Recuperar a Celeste de un calabozo era una tarea difícil, pero infiltrarse en las habitaciones del príncipe era un desafío mayor. ¿Por qué Alexander la tenía? ¿Qué pretendía?El primer guardia dejó escapar una risa burlona antes de añadir.—Al parecer, nuestro querido príncipe Kael decidió quedarse con Sonya. Es curioso, ¿no? Hace semanas parecía un simple peón en este juego de poder, pero ahora parece que quiere jugar su propia partida.Tabat apretó los dientes. La información que acababa de obtener era demasiado importante para ignorarla. Celeste estaba con Alexander, lo que significaba que su misión de rescate sería aún más arriesgada. Y Sonya… si Kael había decidido quedarse con ella, entonces algo más estaba en juego. Nada era lo que parecía.Con un leve asentimiento, Tabat fingió no darle importancia a la conversación y salió de la sala con la misma discreción con la que había entrado. Ahora tenía un nuevo objetivo: infiltrarse en los aposentos de Alexander y descubrir qué desti
—Podría hacer que Hassan envíe a sus hombres a crear un alboroto cerca de los establos —murmuró —Si los caballos entran en pánico y los soldados creen que alguien intenta escapar a caballo, enviarán refuerzos allí.—Eso nos dará tiempo suficiente para llegar hasta Celeste —asintió Nayla.Tabat exhaló lentamente. No le gustaba depender de otras personas, pero esta vez no tenía opción. Nayla le ofrecía una oportunidad única, y si quería salvar a Celeste, tendría que confiar en ella.Finalmente, apartó la daga de su cuello y la deslizó de nuevo en su cinturón.—Muy bien —dijo con voz firme —Vamos a sacar a Celeste de ahí… pero si me estás mintiendo, Nayla, juro que seré yo quien te entierre.Ella le dedicó una leve sonrisa, oscura y cargada de determinación.—Entonces asegúrate de que sobrevivamos esta noche, Tabat. Porque si fallamos, ambos estaremos muertos antes del amanecer.Sin más, ambos se perdieron entre las sombras, listos para jugar su última apuesta en aquel peligroso tablero
—¿Un espejo? —Salim frunció el ceño.—Un espejo que muestra la verdad que preferirías no ver —replicó Hassan —Tus enemigos no están en los desiertos ni en las montañas. No somos nosotros los que te traicionamos, sino los que beben de tu copa y susurran en tus oídos.Las palabras de Hassan encendieron algo en los ojos del rey. Por un instante, su semblante se endureció. Faris y Amir permanecieron en silencio, expectantes.—¿Insinúas que hay traidores entre los míos? —preguntó el rey con voz gélida.—No lo insinúo —respondió Hassan con calma —Lo afirmo.Hubo un tenso silencio. La mano de Amir descendió lentamente hacia la empuñadura de su espada, listo para cualquier movimiento en falso. Pero Hassan se mantuvo imperturbable.—Dices muchas cosas, rebelde, pero no veo pruebas. Solo palabras.Hassan sonrió de lado.—Las pruebas, mi rey, llegarán a ti cuando menos lo esperes. Cuando el filo que te hiera no provenga de un enemigo en la sombra, sino de una mano en la que confiabas.El rey apr
Los guardias de la corte, divididos entre acudir al llamado del rey en el exterior y contener la revuelta dentro del palacio, perdieron completamente el control de la situación.En medio de este caos, Nayla avanzaba con paso seguro. Su túnica de seda ondeaba con cada movimiento mientras se deslizaba entre las sombras, oculta por su conocimiento de los pasadizos secretos del palacio. Ella no había huido como las demás concubinas aterradas; Nayla tenía un propósito más grande. Acabar con Celeste Arden.Desde el día en que había oído su nombre, Nayla la había odiado. Celeste era el símbolo de todo lo que ella despreciaba, la mujer que había cautivado a los hombres que Nayla alguna vez quiso manipular, la mujer que representaba un peligro para su influencia dentro del palacio. Pero sobre todo, Celeste era la razón por la que Alexander nunca la había mirado con deseo.Y ahora, por fin, tenía la oportunidad perfecta para deshacerse de ella.Mientras los guardias y sirvientes huían en todas
