La Resistencia

Para Mackenzie, todo se desarrollaba a su voluntad, moviendo hilos aquí y allá, La Reina nunca sospecharía sobre lo que ocurriría aquella noche.

Trasladó a Arturo hasta la oficina donde había sido interrogado la primera vez, lejos de cualquier entrometido que pudiese cuestionar sus acciones. Esperó con gran paciencia el momento acertado para actuar. Arturo, mientras tanto, permanecía dormido, drogado por un líquido que le traspasaba la piel cada que deseaban moverlo; sabían que era un oponente digno de dar una ardiente y dura batalla si él permanecía despierto, y era algo que no deseaban enfrentar. Jugaban sucio, si a este conjunto de acciones, se le puede llamar “un juego”.

Al llegar a la oficina, y ser atado como la ocasión anterior, Mackenzie lo despertó con poca amabilidad…

—Mi estimado Arturo —dijo en tono burlón—, es

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