—¿Qué es lo que has hecho hijo?
—Lo siento papá, no pude evitarlo.
—Jamás te debí aceptar aquella noche —reclamó el viejo hombre con rostro sudoroso y tétrico.
—Lo lamento, no fue mi culpa —sollozó Arturo.
De pronto, el rostro conocido de su viejo padre, fue remplazado por el de otro sujeto: con cabellera castaña, ojos claros como el agua y rostro que inspiraba un carácter fuerte.
—Despierta Arturo —le dijo desde la lejanía. Él no comprendía nada, la incógnita sobre quien era ese hombre y lo que significaban sus palabras, pintó su rostro.
—¡Despierta Arturo! —le gritó está vez, apareciéndose bruscamente frente a él, sacudiéndolo con fuerza.
Arturo se despertó sobresaltado y aturdido, mirando a su alrededor, preguntándo
De regreso, el camino se transitó en un silencio reparador; nadie decía nada y eso ayudaba a calmar los dolores de la mentira, la evasión y el escondite. ¿Por qué aliviaba estos dolores? Simple y extraño, a veces el hablar implicaba expresar todos aquellos pesares de los que ahora eran compañeros. El silencio los acercaba, sabiendo perfectamente qué se sentía perder todo lo que antes se creía propio. Sin embargo, uno permanecía renuente, mientras que por el contrario, Elina sentía algo de dicha, con un temor que cada vez se desvanecía más y más.—¡Díganme que trajeron el libro! —exclamó Keane, cuando los vio llegar con aspecto acongojado y sucio.—Aquí está, ¿ahora qué? —replicó Arturo, colocando el libro sobre la mesa.—Ahora descansen, mañana veremos qu
Mientras los demás preparan todo lo considerado necesario para el viaje y el allanamiento, Tomas, Cristian y Andrew se adelantaron para inspeccionar la casa Wessex.—Está vacía, de no ser por los dos guardias perezosos que se mantienen en las afueras, la casa podría pasar por abandonada —expuso Andrew.—Excelente, no habrá problema entonces —dijo Arturo, manteniendo su serenidad intacta.—¿No hay cámaras? —cuestionó Elina, con objetividad.—No, revisamos cada esquina, no había ninguna —respondió Tomas.—Suena muy sencillo, los Wessex no mantendrían todos sus tesoros sin la debida protección —replicó.—Tal vez se creen intocables, o que nadie se atrevería a entrar a su propiedad —insinuó Cristian.—Como sea, es hora de irnos —ordenó Keane.
Habían logrado el cometido, después de un gran esfuerzo y de mucho valor. Ahora el cansancio les abrumaba, demasiado como para volver hasta las cuevas; por lo que decidieron quedarse a descansar en la vieja casa de Tottenham.Cada uno se recostó, fantaseando en la próxima travesía, creyendo ingenuamente que la ganarían de una forma u otra. Casi todos pensaban así, todos exceptuando a Arturo. Él aún guardaba un rencor en su alma, él deseaba mantener ese dolor carcomiéndolo para darse el valor de hacer lo que debía hacer. Había visto a Mackenzie sentado en aquella mesa, reunido junto a las personas que destruían a la nación, al reino y aun así se vanagloriaban de hacer lo mejor por él. Lo vio, disfrutando de lo que otros solo podían soñar, sin merecerlo, y decidió que acabaría esa batalla él solo.Salió de
Al proclamar el alba su aparición, todos despertaron y se apresuraron a partir no obstante, la habitación de Arturo mantenía la puerta cerrada. Cristian entró, con la firme intención de levantar a su amigo y ayudarle a prepararse para salir. Entonces el miedo y la incertidumbre apesadumbraron el corazón y la mente de todos en la casa.—¿A dónde rayos fue? —interrogó Keane, molesto y angustiado.—No lo sé, lo buscaremos —propuso Tomas, seguido de Cristian. Andrew y Connor hicieron lo propio, cada grupo tomó rutas diferentes, visitó lugares conocidos y desconocidos, preguntaron a extraños y a viejos amigos, pero nadie lo había visto. Incluso regresaron a las ruinas tristes y desoladas del Bar; no había nadie, ni siquiera un leve rastro de él.Elina cerró los ojos, buscando la conexión que en algún momento hab&