La verdadera batalla apenas estaba comenzando.La habitación del príncipe Alexander estaba sumida en una penumbra silenciosa cuando Nayla y una sirvienta de confianza entraron con cautela. Las sombras danzaban en las paredes, iluminadas solo por la tenue luz de una lámpara de aceite.Celeste estaba encadenada, su cuerpo aún débil por las heridas, mientras que Sonya permanecía a su lado, con el rostro endurecido por la preocupación.La sirvienta sacó con rapidez una copia de los grilletes y comenzó a aflojarlos con manos expertas.—Síganme. Debemos movernos. Los rebeldes están atacando el palacio —La voz de la mujer fue baja, pero urgente.Sonya la observó con recelo. Nada en este escape parecía casualidad.—¿A dónde nos llevan? —preguntó, mientras ayudaba a Celeste a ponerse de pie.La mujer no respondió con detalles. No había tiempo para explicaciones. Solo se limitó a avanzar con pasos rápidos hacia una de las paredes de la habitación.Sonya sintió un escalofrío cuando la sirvienta
Decidió cambiar de ruta. Con un movimiento repentino, giró en una dirección distinta a la que tenía en mente originalmente. Sus sentidos estaban en alerta máxima. No podía confiar en las indicaciones de Nayla y, en el fondo de su corazón, sabía que la única forma de sobrevivir era seguir su propia intuición.El sonido de pisadas ocultas en la distancia confirmó sus temores. La emboscada era real. Si hubieran seguido el camino indicado, habrían caído en manos de los guerreros que los aguardaban. Con el pulso acelerado, Tabat se apresuró a encontrar otra salida. No dejaría que Nayla los condenara.El camino que Tabat tomó se tornaba cada vez más inhóspito. La senda serpenteaba entre formaciones rocosas irregulares, cuyos filos afilados parecían cuchillas esculpidas por el tiempo. La luz de la luna apenas alcanzaba a filtrarse entre los altos peñascos, proyectando sombras alargadas y amenazantes sobre el suelo cubierto de piedras sueltas.A medida que avanzaban, el aire se volvía más frí
La tensión en el aire era palpable, y sus manos descansaban sobre las empuñaduras de sus espadas, listas para desenvainarse en cualquier momento.No tardaron en encontrarse con un grupo de guerreros apostados en la intersección de los túneles. Los soldados, al reconocer a los príncipes, se arrodillaron de inmediato, inclinando la cabeza en señal de respeto. Sus rostros permanecían imperturbables, pero en el fondo de sus ojos ardía una chispa de inquietud. Sabían que la presencia de Alexander y Kael complicaba su misión secreta.—¿Qué hacen aquí? —preguntó Kael con tono severo, cruzándose de brazos mientras inspeccionaba a los guerreros con desconfianza.Uno de los soldados, quien parecía estar a cargo, levantó la mirada con cautela antes de responder.—Mi señor, estamos patrullando los pasadizos para asegurar la seguridad del palacio —dijo con firmeza, eligiendo sus palabras con precisión.Alexander entrecerró los ojos. Había algo en la postura rígida de los hombres que no le terminab
Sin necesidad de pronunciar una palabra, un leve movimiento de su mano bastó para que el guerrero comprendiera lo que debía suceder. Cassius, quien permanecía a su lado como un fiel guardián, asintió imperceptiblemente.—Puedes retirarte… Cassius te recompensará por tu esfuerzo, tal como te lo había prometido —dijo Nayla con voz serena, su tono impecable, pero carente de toda emoción.El guerrero, que había confiado en sus palabras, esbozó una leve sonrisa de alivio antes de inclinar la cabeza una vez más.—Gracias, mi señora…Cassius lo acompañó fuera del palacio en completo silencio. La noche los envolvía con su manto oscuro, y el aire helado soplaba entre las columnas de mármol. Caminaron por un sendero apartado, donde las sombras se alargaban como espectros en la penumbra. Cuando consideró que estaban lo suficientemente lejos, Cassius se detuvo en seco.El guerrero apenas tuvo tiempo de volverse antes de que el brillo acerado de una espada destellara en la oscuridad. Cassius actuó