«Capítulo Vigésimo Primero»Me termine de bañar en un cuenco que prepararon para mi. Me relaje en la tina mientras escuchaba a las alimañas moverse. El agua resbalaba por mis codos al apoyarlos a cada lado. Su goteo relajante me dejó descansar un momento antes de la tormenta.El rey se sentó en su silla, el consejero estaba haciendo un recuento de los aldeanos y quejas que aparecieron en las últimas semanas sobre la pérdida de cosechas. Los animales de granja también morían por pestes extrañas, el agua tenía sabor y olor a azufre; su composición había cambiado y dejó de ser agradable a pasar de forma raposa por la garganta.Se decidió traer cosechas de otro lado. Al menos, así podrían mantener al pueblo tranquilo y una reducción de impuestos a los granjeros de la zona. Sin embargo, el precio de alimentos traídos del exterior les daba un valor mucho más alto.Cuando escuchó que Anna tenía los grimorios, no lo creyó. Al abrir el baúl donde estaban guardados eran visibles para él. Entonce
«Capítulo Vigésimo segundo»Anna…¿Por qué me traicionas? ¿Quién era ese tipo de aquel espejo? No lo entendía. De verdad, no sabía lo que significaba.Cuando despertó le habían limpiado la sangre del cuerpo, pero su cabello aun seguía con tintes rojizos y se sumergió en el agua. Deseaba terminar pronto la estúpida campaña y regresar. Siempre fue un muchacho seguro de sí mismo. Sin embargo, esta vez sintió muchos celos. ¿Y si ella ya se había olvidado de él y se enamoró de otro? Se lo preguntaba a menudo con dolor. Hace un tiempo sintió que ella estaba con alguien. No fue placentero, tal vez doloroso. Las cartas que le enviaba no eran respondidas por lo que optó por escribirle a Mabelle. Él se quedó allí un rato. Obsesionado con saber ¿Quien aprovechaba su ausencia? Le perdonaría todo a Anna si le prometía casarse con él de inmediato. Solo que la guerra no parecía cesar. Su hambre de sangre tampoco. Había un poder en él que era más fuerte. No sabía si era algo natural porque no le ay
«Capítulo Vigésimo tercero»El suelo de la torre, aquellos ladrillos de piedra rojiza se derrumbaron dejando a penas la escalera que daba a la parte superior de la torre y las puertas al abrirse dejaban entrar a un pozo oscuro por el que la parvada de aves bajaron mientras se metían como una ola hasta ir a la profundidad y luego, la tierra se removió, un túnel oscuro y tenebroso se formó retorciéndose como una red oscura de raíces que empezaron a florecer. Un sin fin de espigas de rosas que deje atrás. El camino daba a las catatumbas, al espejo que palpitaba como mi corazón y llamaba, me gritaba que fuera a nuestro apreciado encuentro. Mi plumaje se hizo un vestido de sedas negras, resurgí como una rosa de entre las aves que se pegaban a mi e iban materializando mi carne. Mis ojos fueron fijos a aquel reflejo encantador, una sonrisa salió de mis labios de un carmín profundo.“Te esperamos”. Susurró aquel espejo de proporciones descomunales mientras me acercaba. Ya no tenía los ojos
«Capítulo Vigésimo Cuarto»Los gritos de las sirvientas alteraron a todos en el castillo. El príncipe Vincent fue el que con una valentía exorbitante igualada a su orgullo fue escaleras abajo. Empuñaba el metal reflejante, siguió el camino de sangre, los cuerpos en el suelo de un par de empleados y Agnes iba detrás de los soldados con la veladora en su mano. Se horrorizó al ver una criatura rubia que levantó la vista mucho antes de que la princesa entrará. Se le escapó de forma veloz en risillas que se perdieron en el espacio. De hecho, él alcanzó a ver un poco su figura desaparecer debido a su vista de licántropo. Los cuerpos estaban cortados, lacerados a profundidad y mordidos por todas. Algunos no tenían sangre y debido a eso, la piel era blanquecina.—¡De inmediato, muévase a la habitación de la bruja! —Un vampiro en el castillo era algo impensable. Pensó que todo era obra de Anna. Corrió a la habitación donde se suponía estaba la bruja. Cuando intentó abrir la puerta le fue impo
