Amen y disfruten la historia...❤️
Esa mañana él había dejado salir parte de lo que llevaba por dentro, algo que le costaba demostrar. Andrea tenía razón al decirme que él y yo éramos similares, a mí también me costaba expresar mis sentimientos, igualmente, era cierto que debía ser sincera y contarle de una vez por todas la verdad a Rebeca, en mis adentro sentía que ella me podía ayudar muchísimo más de lo que ya lo había hecho, aun así, mi cobardía era más fuerte. Pero a pesar de su declaración seguían existiendo en esta historia, secretos que yo debía averiguar. Ya era de tarde, me puse hacer mil cosas para no pensar; Andrea me había traído un vaso de leche que me tomé a duras penas, quedé aliviada por haberlo mantenido en el estómago y no haberlo regurgitado. No quise salir de mi habitación; aunque me moría de ganas por continuar hablando con mi padre, me frené ante este deseo, era mejor no tentar a la suerte y dejar que las aguas se calmasen un poco. Mi mente hacía alusión a tantas cosas que revoloteaban sin cesa
—Por lo menos espero que aun te gusten los chocolates de tu abuela —esa frase me sacó del trance de mis pensamientos.—¿Los chocolates de mi abuela? —Si Victoria, eso dije ¿No me estás escuchando?—Si papá, solo que suena extraño cuando mezclas a mi abuela en unas de tus oraciones, no es propio de ti —mi padre arrugó la frente.—En fin, ella te mando este cofre.Mi pecho se hinchó de alegría, tomé rápidamente la caja, hasta que una curiosidad atravesó mi mente como una flecha.—¿Mi abuela te lo llevó personalmente?—Sí, ella misma fue a la casa —no quise imaginar cómo había sido esa charla entre los dos, con razón mi abuela me dijo que me asombraría y vaya que si lo hizo.—¿Cómo supo que venías? Porque que yo sepa tú no eres muy comunicativo con ella.—No sé Vicky, tal vez alguien le fue con el chisme o quizás hasta uno de mis empleados se lo contaría —deliberaba, pero dentro de mí sabía que nadie se lo había dicho, yo si tenía fe en su intuición.—Papá, o quizás mi abuela… –callé rep
—Por lo menos espero que aun te gusten los chocolates de tu abuela —esa frase me sacó del trance de mis pensamientos. —¿Los chocolates de mi abuela? —Si Victoria, eso dije ¿No me estás escuchando? —Si papá, solo que suena extraño cuando mezclas a mi abuela en unas de tus oraciones, no es propio de ti —mi padre arrugó la frente. —En fin, ella te mando este cofre. Mi pecho se hinchó de alegría, tomé rápidamente la caja, hasta que una curiosidad atravesó mi mente como una flecha. —¿Mi abuela te lo llevó personalmente? —Sí, ella misma fue a la casa —no quise imaginar cómo había sido esa charla entre los dos, con razón mi abuela me dijo que me asombraría y vaya que si lo hizo. —¿Cómo supo que venías? Porque que yo sepa tú no eres muy comunicativo con ella. —No sé Vicky, tal vez alguien le fue con el chisme o quizás hasta uno de mis empleados se lo contaría —deliberaba, pero dentro de mí sabía que nadie se lo había dicho, yo si tenía fe en su intuición. —Papá, o quizás mi abuela…
Ya estaba casi lista para salir y ser víctima de las agujas, varios días atrás Andrea se había encargado de apartar la cita para los exámenes, tomé la botella llena con el preparado, la llevaba escondida en una de mis maletas, vertí un poco en el vaso y lo bebí rápidamente. Me quedé mirando el contenido restante que quedaba en el recipiente. Era fantástico notar que el líquido transparente no se viese afectado en sabor ni color, tomando en cuenta que en la noche anterior, al abrir una de las pequeñas bolsas. Observé que el polvo era una mezcla de colores, entre verde, arena y dorado, de donde a su vez resaltaba un leve brillo escarchado, cuando entraba en contacto con la oscuridad. Al recordar esa parte sobre el brillo me dispuse a cerrar la ventana y comprobar si era cierta mi teoría, lo había preparado tan de prisa, que no presté atención a ese detalle cundo lo mezclé. Tomé la botella del preparado y la puse delante de mí, yo estaba en lo cierto, aunque en la luz el agua tenía un asp
