La noche se avecinaba, el día nublado no dejaba divisar entre el atardecer y la penumbra de la noche.
Arturo, Tomas y Cristian, un trío de hermanos de diferente sangre, se ocultaba en la vieja casa de Cristian; aquella pequeña estructura acogedora de curioso estampado, donde hacía algún tiempo, había vivido con su esposa. Ahora casi no residía allí, sentía el vacío que ella había dejado cuando se marchó.
Arturo yacía sentado frente a las tenues brasas de la chimenea, contemplando a la llamas danzando, absorto en el crepitar del fuego. ¿A dónde iría?
Podía tomar un tren junto con sus amigos, escapar al primer pueblo que los recibiera, y esperar hasta que todo se calmara. Todo ese plan sonaba razonable sin embargo, la opresión latente en su pecho no le dejaba en paz, le gritaba a cada instante que era un cobarde, que estaba huyendo, q
—¿Qué se supone que haremos ahora jefe? —preguntó Andrew.—Tenemos que buscar otro lugar, este escondite ya no es seguro —murmuraban en una esquina de la habitación, mientras Tomas y Cristian se amontonaban junto al fuego y sentían su desolación.—Sí, ¿pero a dónde iremos? Este lugar es nuestra mejor guarida —insistió Connor.—Te quejas demasiado, ¿ya olvidaste donde dormían nuestros bisabuelos y tatarabuelos? —pregonó Keane.—¿Quieres volver a las cuevas? Estas princesitas apenas y toleran este lugar.Elina escuchaba la discusión desde la distancia, con atención. “Las cuevas”, le trajo una idea considerable.—Hay un lugar entre Derbyshire y Nottinghamshire; Creswell Crags —les señaló, interrumpiéndolos. La miraron perplejos, esperand
—Buen día jefe. No hay rastro del joven…, de la sabandija —expuso Johnson con respeto y cuidado.—¿Hicieron lo que les pedí?—Así es.—No quedó nada de ese viejo y anticuado Bar —añadió Brown, intentando complacer a Mackenzie.—¿Y no apareció? —cuestionó mirándolos a los ojos, inspirándoles temor.Ellos se miraron cual cómplices y respondieron firmemente—: No.—Bien, sé que lo hará. Retírense y esperen instrucciones.Ya en su auto, concluyeron que era mejor mantener la verdad para sí mismos, después de todo, lo habían visto arribar al lugar, no iba solo, y cuando intentaron seguirlos, terminaron por perderse entre las viejas y peligrosas calles.Suerte o destino, nadie logró ponerse de acuerdo en cuál de las dos, hab&
—¿Qué es lo que has hecho hijo?—Lo siento papá, no pude evitarlo.—Jamás te debí aceptar aquella noche —reclamó el viejo hombre con rostro sudoroso y tétrico.—Lo lamento, no fue mi culpa —sollozó Arturo.De pronto, el rostro conocido de su viejo padre, fue remplazado por el de otro sujeto: con cabellera castaña, ojos claros como el agua y rostro que inspiraba un carácter fuerte.—Despierta Arturo —le dijo desde la lejanía. Él no comprendía nada, la incógnita sobre quien era ese hombre y lo que significaban sus palabras, pintó su rostro.—¡Despierta Arturo! —le gritó está vez, apareciéndose bruscamente frente a él, sacudiéndolo con fuerza.Arturo se despertó sobresaltado y aturdido, mirando a su alrededor, preguntándo
De regreso, el camino se transitó en un silencio reparador; nadie decía nada y eso ayudaba a calmar los dolores de la mentira, la evasión y el escondite. ¿Por qué aliviaba estos dolores? Simple y extraño, a veces el hablar implicaba expresar todos aquellos pesares de los que ahora eran compañeros. El silencio los acercaba, sabiendo perfectamente qué se sentía perder todo lo que antes se creía propio. Sin embargo, uno permanecía renuente, mientras que por el contrario, Elina sentía algo de dicha, con un temor que cada vez se desvanecía más y más.—¡Díganme que trajeron el libro! —exclamó Keane, cuando los vio llegar con aspecto acongojado y sucio.—Aquí está, ¿ahora qué? —replicó Arturo, colocando el libro sobre la mesa.—Ahora descansen, mañana veremos qu
Mientras los demás preparan todo lo considerado necesario para el viaje y el allanamiento, Tomas, Cristian y Andrew se adelantaron para inspeccionar la casa Wessex.—Está vacía, de no ser por los dos guardias perezosos que se mantienen en las afueras, la casa podría pasar por abandonada —expuso Andrew.—Excelente, no habrá problema entonces —dijo Arturo, manteniendo su serenidad intacta.—¿No hay cámaras? —cuestionó Elina, con objetividad.—No, revisamos cada esquina, no había ninguna —respondió Tomas.—Suena muy sencillo, los Wessex no mantendrían todos sus tesoros sin la debida protección —replicó.—Tal vez se creen intocables, o que nadie se atrevería a entrar a su propiedad —insinuó Cristian.—Como sea, es hora de irnos —ordenó Keane.
Habían logrado el cometido, después de un gran esfuerzo y de mucho valor. Ahora el cansancio les abrumaba, demasiado como para volver hasta las cuevas; por lo que decidieron quedarse a descansar en la vieja casa de Tottenham.Cada uno se recostó, fantaseando en la próxima travesía, creyendo ingenuamente que la ganarían de una forma u otra. Casi todos pensaban así, todos exceptuando a Arturo. Él aún guardaba un rencor en su alma, él deseaba mantener ese dolor carcomiéndolo para darse el valor de hacer lo que debía hacer. Había visto a Mackenzie sentado en aquella mesa, reunido junto a las personas que destruían a la nación, al reino y aun así se vanagloriaban de hacer lo mejor por él. Lo vio, disfrutando de lo que otros solo podían soñar, sin merecerlo, y decidió que acabaría esa batalla él solo.Salió de
Al proclamar el alba su aparición, todos despertaron y se apresuraron a partir no obstante, la habitación de Arturo mantenía la puerta cerrada. Cristian entró, con la firme intención de levantar a su amigo y ayudarle a prepararse para salir. Entonces el miedo y la incertidumbre apesadumbraron el corazón y la mente de todos en la casa.—¿A dónde rayos fue? —interrogó Keane, molesto y angustiado.—No lo sé, lo buscaremos —propuso Tomas, seguido de Cristian. Andrew y Connor hicieron lo propio, cada grupo tomó rutas diferentes, visitó lugares conocidos y desconocidos, preguntaron a extraños y a viejos amigos, pero nadie lo había visto. Incluso regresaron a las ruinas tristes y desoladas del Bar; no había nadie, ni siquiera un leve rastro de él.Elina cerró los ojos, buscando la conexión que en algún momento hab&
Isabel se marchó como había sido petición insistente del Secretario de Seguridad no obstante, antes de partir, la Princesa Margarita confabuló un plan para que su hermana La Reina se reuniera secretamente con el detective Smith.—Muchas gracias por acceder a la reunión tan súbitamente Señor Smith. Desconozco si mi hermana la Princesa Margarita lo puso al tanto de la situación.—Solo me pidió absoluta discreción, la cual siempre manejo, y debido a que se trata de La Familia Real, pues procederé con mayor cautela.—Le agradezco. El asunto es bastante delicado en realidad, me gustaría que siguiera los pasos del Secretario Mackenzie y me dijera con toda franqueza qué es lo que hace durante estos días, averigüe si hay algo fuera de lo usual.—¿Qué está buscando exactamente Su Majestad? —cuestionó de ma