Era un caballero hermoso, de mirada azul, un hombre que ya conocía de antemano, pero que siempre me negaba a aceptar. Su sonrisa era satisfactoria y cálida, me inspiraba paz. El caballero estaba inmóvil en el agua que le llegaba a la cintura. Después me extendió la mano, y la cogí, yo me acerqué a él y me la tendió. Luego, juntos, nos sumergimos en el agua cristalina. Inmediatamente, introdujo su mano en el líquido transparente y tomó una pequeña estrella de mar.—Mire —me indicó con ternura. A través de aquellas brillantes aguas, yo podía ver con nitidez el espectáculo de la vida marina; corales y peces de diversos colores se extendían majestuosamente bajo mis pies. Era un panorama digno de admirar. De pronto, mi atractivo acompañante me tomó y sus labios se despegaron para decir las palabras que dañarían la belleza del lugar.—Los peces que ves bajo las aguas diáfanas nadan felices, engañados y en su habitad seguras, así son los humanos con el suyo; ellos creen saber todo sobre la
La mirada de Rebeca se tornaba metódica. Pude percibir sus dudas, su sincero deseo de ayudarme y, sobre todo, su confusión. A pesar de todas las emociones que me transmitía, no podía negar que Rebeca era una mujer capacitada. Por otro lado, mis sentidos habían conferido una agudeza extraordinaria. Después de procesarla, la sangre se heló bajo mi piel.—¿Te sientes bien?—Es solo un mareo. Recuerdo el temblor —dije débilmente —Emily y… —interrumpí repentinamente la conversación, recordé que no podía mencionar a Ethan.—¿Y qué, Vicky?—Y yo, iba a decir.—Está bien, continúa.—Nos despertamos asustadas antes del revuelo, creí que era un sueño, pero cuando salimos de la alcoba y vimos cómo el resto de las estudiantes tambi&eacu
—¡No aguanto un minuto más en este sitio!… extraño a mis amigas, ni siquiera han venido a verme. —No olvide que están en el internado, y sabes muy bien que los días de semana no pueden venir —me recordó Andrea, quien se encontraba sentada cerca de la cama leyendo un libro, luego cambió el tema —Victoria, ¿realmente no recuerdas nada? —¿Acordarme de qué? ¡Será que mi deseo de tener amnesia se me ha cumplido! —exclamé con ironía. —Has tenido fiebres muy altas, acompañada de constantes delirios, ¿cómo puedes asegurar que ya te sientes bien? Te han tenido que transfundir varias veces, por si no lo recuerdas. —¿Hasta este extremo de inconsciencia he llegado? Bueno, todavía no he tocado fondo, ya que recuerdo el episodio sangriento y la voz del médico que me ordenó hacer miles de exámenes, incluyendo el de médula. —No te precipites, hasta los momentos los análisis no han mostrado nada grave. Aún no se han encontrado los motivos por los cuales el médico mencionó que tu organismo se comp
—¿De qué hablas? Explícate mejor —inquirió Rebeca tratando de bajar el calor de la conversación.—¿De qué hablo? ¡Sé los voy a decir! Ese demonio que ha estado acosando a Margot se llama Arturo y es el mismo ser que ha estadopersiguiéndome desde niña, y que por desgracialo traje conmigo al internado. ¡Él es mi sombra y mi maldición!—Hija, perdóname, pero necesito abandonar esta habitación, ya no puedo soportar más —la paciencia de mi padre se rompió delante de mí, y la decepción le cubrió toda la cara, haciendo que mi dolor se prolongara.—¡Nunca has tenido paciencia conmigo, hazlo!—¡No quiero fallarte! Sin embargo, si permanezco en lugar de ayudar, voy a empeorar la situación —y con esas palabras salió de la habitaci&oa
El día siguiente había llegado, trayendo consigo una lluvia torrencial.Mis ojos captaban las gotas de agua chocando contra el vidrio de la ventana. Mi padre se encontraba recostado en el cómodo sofá leyendo el periódico, al parecer no había notado el estado en que había salido Rebeca de la habitación la noche anterior, lo más seguro es que ella no le había dicho nada de nuestra conversación.—Hija, ¿cómo amaneces?—Me sentiré mejor después de irme al baño a ducharme.—¿Y qué esperas? ¡Hazlo! —me sonrío. Cuando me disponía a entrar al baño a ducharme mi padre me detuvo.—Victoria te debo una disculpa.—¿Una disculpa? ¿Por qué?—Por mi falta de paciencia ayer. Créame, estoy tratando de ser más compre
El toque de su mano me condujo a las profundidades de la mente de Margot. Como si se tratara de una montaña rusa, todas las imágenes llegaban muy rápido hasta que me ubiqué en la escena que protagonizamos las dos. La estructura vieja del internado se reconstruyó ante mí, podía ver nítidamente los rayos resplandecientes de los truenos y la lluvia arremolinándose con fuerza contra las paredes como si quisieran arrancarlas. A continuación, sentí sus labios sobre los míos, y mis manos se oponían. De pronto, otro relámpago alumbró el cielo colándose. Aquella claridad por las rendijas de la habitación arrojó sombras de las sillas y alfombras viejas. En aquel momento, mis ojos se posaron en el rostro que se aferraba a mi boca; ya no era la cara de Margot, sino el rostro de Arturo. Irradiaba una belleza difícil de describir, al igual que su maldad infinita. Su
Lo vi claramente al igual que el día, caminando a través del inmenso jardín bajo los árboles; lo seguí sin mirar atrás, me empujaba el deseo intenso de alcanzarlo. Repentinamente, él se detuvo, aún continuaba de espalda bajo la sombra de aquellas imponentes ramas, mi corazón latía tan rápido, el aroma que emanaba de su piel me descontrolaba; alcé mi mano para tocarlo, en ese instante él giró quedando frente a mí. Me sentí envuelta en el calor de su cercanía, la mayoría de los rostros desaparecían de mi memoria, incluso de mis sueños, comprendí que el suyo no había desaparecido jamás, siempre había estado ahí como un estigma. Adrián caminó hasta donde yo me encontraba, ya cerca colocó una de sus manos debajo de mi barbilla y levantó mi rostro hasta la altura de su cara, por un momento creí perderme dentro de ese hermoso mundo que eran sus ojos.—Elegida —susurró, me pendí nuevamente de su mirada; el ardor que había en esos ojos me llenaba de una infinita paz y de una increíble lujuria
Minutos más tardes, había llegado mi padre, podía oír sus pasos subiendo los peldaños de la escalera, entró a verme y saludó a mis amigas con cariño.—¿Dónde has estado? —le pregunté con curiosidad.—Estuve dando vueltas, viendo unos almacenes, a ver si conseguía algo que necesitaba; por cierto, vamos a pedir pizza. ¿Se quedan y cenan con nosotros?—¡Yo si acepto! —brincó Emily.—Me encantaría quedarme, pero ya tengo un compromiso con mis padres —se disculpó Lucy.—No te preocupes, en otra ocasión será.—¿Y qué paso con lo de comer sano? —le recordé irónicamente.—Hija, hoy es un día especial —me sonrío. Luego de la invitación mi padre salió del cuarto y con él Lucy, su madre ya había venido por ella, nos despedimos y se marchó quedándose Emily conmigo.—Sé qué hay mucho más, algo fuerte escondes.—Es cierto, tienes razón, pero en estos momentos no quiero hablar de eso.—Te entiendo.—Emily necesito que me asegures algo.—Lo que necesites Vicky.—Quiero que me prometas que pase lo qu