Todo se volvió oscuro sin embargo, nada dolía, el ruido externo continuaba pero ella no lo escuchaba, las gotas de lluvia, que aún eran delicadas, rozaban su piel, su ropa y su cabello, pero ella nada sentía. Unas pocas personas se amontonaron a su alrededor, solo aquellas que contemplaron la fatal escena.
De pronto veía en sus pensamientos a Arturo, el hombre del Bar, lo vio derrumbado, perdido, desolado en la gravedad de las injusticias. Sintió una punzada en el corazón, su respiración volvió, abrió los ojos con rapidez. Se levantó con lentitud para lo que acostumbraba, pero con agilidad para los que esperaban lo contrario.
—¡Señorita, ¿se encuentra bien? —preguntaban las personas a su alrededor.
—Sí —respondía mirándose, se sentía confundida mentalmente, pero su cuerpo se sentía increíblemente bien.
Anduvo por las calles, mirando todo a su alrededor, cuidándose de los autos con conductores poco prudentes, recordando y reviviendo una y otra vez las imágenes
Elina se ocultó en el almacén oscuro, cuando los traidores hombres salieron, sintiendo que su felicidad por tener razón, se ofuscaba por la idea de que todo estaría perdido en poco tiempo.—¡Cómo rayos pude ser tan ciega! —se gritó mientras golpeaba la pared con su mano.Cuando se calmó y tuvo la capacidad de salir sin que nadie la viera, se encaminó a su habitación, cerró la puerta tras de sí y se asomó por la ventana decorada con finas cortinas blancas, observando pues, como se alejaba el traidor a su Reino, o al menos el traidor a la verdad.En ese momento no había lugar para dudas en Elina, no pensaba en sí debía involucrarse o no, meditaba sobre qué hacer para que aquel hombre, el heredero legitimo al trono de Reino Unido, no fuera condenado y sepultado como terminaban todos sus antepasados.Dio vueltas de una lado a otro,
Isabel yacía sentada frente a su antiguo tocador de fina y reluciente madera, mirándose en el espejo como otras tantas veces. Se veía perdida entre la laguna de pensamientos que la abrumaban y hostigaban, tocando su piel arrugada y suave con las yemas de sus dedos. Pensaba en lo que era su nación ahora, en lo que el Reino se había convertido, recordaba todas las guerras, los combates, los desastres y las reformas que habían dañado a tanta gente, se preguntaba si no hubieran existido tantas calamidades con el rey que decían legítimo, en el trono. Detestaba verse como la enemiga de todo lo que amaba, pero aborrecía más el verse obligada a abandonarlo todo para que alguien más tomara el mando.¿Qué diría su padre?, ¿qué diría su abuela la Reina Madre?, y más importante aún, ¿qué quería ella en realidad?De tal for
En el auto, Isabel y Elina no tenían idea de que palabras expresar, o si debían hablar siquiera, pero la segunda creyó que necesitaba mencionar lo sucedido…—¿Por qué lo dejaste libre? —le preguntó en tono cálido y suave, para no dañar más la mente y desbordar las emociones de su amiga.—Yo creo que dice la verdad, él no sabe quién es, por lo tanto no es un peligro. ¿O tú crees otra cosa?—No, yo vi en sus ojos la terrible desesperación que sentía porque le creyeran, no mentía, lo cual no sé si es peor o mejor.—¿A qué te refieres?—¿Tienes idea de lo que se siente no saber de dónde vienes, quién es tu familia o siquiera si el nombre que usas es el que tus padres eligieron?—¿Crees que sería mejor si él osara de luchar po
