Capítulo 4

CAPITULO 4

Primero fuimos a la botillería, puesto que la mayoría necesitaba cigarros. Raúl compró unas latas de cerveza y tras repartir algunas nos pusimos definitivamente en la búsqueda de un lugar para divertirnos.

Nos metimos por Dardinac. Doblamos por Bombero Núñez y Juan Ignacio preguntaba casi local por local, precio de las bebidas y la entrada. González había propuesto que buscáramos tranquilos, que durante la caminata podíamos bebernos las cervezas, y por una razón muy extraña, el resto estuvo de acuerdo. Cada local de baile estaba vacío aún y algunos anfitriones nos ofrecían entrar gratis con tal de que lo hiciéramos en el acto, pero como aún no había tanta gente en el barrio producto del frío captamos que la cosa era una cuestión de oferta y demanda y seguimos buscando. Íbamos separados, y al doblar hacia Dominica calle arriba nos topamos con una muchedumbre que nos hizo juntarnos. Karla tenía frío y se arrimó a mi para que la abrazara. Traté de concentrarme en Fabián, quien conversaba animosamente con Franchesca, a quien tenía tomada del brazo. Me causaba una felicidad enorme verlo así, tan seguro de sí mismo y haciendo reír con ganas al otrora amor de su primera juventud. Estaba lleno de bares iluminados con sus letreros de pizarra anunciando sus respectivas ofertas, y tras terminar mi lata de cerveza, me di cuenta de que Karla no paraba de mirarme. Me decidí tímidamente y pasé su mano por el hombro.

— Puta que te costó abrazarme —Dijo— ¿Que onda?

— ¿Que tiene de malo?

— Por eso mismo, no tiene nada de malo. Es ir abrazados no más.

— Pero Karla…

— Tranquilo, Luis Felipe. Igual es rico volver a tenerte cerca. Aunque no me creas, te eché de menos caleta de tiempo.

— ¿Si?

— ¿Acaso no me crees?

— La verdad es que no. Tú fuiste quién me dejó. Da lo mismo en todo caso.

— Sigues siendo mala onda conmigo.

— ¿Mala onda contigo?

— O sea, sigues igual de frío. Ya no quiero que me abraces.

Se fue adelante a conversar con Cristian, cuya panza no dejaba de sorprenderme en comparación al pasado, donde era uno de los deportistas del curso y además de eso era del tipo atlético. Me sentía bastante bien, puesto que inesperadamente me relajé un poco. Vi un recinto cuyo letrero de pizarra anunciaba una banda de cumbia que había oído antes, pero que no recordaba donde. Me quedé pegado mirando al interior del local; Terraza bajo techo, un pasable escenario y buenos precios. Casi me dieron ganas de llamar al resto y proponer el lugar pero me quedé callado. Vi un colega adentro, pero el huevón no me vio y capté que ahí estaba la conexión con lo que antes había visto y oido. Si me hubiese visto lo más probable es que nos hubiésemos saludado. Fabián y Franchesca también se habían quedado parados, esperando a que yo avanzará para reunirnos con el rebaño.

—  ¿Que onda Luis Felipe?

— ¿Todo bien?— Preguntó Fabián.

— Si, hermano. ¿Ustedes todo bien?

— Mejor que nunca —Dijo Franchesca— ¿Y tu con Karla? ¿Que onda? ¿Remember?

— Lo dudo. Como que a estas alturas de mi vida, el sexo opuesto no existe para mí.

— Que eres dramático, huevón —Dijo Franchesca, riéndose —Oye Fabi, ¿De cuando acá tu amigo es tan humilde e inseguro?

— Te está hueveando— Dijo Fabián.

Velásquez me hizo un gesto así como pidiéndome que por favor dejará de tirarme tan al suelo con las cosas que decía.

—¿Y tu? —Pregunté

—¿Yo qué? —Preguntó Franchesca.

— ¿Casada? ¿Viuda? ¿Divorciada?

— ¿Acaso te importa?

— La verdad es que no.

— Que mala onda tú. ¿Y? Cuenta. ¿Que onda con Karla?

Me eché a reír.

— Que mala onda tú. ¿Y? Cuenta. ¿Que onda con Fabián?

— Me lo llevo para la casa más rato.

— ¿Y tu marido te da permiso?