Isabel se marchó como había sido petición insistente del Secretario de Seguridad no obstante, antes de partir, la Princesa Margarita confabuló un plan para que su hermana La Reina se reuniera secretamente con el detective Smith.—Muchas gracias por acceder a la reunión tan súbitamente Señor Smith. Desconozco si mi hermana la Princesa Margarita lo puso al tanto de la situación.—Solo me pidió absoluta discreción, la cual siempre manejo, y debido a que se trata de La Familia Real, pues procederé con mayor cautela.—Le agradezco. El asunto es bastante delicado en realidad, me gustaría que siguiera los pasos del Secretario Mackenzie y me dijera con toda franqueza qué es lo que hace durante estos días, averigüe si hay algo fuera de lo usual.—¿Qué está buscando exactamente Su Majestad? —cuestionó de ma
Arturo junto a sus aliados y amigos, abandonaron los viejos túneles rápidamente, temiendo que colapsaran por el temblor que había azotado toda la isla; de tal forma que poco a poco, roca a roca, ladrillo por ladrillo, sepultaron los vestigios que alguna vez habían representado la alianza entre los magos y los hombres, borrando el linaje Pendragon de la oscuridad. Sin embargo, no había porque entristecerse, puesto que ese linaje oculto bajo escombros, moho y polvo, ahora se levantaban con valor y fuerza, comandados por el mismo Rey Pendragon, cargando consigo el poder de la vida, es decir; la magia natural y la magia mundana.Isabel recibió aquel inefable llamado de la tierra, retumbó a su lado, traspasando las plantas de sus pies y cimbrando su corazón. Poco después, recibió las noticias de su Secretario, y al terminar de escuchar tan aberrantes exposiciones, optó por volver
A la mañana siguiente, de un modo u otro lograron enterarse de todo lo que sucedía a lo largo de la isla, en especial del temblor que sacudió la vida de cada habitante en ella.—Eso no es bueno —expresó Connor, sentado a la mesa, escuchando cuidadosamente.—¿Por qué no sería bueno? —pidió Arturo, una explicación clara.—Nosotros pensábamos que el temblor solo había sido en los túneles, pero no fue así, algo más grande que sacar la espada de la piedra, lo provocó —explicó Keane.—¿Y qué fue? —cuestionó Elina, prestando suma atención.—El dragón —intervino Connor.—¿El dragón? ¿Cómo saben que fue el mítico dragón, eh? —preguntó Arturo, con sarcasmo.—Porque solo su poder podría provocar algo así —declaró Keane.—Bien, ¿y que propones fortachón?—Tenemos que actuar ya, deben ir a buscarlo.—¿Quiénes?—Tú y Elina.—¡Espera un momento! ¿Cómo es que lo hallaremos? —dijo ella, preocupada.—Está en Wistman’s Wood,
—Adivinen que fue lo que averiguamos durante su ausencia —expresó, lleno de esperanza, Connor.—No lo sé…, ¿Downing Street explotó o sufrió algún incendió? —se burló Arturo. Quien recibió miradas de desprecio por su comentario poco afable.—Resulta que el Gobierno Gales, Escocés y de Irlanda del Norte, están descontentos con las jurisdicciones del Reino Unido… —expuso con vehemencia y elocuencia.—Principalmente con La Reina —añadió Tomas.—Así que planean algunos golpes de estado para independizarse o en su defecto, derrocar a La Reina y su gobierno —prosiguió Keane.—Y creen que eso nos beneficia, ¿cierto? —cuestionó Arturo.—Es nuestra oportunidad para volverlos nuestros aliados.—Odio ser aguafiestas, ¿pero cómo planean que apoyen nuestra lucha conmigo en el cargo? Sé lo que dirán, no tengo preparación formal para ese cargo, y es cierto, así que no me apoyarán.—Puede ser, pero nosotros podemos formar un ejército en Inglaterra y es