Estábamos de vuelta en el hospital, los exámenes de sangre aún no estaban listos, pero como siempre Andrea aprovechó junto con mi padre para hacer una cita con el neurólogo para que viera mañana el resultado de los estudios; luego de un rato la enfermera nos comunicó que los de sangre estarían listos para mañana. —Nos dijeron que los resultados estarían listos para hoy —objetó mi papá. —Sí, señor lo sé, pero todos los resultados de análisis sanguíneo se suspendieron, no se preocupe. —Alberto volvemos mañana, recuerda que ya hice la cita con el médico, y para mañana también nos entregan el resultado de la resonancia —le recordó mi tía. Mi papá estaba algo molesto, nunca fue paciente y odiaba esperar. Lo primero que hizo mi padre al llegar a la casa fue tomar el teléfono y llamar a su asistente para ponerse al día con varios asuntos que había dejado pendiente, yo subí a mi habitación dejando atrás las algarabías y murmullos de mi familia, sobre todo el de mi tía que hablaba con el tí
Todo a mi alrededor se volvió inmóvil, como si se fuera detenido el tiempo, mis pupilas no se desviaban de las dos secciones unidas, seguidamente la representación del injerto se fue transfigurando frente a mi presencia, estaban tomando formas humanas: una era la de un hombre, y la otra una figura de mujer. Mis ojos no podían creer lo que veían, fue cuando todo empezó a volverse más difícil, sentí cómo un fuerte jalón comenzó a llevar mi cuerpo directo al suelo, hacia una caída eterna sin final, levanté mi mano para sostenerme de Andrea, pero esta yacía inmóvil como una estatua. Una indescriptible fuerza me fue arrastrando y trasladando hacia otro lugar; todas las imágenes a mí alrededor se desdibujaron, dándole paso a figuras inconclusas, mientras más me hundían en aquel pozo oscuro, más representaciones extrañas de paisajes de vidas pasadas se elevaban en torno a mí. Por fin el descenso había acabado, ya no estaba en el invernadero; me encontraba en medio de un enorme salón de fiest
Tenía el alma fracturada, aquel episodio tan vivido había dejado un hoyo negro donde se incubaban los pensamientos más tristes y dolorosos, una lluvia de espinas se abatía sobre mí. Sentía ese terrible nudo en la garganta, y la sensación que se experimenta cuando alguien amado muere; lo había visto, no existía lugar para las dudas, él era mi visitante oscuro, al que tanto tiempo le temí.A través de sus ojos yo estaba aprendiendo partes de mi vida y los fragmentos de la historia que nos envolvía. Ya no me quedaban dudas de que en alguna existencia pasada él estuvo ligado a mí, pero también estaba el otro joven; el que reposaba muerto en el suelo de aquel salón cubierto de sangre. Al recordarlo un frío infinito se estacionó en mi pecho, él me había transmitido sus memorias, sentí que lo amaba, y aunque hacia los dos me unía un sentimiento poderoso, pude analizar y palpar que eran amores distintos, algo que las circunstancias y el destino manipuló desviándolo de su carril, convirtiéndolo
La mañana había llegado y junto a ella mi angustia. Ya me encontraba casi lista, solamente faltaba peinarme y colocarme algo de brillo en los labios, costumbre que me había inculcado Emily. Mientras me aplicaba el brillo, podía escuchar sus palabras en mi mente: —Victoria, es una regla irrompible de todo principio femenino, la mujer debe realzar su belleza y feminidad con un toque de maquillaje…—Ese recuerdo me hizo sonreír, pero no tanto como para ignorar el temor que me embargaba; el día anterior había sido tan intempestivo que aun mi cabeza no lo procesaba completamente, también se sumaba lo de mi padre. Mis palabras habían revivido una de las heridas de su pasado, tanto que esa noche no había ido a mi cuarto a darme las buenas noches como lo hacía desde que llegó, no pude evitar sentir miedo, no quería pensar ni por un segundo que mi comentario había logrado que todo el avance entre él y yo retrocediera. —¡Ya basta Victoria, aleja todos esos pensamientos negativos! —me dije frente