Fabián se reía. Se notaba que estaba cómodo con nosotros.

— Vivo con una amiga que está solita en la casa. Si te sigues portando bien, podría presentartela.

— Te vas con nosotros —Dijo Fabián.

Habíamos perdido de vista al grupo y Fabián le hizo una seña a Franchesca, quien se adelantó a ver qué pasaba con el resto. Miré la hora en un reloj de pared que había al interior de un local de comida rápida. Si quería irme a mi pueblo estaba sonado, puesto que el último bus había pasado hace rato. Tampoco me seducía la idea de que me presentarán a alguien, puesto que mi ánimo iba y venía y estaba muy consciente de aquello y si no me hallaba en forma era mucho mejor continuar mi camino solo o en el peor de los casos con gente de confianza.

— ¿Todo bien Luis Felipe?

Estaba harto que Fabián estuviese tan preocupado por mí, pero tampoco quería ser descortés.

— Tranqui Fabi— Contesté, intentando sonreir- Está todo bien.

— ¿Seguro que está todo bien? ¿No te afectó lo que te conté denante? Por que si te sientes muy incomodo acá podríamos…

— Aguarda —Dije, interrumpiendolo.

Se nos acercaba Raúl. Daba la impresión de que estaba un poco más recuperado que antes y nos ofrecía marihuana.

— ¿Que onda hermanos míos? ¿Por qué están tan corridos? De Lucho Pipe no me extraña, ¿Pero tú hermano Fabi? Hace tiempo que no vienes para que te saque la chucha en el tenis. 

— Es que he estado ocupado con el negocio. De hecho abro a las 11 de la mañana. Yo cacho que no voy a dormir nada.

— ¿Y allá en Algarrobo no hay canchas de tenis? Podría ir a hacerte el doble 6-0 allá. ¿Has estado entrenando o no?

— Juego harto allá, con mi tío.

— ¿Como está tu tío? —Pregunté.

— Ahí está, igual que siempre. Me ha preguntado harto por ti. Me dijo que fueras cuando quisieras. Ojalá luego.

— Ya huevón. Voy mañana.

— Podríamos ir los tres, hermano Fabi —Dijo Raúl—. Yo llevo un par de raquetas más y jugamos un dobles. Yo soy con Lucho Pipe, que es más malo.

— Yo no juego tenis —Dije— Oye Fabi, estaba hueveando con eso de ir mañana. Igual me agrada la idea de ir a darme una vuelta para allá.

— ¿Cuándo podrías ir?

— Quédate hasta más tarde pues Fabi. La hago cortita con el doble 6-0 y después te vas —Dijo Raúl— Hace rato ya que no jugamos.

— Desde la última junta de curso, si no me equivoco —Le dijo Fabián.

Raúl miró al suelo, así como derrotado. Se nos acercó Karla a pedir marihuana y yo di unos buenos pasos adelante para alejarme. Fabián me siguió y decidí decirle algo que quería decirle hace rato.

— No quiero que está huevada perjudique tu amistad con Raúl.

— Ya la perjudicó —Dijo Fabián—. No hay nada que hacer.

Se oía reggaeton por todas partes, además de trap y un género musical que era una variación de la música disco de los 80, aunque extremadamente más minimalista y artificial.

— Aún estás a tiempo. De verdad que me da lo mismo si entre ellos dos hay algo o no.

El resto de nuestros compañeros estaban de pie afuera del Bar Santa Filomena. Juan Ignacio conversaba con el encargado; Tocata Ska a bajo precio en comparación a las discos buenas cuyas entradas estaban carísimas para los hombres. Discutían entre quienes querían música en vivo o música envasada o karaoke.

— Yo quiero bailar —Dijo Andrea.

— Yo igual —Dijo Cristian.

— A mí me da lo mismo —Dijo Juan Ignacio—Con tal que nos decidamos luego.

— Raúl andaba hueveando con que quería música en vivo —Dijo Franchesca— Yo prefiero karaoke.

— Yo igual —Dijo Miriam— ¿Y ustedes chiquillos?

— A mí me da igual —Dijo Fabián— Igual preferiría un lugar más como para conversar, pero me da lo mismo.

Raúl y Karla se acercaron al grupo, riéndose muy juntos, y cuando ella se dió cuenta que yo la estaba mirando se apartó bruscamente de el.

