacía para sacarlas,
Esa mañana él había dejado salir parte de lo que llevaba por dentro, algo que le costaba demostrar. Andrea tenía razón al decirme que él y yo éramos similares, a mí también me costaba expresar mis sentimientos, igualmente, era cierto que debía ser sincera y contarle de una vez por todas la verdad a Rebeca, en mis adentro sentía que ella me podía ayudar muchísimo más de lo que ya lo había hecho, aun así, mi cobardía era más fuerte. Pero a pesar de su declaración seguían existiendo en esta historia, secretos que yo debía averiguar. Ya era de tarde, me puse hacer mil cosas para no pensar; Andrea me había traído un vaso de leche que me tomé a duras penas, quedé aliviada por haberlo mantenido en el estómago y no haberlo regurgitado. No quise salir de mi habitación; aunque me moría de ganas por continuar hablando con mi padre, me frené ante este deseo, era mejor no tentar a la suerte y dejar que las aguas se calmasen un poco. Mi mente hacía alusión a tantas cosas que revoloteaban sin cesa
—Por lo menos espero que aun te gusten los chocolates de tu abuela —esa frase me sacó del trance de mis pensamientos.—¿Los chocolates de mi abuela? —Si Victoria, eso dije ¿No me estás escuchando?—Si papá, solo que suena extraño cuando mezclas a mi abuela en unas de tus oraciones, no es propio de ti —mi padre arrugó la frente.—En fin, ella te mando este cofre.Mi pecho se hinchó de alegría, tomé rápidamente la caja, hasta que una curiosidad atravesó mi mente como una flecha.—¿Mi abuela te lo llevó personalmente?—Sí, ella misma fue a la casa —no quise imaginar cómo había sido esa charla entre los dos, con razón mi abuela me dijo que me asombraría y vaya que si lo hizo.—¿Cómo supo que venías? Porque que yo sepa tú no eres muy comunicativo con ella.—No sé Vicky, tal vez alguien le fue con el chisme o quizás hasta uno de mis empleados se lo contaría —deliberaba, pero dentro de mí sabía que nadie se lo había dicho, yo si tenía fe en su intuición.—Papá, o quizás mi abuela… –callé rep
—Por lo menos espero que aun te gusten los chocolates de tu abuela —esa frase me sacó del trance de mis pensamientos. —¿Los chocolates de mi abuela? —Si Victoria, eso dije ¿No me estás escuchando? —Si papá, solo que suena extraño cuando mezclas a mi abuela en unas de tus oraciones, no es propio de ti —mi padre arrugó la frente. —En fin, ella te mando este cofre. Mi pecho se hinchó de alegría, tomé rápidamente la caja, hasta que una curiosidad atravesó mi mente como una flecha. —¿Mi abuela te lo llevó personalmente? —Sí, ella misma fue a la casa —no quise imaginar cómo había sido esa charla entre los dos, con razón mi abuela me dijo que me asombraría y vaya que si lo hizo. —¿Cómo supo que venías? Porque que yo sepa tú no eres muy comunicativo con ella. —No sé Vicky, tal vez alguien le fue con el chisme o quizás hasta uno de mis empleados se lo contaría —deliberaba, pero dentro de mí sabía que nadie se lo había dicho, yo si tenía fe en su intuición. —Papá, o quizás mi abuela…
Ya estaba casi lista para salir y ser víctima de las agujas, varios días atrás Andrea se había encargado de apartar la cita para los exámenes, tomé la botella llena con el preparado, la llevaba escondida en una de mis maletas, vertí un poco en el vaso y lo bebí rápidamente. Me quedé mirando el contenido restante que quedaba en el recipiente. Era fantástico notar que el líquido transparente no se viese afectado en sabor ni color, tomando en cuenta que en la noche anterior, al abrir una de las pequeñas bolsas. Observé que el polvo era una mezcla de colores, entre verde, arena y dorado, de donde a su vez resaltaba un leve brillo escarchado, cuando entraba en contacto con la oscuridad. Al recordar esa parte sobre el brillo me dispuse a cerrar la ventana y comprobar si era cierta mi teoría, lo había preparado tan de prisa, que no presté atención a ese detalle cundo lo mezclé. Tomé la botella del preparado y la puse delante de mí, yo estaba en lo cierto, aunque en la luz el agua tenía un asp
Estábamos de vuelta en el hospital, los exámenes de sangre aún no estaban listos, pero como siempre Andrea aprovechó junto con mi padre para hacer una cita con el neurólogo para que viera mañana el resultado de los estudios; luego de un rato la enfermera nos comunicó que los de sangre estarían listos para mañana. —Nos dijeron que los resultados estarían listos para hoy —objetó mi papá. —Sí, señor lo sé, pero todos los resultados de análisis sanguíneo se suspendieron, no se preocupe. —Alberto volvemos mañana, recuerda que ya hice la cita con el médico, y para mañana también nos entregan el resultado de la resonancia —le recordó mi tía. Mi papá estaba algo molesto, nunca fue paciente y odiaba esperar. Lo primero que hizo mi padre al llegar a la casa fue tomar el teléfono y llamar a su asistente para ponerse al día con varios asuntos que había dejado pendiente, yo subí a mi habitación dejando atrás las algarabías y murmullos de mi familia, sobre todo el de mi tía que hablaba con el tí