«Capítulo Vigésimo Quinto» Una niña salió del capullo con sus dedos que escarbaron entre la fangosidad de liquido negro. Su mano fue la primera en salir, los ojos de su padre estaban tan abiertos como era posible al ver a su pequeña impulsarse fuera de ese bulto, se le desprendía aquel líquido hasta estar frente a él. No lo creía posible, ni siquiera remotamente creíble. Su sed de sangre se neutralizó debido a que tenía a la persona que más extrañaba frente a él. Había perdido su alma, pero le parecía que en realidad fue recuperada al verla. —¿Padre? — susurró. Él estaba arrodillado, con las manos temerosas de acercarse y tembló. Me paré detrás de la pequeña, hice con un movimiento de mi mano para que Klara le pusiese una capa encima. Le acarició suave el cabello y lo miré por lo alto.—He cumplido mi promesa. —¿Está viva? —La abrazó con cariño, con un anhelo eterno. —¿Cómo? —Se levantó, cargaba a la chiquilla. —La magia puede ser usada para muchas cosas, Adrian. —Junté mis manos
«Capítulo Vigésimo Sexto»Pasaron tres años desde ese incidente. Camine con paso sereno por la nieve que se teñia de negro debajo de mi. Tenía mis manos juntas mientras Klara iba detrás, junto a Adrian. Desde ahora eran mi par de protectores.Aunque le insistí a mi subordinado de que ya no debía usar más su sotana, decidió continuar usándola. Desde su transformación, en el momento en que recuperó a su hija yo sabía que me sería leal. Mi primo, que era todo un caballero de armadura oscura y capa que ondeaba en el viento vino a nuestro encuentro. Me besó los nudillos con una sonrisa. —Condesa.—Príncipe. —Me incliné muy suave, me quedé callada para escucharlo hablar.—Como te he prometido… — Con su dedo pulgar mandó a traer una cesta cerrada. Al abrirla, había una bolsa con sangre. Supuse a simple vista el contenido. Era la cabeza de uno de los príncipes de Habsburgo que había traicionado a mi familia. —¿Qué hay del grimorio? —Alce una ceja a la expectativa, se derrumbó en cuanto vi su
«Capítulo Vigésimo Séptimo» La princesa Agnes tomó entre sus dedos la vela. Realizó con un apuro inminente un hechizo, sus labios murmuraban en una lengua antigua. Protegería a todos en el castillo del que la malvada bruja había tomado posesión. Se le entregaron cabellos de Anna y una pertenencia de ella, de Klara y de el sacerdote que siempre la acompañaba. Al final, hizo que le entregaran sangre del padre de Vincent porque usaría su linaje para hacer un mal peor a sus enemigos. Las reglas del juego serían diferentes. El rey estaba con un miedo absurdo a los sonidos fuertes del fuego que avivó cuando se quemó cada objeto de la bruja y sus ayudantes. Lo último, un pedazo del capullo de la pequeña niña que causaba las terribles alucinaciones y sueños de todos. —¿Funcionó? —inquirió, Vincent. Con cara preocupada. Atento porque no parecía suceder en absoluto nada. Su esposa asintió, no dijo nada por la concentración. Además, sabía el precio de usar esa magia. Durante estos años no lo
«Capítulo Vigésimo Octavo»Velkan ha sido cortado por el filo de una espada enemiga. Su cara inexpresiva se sostiene a pesar del dolor que hay en su costado. Los tres años lo han endurecido para ocultar su ser oculto. Ese interior dulce, de un muchacho sentimental solo lo deja ver, lo reserva para Anna.Pronto la verá. No va a morir de forma estúpida. En la tienda es curado por médicos, su atención está centrada en él. Bebe un delicioso vino mientras terminan de vendar sus heridas. No podrá irse tan rápido como desea.Anna, Anna, Anna... solo piensa en verla.Me transformé en serpiente, me metí bajo la sombra de un árbol para no arder. No sé cómo ha sucedido. Mis planes para matar al rey deben esperar a la noche.El rey no recibe ninguna visita. Se queda todo en día sin creer que su esposa esté con él. Analiza los cabellos castaños, el cuerpo desnudo que reposa bajo las sábanas.Le sonríe al despertar por la penetrante mirada de su esposo. —Buenos días —dice con voz cantarina. Ella se