— Fabián quiere estar sentado —Dijo Franchesca— Eso quiere decir Karaoke. ¿Y tu Luis Felipe? ¿Que prefieres?

— Bacilemos música en vivo —Dijo Raúl, pasándose la mano por la nariz.

Se me ocurrió una idea en ese momento. Era algo que tenía ganas de hacer hace bastante tiempo y no se me había ocurrido ni dónde ni cuándo ni con quién y creí que esa era la oportunidad perfecta para cumplir aquel viejo anhelo.

— Voy y vuelvo chiquillos.

— ¿Donde vas? —Me preguntó Karla.

— Voy y vuelvo.

Retrocedí a un paso bastante apresurado. No fue necesario entrar, puesto que Danilo, mi colega, estaba en la calle compartiendo un pito con su banda.

— Buena hermanito —Me dijo, dándome un beso en la cara— ¿Andas carreteando por acá?

— Así es, una junta de curso. ¿Y tu en que estás?

— Aquí, esperando que llegue más gente. No podemos empezar todavía.

— No anda nadie por esta calle, hermano —Dijo un tipo que tenía pinta de percusionista.

Era una especie de sonora que mezclaba el ska con la murga la cumbia y la pachanga, estilo Auténticos Decadentes. Danilo era el tecladista, pero también salía a cantar a las micros, igual que yo. Estaban todos uniformados con guayaberas de distintos colores.

— ¿Y a cómo está la entrada?

— A tres luquitas con cover. Espera.

Danilo entró. Me fijé que el ánimo de los músicos era de perros, pese a la marihuana. Uno de ellos me ofreció y acepté agradecido. Danilo regresó con una especie de administrador, quien me preguntó cuántos éramos.

— Les hago precio —Dijo— Dos lucas y media con cover. Puede ser una cerveza de medio, un terremoto o un borgoña.

— Tengo que preguntar primero. Hay algunos que quieren karaoke.

— Pero les ponemos karaoke por mientras pues. Tiene que llegar más gente para que los cabros puedan empezar.

— Si es así voy y vuelvo.

Me estaba llendo cuando Danilo me atajó. Me volvió a pasar el pito.

— ¿Como está la peguita en las micros?

— Días buenos y días malos. Igual depende del ánimo más que nada, pero bien. Hace rato que no te veo.

— Es que me estoy salvando en el metro, hermanito. Y estoy trabajando en las puras mañanas porque con los cabros ensayamos casi todos los días.

— Que bueno —Dije—. Me alegro por ti.

— ¿Y que onda? ¿Van a entrar al final o no?-— Me preguntó la especie de administrador.

— En seguida regreso— Dije.

Llegué a las afueras del bar Santa Filomena y no había nadie. Me asomé a la esquina y vi a Raúl intentando besar a Karla, ambos sentados en un banco de cemento. Me fue absolutamente indiferente que ella lo haya rechazado y pasé de largo. Seguí andando en dirección hacia el sur y me topé al resto de la pandilla que había avanzado muy poco.

— ¿Y los chiquillos?— Preguntó Juan Ignacio.

— ¿Quienes?— Pregunté.

 — Karlita y Raúl. Fueron a buscarte.

— Ah —Dije— ¿Se decidieron al final?

— Estábamos esperándote —Dijo Fabián— ¿Que prefieres tú? ¿Bailar o cantar karaoke?

— Solo Raúl quiere música en vivo así es que está descartada —Dijo Juan Ignacio.

De forma breve y conscisa les expliqué el trato que había hecho con la especie de administrador y el panorama que se nos ofrecía.

— Me parece una excelente idea —Dijo Juan Ignacio.

— Karaoke y bailoteo, no está mal —Dijo Cristian.

Andrea y Franchesca venían casi corriendo desde la botillería que estaba en Dardinac. Traían más latas de cerveza y María José las puso al día.

— ¡Puta que buena opción! —Dijo Andrea, casi como emocionada —¿En serio está tan barato?

— Así es.

— Tenía razón este imbecil cuando decía que era un genio —Dijo Franchesca— Te pasaste, Luis Felipe.

— Consiguió baile, música en vivo y karaoke en el mismo lugar —Dijo Marlon— Muy bien, Luis Felipe. 