Los conspiradores en esta historia son muchos, cada uno confabula el plan que necesita para defender sus intereses, la cuestión aquí es, ¿quién trama y ejecuta sus planes para bienestar propio y quién para el bienestar ajeno?, ¿podríamos decir que incluso el bienestar propio estuviera íntimamente ligado al de los demás? Todo depende del papel que se tenga que jugar, por el momento, Mackenzie ya tenía todo previsto para que Arturo no pudiera volver a la libertad, en su propio cuerpo.Elina, quien seguía en el palacio, pudo notar que algo en el semblante de Michael no era del todo confiable ante la petición de Isabel sobre Arturo; fue así como decidió seguirlo de cerca y escuchar hasta la más íntima conversación. No fue necesario esperar mucho tiempo, ya que al poco rato de seguirlo, escuchó como recibió una serie de documentos
Para Mackenzie, todo se desarrollaba a su voluntad, moviendo hilos aquí y allá, La Reina nunca sospecharía sobre lo que ocurriría aquella noche.Trasladó a Arturo hasta la oficina donde había sido interrogado la primera vez, lejos de cualquier entrometido que pudiese cuestionar sus acciones. Esperó con gran paciencia el momento acertado para actuar. Arturo, mientras tanto, permanecía dormido, drogado por un líquido que le traspasaba la piel cada que deseaban moverlo; sabían que era un oponente digno de dar una ardiente y dura batalla si él permanecía despierto, y era algo que no deseaban enfrentar. Jugaban sucio, si a este conjunto de acciones, se le puede llamar “un juego”.Al llegar a la oficina, y ser atado como la ocasión anterior, Mackenzie lo despertó con poca amabilidad…—Mi estimado Arturo —dijo en tono burlón—, es
El velo que cubría el rostro y la visión de Elina, se esfumó de un instante a otro. Parpadeó para acoplar sus ojos a la luz de aquel lugar, y más que nada, para examinar a quien tenía enfrente.—Así que dices conocer al legítimo rey, ¿cierto? —habló el hombre que yacía sentado cómodamente, cercano a la puerta por la que había cruzado antes.—Sí —contestó mientras le quitaban el lazo de las manos.—¿Cuál es tu nombre?—Elina, Elina Swan.—Muy bien Elina, y ¿cómo es que conoces al legítimo rey? —interrogó dudoso de lo que le exponían.—No lo conozco íntimamente, solo sé que es dueño del Bar al que asisten y que su nombre es Arturo —respondió observándolo, escudriñando en el hombre, sus faccio
La luz, que aunque tenue, deslumbraba entre la oscuridad como la luz que avivó su valor y alentó sus corazones. No importaba ya cuanto miedo tenían sobre el futuro o la verdad, aquello que estaban por hacer, cambiaría sus vidas por completo.—Muy bien, hay que darnos prisa —indicó Keane.—Eso servirá —añadió Andrew, señalando al cielo que tronaba nuevamente.—Quédate aquí —le dijo el hombre mayor a Elina, quien agradecía no tener que escalar la reja ni sentirse como una criminal.—De acuerdo.—Si algo sale mal, corre; si te atrapan esto no tendrá marcha atrás.—Suerte —les alentó, a pesar de que no creía en la suerte, pero creía en los buenos deseos.Los vio alejarse, adentrándose en la oscuridad interrumpida por los rayos, haciéndole olvidar to
El alba despuntaba cuando aquellos delincuentes ingresaban a su guarida, se les puede llamar delincuentes porque así es como el mundo los juzgará en ausencia de la verdad, así es como los héroes primero se vuelven mártires.Mackenzie y sus hombres se levantaron llenos de ira, pero su dolor tanto externo como interno, les hizo descansar y premeditar su siguiente paso.—¿Qué quiere que hagamos jefe? —cuestionó Brown en voz baja, para no avivar el coraje de aquel al que preguntaba.—¿Quiere que limpiemos este desastre antes de que alguien llegue? —prosiguió Johnson, tomando unos papeles que yacían en el piso después de haber volado por los aires con la batalla de hacía unas horas.—Deja eso —respondió con voz fúnebre, posando la mirada en la nada, colocando un vaso con hielo en su sien.—Enton