— Fue un estúpido y sensual rajazo —Dije— 

.Simplemente se me ocurrió que con una banda de cumbia en vivo se abarcaban dos de tres alternativas. 

— Puta que esta humilde este cabro —Dijo Franchesca— Lo desconozco.

Tras unas bromas más en tono de felicitaciones que me dieron bastante vergüenza caminamos rápidamente hacia el local. Una vez más Raúl y Karla iban a nuestro encuentro y cuando ella se fijó que yo la estaba mirando, se apartó rápidamente de el y se lanzó sobre Juan Ignacio que estaba al lado mío.

El local era bastante amplio. Tenía una barra en la cual caían unas cinco personas sentadas y la resplandeciente cantidad de botellas eran opacadas por unas plantas de interior que parecían arbustos por lo mucho que al parecer habían crecido. Las paredes eran mitad blanca y mitad celeste, y el escenario era amplio también y estaba ubicado al costado derecho según el sentido de entrada. Las mesas eran de madera antigua sin barnizar y Raúl gritó eufórico al ver un cuadro suyo colgado al lado de la puerta que daba a esa especie de terraza con pérgola que había en un patio techado.

— Cacha, Fabi —Dijo Raúl, bastante emocionado— Soy famoso hermano mío. Lucho Pipe. ¿Te acuerdas de ese cuadro?

— ¿Cual cuadro? —Preguntó Karla.

— Ese que está ahí. ¿Te acuerdas o no Lucho Pipe?

— Me acuerdo que se lo vendiste a tu cuñada. ¿Que hace ahí?

— No tengo idea, hermano mío. Voy a preguntar.

La chica que nos atendió era bastante bonita; Delgada, rubia y una cintura que competía directamente con unas facciones que eran perfectas. Franchesca era como la versión morena de ella, ojos claros incluídos y mirada arrogante. Todos pedimos terremoto tras la prolongada insistencia de Raúl con el origen de la llegada de su cuadro, quien al parecer creía que la chica tenía el deber de saber de dónde había salido aquella pintura.

— No tengo idea, amigo— Dijo la mesera.

— ¡Ese cuadro es mio! —Gritó Raúl—. Yo lo pinté. ¿Donde está el dueño de este local?

— Está ocupado,amigo —Dijo la mesera, con evidente gesto de incomodidad— ¿Algo para comer?

— Traigamos la carta por mientras —Dijo Juan Ignacio.

— Ese cuadro es mío —Insistía Raúl —Pregunta cómo llegó aquí.

La mesera se alejó rápidamente.

— Déjate de dar jugo, hermano —Dijo Cristian.

— Hay un cuadro mío aquí, Lucho Pipe, huevón. Esto no pasa todo los días.

Karla lo golpeaba con el codo.

— Salud por mi cuadro, maricón.

— Salud por tu cuadro —Dije, tras chocar el vaso.

La primera en cantar fue Karla; Gloria Trevi, típico en ella, siempre lo hizo y me hubiese sorprendido que no lo hubiese hecho. Luego vino Raúl, quien hizo una canción de Sandro, la cual le salió bastante divertida pese a las notorias desafinaciones. Como nuestra mesa lo aplaudió bastante siguió cantando, con más ganas que talento, y luego de aquello un tipo que había en otra mesa pidió el micrófono y la especie de administrador, quien también se las daba de animador, comenzó a pasar por las mesas con una libretita, anotando las canciones que pedían quienes querían cantar. Karla nos explicaba al resto que ahora era feminista y Raúl se burlaba de ella en tono de broma.

— Me cargan esas minas —Dijo Franchesca—. Nada contra ti Karlita, eso sí.

— A mi también me cargan esas minas —Dijo Miriam— No me representan.

— O sea igual está bien el feminismo —Dijo Andrea— Lo que es yo apoyo a las huevonas. El problema son esas minas que odian a los hombres.

— Está bien que luchemos por nuestros derechos —Dijo María Jose—. Pero encuentro injusto que algunas piensen que todos los hombres son malos. 

— Eso mismo, huevona —Dijo Andrea— 

Se trata de que no tenemos que depender de los huevones para ser feliz. ¿O me equivoco Karlita?

— Igual odio un poquito a los hombres. O sea, no es que los odie, de hecho soy adicta al pene. Simplemente estoy harta de que los huevones nos pasen a llevar. Por eso mismo estoy soltera.

— Yo igual, huevona —Dijo Andrea— Por eso mismo estoy soltera. Me meto con el huevón que sea cuando yo quiera.

— No se —Dijo María José—. A mi me encanta que Marlon sea tan fiel y detallista.

Miré fijamente a Marlon, quien se hizo el loco y miró para otro lado, seguramente sabía en lo que estaba pensando. Tuve un recuerdo; El famoso trabajo semestral en el cual me tocó a mí liderar la gran agencia de publicidad ficticia en la cual se tuvo que transformar el curso. Javier, un ex compañero al cual le tocó ser una especie de vicepresidente, se consiguió una casa en la playa con la mamá de Valentina, otra ex compañera de curso. Como el tipo estaba bastante chiflado y además poseía recursos económicos ampliamente superiores a los del resto, hizo un montón de huevadas, entre las cuales fueron contratar un par de chicas para satisfacer sexualmente al hombre que lo quisiese, haciendolas pasar por modelos que iban a posar para las piezas gráficas. Aún recuerdo que Jorge Durán cumplió su sueño de estar con dos minas en la misma cama a la vez, así como también Marlon, quien ya estaba con María José en ese tiempo. Solo lo supe porque una de las chicas me preguntó si la flaquita era efectivamente la novia del ecuatoriano y yo no lo pude negar. Tuve que encubrir a Marlon y al final el supo lo que yo sabía pero jamás hablamos de aquello.

— ¿Y qué opinan los hombres del feminismo?— Preguntó Karla.

— Que está bien —Dijo Fabián.

— ¿O sea que encuentras que está bien que estás minas quieran privilegios?—Preguntó Raúl, retoricamente.

— Obvio que merecemos privilegios —Dijo Franchesca—. Las mujeres somos lo máximo.

— ¿No era que no eras feminista?

— O sea no soy feminista, pero los hombres son todos unos pasteles.

— Yo opino que hay feministas que están cagadas de la cabeza —Dijo Cristian— Tengo una compañera de pega que es feminista y le pidió al gerente que la dejará supervisar solo a mujeres porque los hombres la incomodaban.

— Harto cagada de la cabeza la loca —Dijo Franchesca—. Debería hacerse ver.

— Quizá tenía un trauma— Dijo Fabián.

— Esa huevada, por ejemplo, no la comparto —Dijo Andrea—. Eso es ya estar cagada de la cabeza.

— Quizá sea un trauma —Insistió Fabián.

— ¿Y tu tatita qué opinas?— Preguntó Miriam.

— La polola de mi hermano chico es feminista —Respondió Juan Ignacio— No hablamos mucho del tema en la casa porque siempre hay peleas, pero le ha hecho bien estar con ella al compadre ese. Se volvió más responsable, esa onda. Ahora cocina, se lava la ropa y ayuda caleta en la casa.

— A eso no se le debería considerar ayuda—Dijo Fabian— Somos adultos funcionales no más y tenemos que hacer de todo.

Franchesca le puso unos ojos a Fabián que parecían de enamorada.

— Yo creo que esa huevada no debería ser tema —Dijo Raúl—. Hace rato que las minas tienen igualdad de condiciones con los hombres.

— Eso es verdad—. Dijo Andrea.

— No se para que andamos con huevadas. Las loquitas siempre han tenido ventajas para buscar pega, por ejemplo. 

Pensaba en Ramona, la madre de mi hijo. Me hubiese encantado verla allí discutiendo con mis ex compañeras de curso. La hubiesen hecho m****a y ella se hubiese defendido diciendo que el feminismo no era lo mismo que el empoderamiento de la mujer. Durante mucho tiempo pensé que el principal motivo de nuestra separación, además de no tolerar ni mi duelo ni mi mala racha, fue su feminismo, demasiado dogmático para mi gusto. Las chicas apoyaban el feminismo a su manera. Pese a todo consideraba que ninguna de ellas tenía idea de que se trataba el feminismo.

— Eso es producto de la sociedad patriarcal —Dijo Fabián—. Las feministas alegan porque eso que dijo Raúl, sobre las ventajas que tienen las mujeres para buscar trabajo por ejemplo, es algo machista. ¿Por que es machista? El jefe que la contrata está ejerciendo machismo solo por el hecho de contratar a la niña porque es mujer, por el atributo, por lo físico. No se fija si la niña tiene capacidades o no para ciertas labores específicas. 

No me quise involucrar en la conversación y me fuí al patio a fumar. Ramona solía hablar del tema con sus amigas y muy al principio, cuando no entendía mucho del tema, utilizaba argumentos similares a los de Raúl para reducirlas; Que los privilegios, que igual había mujeres violentas, que tenían ventajas para muchas cosas y huevadas similares. Mucha gente no entendía lo que era el feminismo y lo que es yo a punta de palos lo comprendí, lo cual no significaba que estuviese cien por ciento de acuerdo. Sí apoyaba que lucharan por sus cosas y me molestaba bastante que la gente se burlarse de ellas, aunque pronto comprendí que aquellas reacciones eran consecuencia directa de la ignorancia y el machismo, demasiado impregnado en nuestro código genético histórico. Estaba distraído porque pensaba en eso y alguien se puso detrás mío y me tapó los ojos. Pensé que era Franchesca y ya estaba pensando en algo pesado para decirle cuando me di cuenta de que no era ella.

— Karla —Dije— Me asustaste.

— ¿Tan fea soy ahora?

— Hay cosas que no son feas pero de las cuales uno también se asusta.

— ¿Como cual?

— No se. Da igual. Así que feminista.

— Obvio. Siempre lo fuí. Pasa que ahora ya no me da vergüenza decirlo.

— ¿Porque está de moda?

Karla se echó a reír. Yo creo que ella sabía que aquella venenosa pregunta tenía algo de verdad. Continúe:

— ¿De cual feminista eres?

— ¿Como de cual?

— ¿Radical o liberal?

— No cacho cual es cual. ¿Cual es la diferencia?

Juro que no quería burlarme pero no pude  porque me reí a carcajadas.

— ¿De que te ríes? Ya pues, ¿Cual es la diferencia?

— Prefiero que está conversación llegue hasta aquí no más.

Continúe riéndome. No podía parar. Por un minuto creí que ella era feminista de verdad y tuve la suerte de que ella también se rió. Al menos se reía de mi risa, un falsete hacia dentro que hace mucho tiempo que no me salía. Me imaginé a Ramona observando la escena y dejé automáticamente de reírme.

— Discúlpame Karla, por favor. Es que no podía parar de reírme.

— Pero si no te he dicho nada. ¿Por qué me estás pidiendo disculpas?

Acto seguido fue ella quién se echó a reír con esa risa muy barítono que tenía y que no había cambiado en nada. Yo me puse serio; Si aquella escena la hubiese vivido Ramona, yo cacho que me muele a palos.

En realidad Karla no se había sentido ofendida en ningún momento y es más, cuando eramos pareja ella solía reírse de las personas que yo me burlaba, incluso de ella misma. Ella también se burlaba de mi y yo también me reía de ella y de quienes se burlaba ella.

— En fin —Dije— Tiempo que no me reía de esa forma.

Nos quedamos mirando fijo. Viejos olores, algunas nostalgias. Pensaba que hubo varios años en los cuales soñé con ese momento. Me di vuelta en dirección a la mesa y ella igual, y al ver que Fabián Velásquez nos sonreía, ella me tomó del brazo y me llevó a la mesa de la terraza más lejana a la puerta que daba al espacio principal del recinto. Nos sentamos y ella me ofreció un cigarro de los suyos.

—¿Que onda Fabián? —Preguntó Karla— ¿Por que nos miró así?

— No tengo ni idea.

— Como que si estuviese contento de que nosotros dos estemos conversando.

— Tal vez cree que aún estoy enamorado de ti.

— ¿Y lo estás?

— Eso nunca se sabe.

Karla se había llevado consigo su vaso de terremoto y decidió compartirlo conmigo. El mío había quedado en la mesa.

— Así es que tuviste un hijo —Dijo Karla—. Todavía me acuerdo que quería tener un hijo contigo y me da vergüenza recordarlo. Tu no querías ser papá.

— Es que igual, con la mamá de mi hijo llevábamos más de dos años viviendo juntos…

— Tampoco nunca quisiste vivir conmigo, maldito. Creo que por eso te dejé. ¿Y? ¿Sigues con la mamá de tu hijo?

— La verdad es que no.

— ¿Y por que terminaron?

— No quiero hablar de eso, la verdad. Cuéntame de ti. ¿En que estás?

— Cesante. Tatita me consiguió pega en el aeropuerto y duré como cuatro años. Me echaron hace dos meses. Recibí una buena indemnización y como había ahorrado harto ahora estoy súper tranquila. Tengo como para vivir hasta fin de año.

— Tampoco ejerciste entonces.

— Por lo menos me titulé. No como otros.

— Tranquila comadre. Tampoco lo dije con el afán de minimizarte.

— Si sé, tonto. Puta que andas sensible.

Me tomó la mano. Me daba vueltas y vueltas en la cabeza aquella idea de que todo aquel presente no era nada más que un sueño del yo del pasado. Me miraba y sonreía, con la misma actitud que tenía cuando estábamos comenzando con nuestros primeros besos.

— Me imagino que te va bien cantando en las micros —Dijo— Tu show es buenísimo.

— Antes me iba mejor. Ahora no se. Algo pasa. Algo hay que arreglar.

— ¿Por que no me buscaste cuando terminamos?

Tenía ganas de ir a buscar mi vaso, pero al mismo tiempo no quería enfrentarme a las miradas del resto.

— ¿Que importa eso ahora?

— Nunca más supe de ti. Cuando se murió tu abue yo estaba en el norte. Te juro que si me pedías que fuera pescaba el primer avión. Tu prima me dijo que no querías hablar con nadie. ¿Cómo estás de eso?

— Aquí, acostumbrándome. El dolor no se va. Hay que vivir con el no más, onda hacerse amigo del dolor. Hay que esperar que el hijo de puta se aburra y se vaya.

Tras echarse a reír nuevamente, sacó su mano de donde estaba y comenzó a tocarme el pelo. Luego me acarició la cara. Posteriormente volvió a mis manos.

— ¡Lucho Pipe! —Exclamó Raúl, que apareció de la nada— Te toca cantar.

— ¿Y quien te dijo que iba a cantar?

— Le toca a un loquito que va a cantar Creedence. Te elegí Don't look back in anger.

— Maricón culeado —Le dije sonriendo— Sabes que no llego al tono.

Me puse de pie y entré, pensando que con mi actitud reciente ellos no iban a sospechar lo que ellos no querían que yo supiese pero que ya sabía. Había llegado más gente y en nuestra mesa habían unas jarras con más terremoto. El helado de piña de mi vaso se había derretido y el color del vino blanco con el de la granadina se habían fusionado, dándole al terremoto un tono rosado pegajoso, para nada refrescante. Karla entró y se sentó al lado mío, depositando su cabeza en mi hombro por breves instantes. Marlon me chocó su vaso para hacer brindis.

— ¿Y? Luis Felipe. ¿Has visto fútbol?

— La verdad es que nada, Marlon. Cada vez odio más el fútbol moderno. Con cueva vi los partidos de Chile en la copa América. Además que no tengo ni tele.

— Está fome el fútbol ahora, eso es verdad-— Dijo Cristian.

— ¿Y has seguido jugando?

— Mira el estado físico de m****a que tengo —Dijo Cristian, riéndose de sí mismo-—Soy pura pega ahora. ¿Y tú hermano?

— Nones.

— ¿No ves nada de fútbol? —Preguntó Marlon.

— Igual miro viejos partidos por internet- Dije.

— Yo igual hago eso, pero solo goles —Dijo Cristian— De repente el CDF pasa los partidos de Colo Colo 2006.

— No hay que desmerecer a los jugadores de esta época —Dijo Marlon— ¿O acaso no vieron el mundial de Rusia?

— Eso sí que no —Dije—. Los mundiales de fútbol no me los pierdo ni cagando. Tuve la suerte de estar en la casa para el Japón- Bélgica.

— Partidazo ese —Dijo Cristian— 

Lo vi en la pega. Era domingo y me tocó trabajar ese día.

Me hice el huevón con Don't look back in anger. No quería cantar. La especie de administrador que se las daba de animador apagó el equipo de karaoke y la banda comenzó a probar sonido. Había llegado más gente. Las chicas aún seguían hablando de feminismo.


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