Jazmín se sumergió en un mar de números, hojas de cálculo y gráficos. Los sonidos amortiguados de la ciudad llegaban a través de la ventana, un suave murmullo que contrastaba con la concentración que requería su trabajo. La luz del sol de la tarde bañaba su escritorio, creando un ambiente cálido y acogedor. De pronto, el sonido agudo de su teléfono la sobresaltó. Era un mensaje de Berlín. Su corazón, que hasta ese momento latía al ritmo de los números, se aceleró. Con dedos temblorosos desbloqueó su teléfono y leyó el mensaje: “Mi jazz, si sigues olvidándome, iré por ti” —Una sonrisa tímida se dibujó en sus labios. Berlín siempre encontraba la manera de hacerla sentir especial. Fue también así en el pasado, siendo solo amigos, pero ahora le costaba responder a esos halagos, el miedo de ser lastimada nuevamente la invadía. Confiar a ciegas en él, no era tan fácil.Jazmín guardó el teléfono y volvió su atención a los documentos que tenía sobre el escritorio. Sin embargo, sus pensamien
Lucrecia caminaba por la mansión, sus tacones resonando en el mármol pulido. La noticia de que Berlín había viajado a Venezuela la había sumido en una furia incontrolable. Imaginarlo buscando a Jazmín, y quizás ya sospechaba de tener una hermana, todo eso era una locura en su interior, la sola idea de tener que compartir el dinero de su difunto esposo, la consumía por dentro. Antes, la ambición de aprovecharse de jazmín la llevaba a tratarla con cariño, pero que Berlín estuviese al mando de las empresas, había eclipsado cualquier otro sentimiento, ahora, la rabia la cegaba. Gritando al aire como si su hijo pudiera escucharla.—¡Berlín! —gritó, su voz resonando por los pasillos. —Te arrepentirás de esto.Marina, su sobrina, la seguía de cerca, había estado buscando una excusa perfecta para viajar a Venezuela e ir tras el guapo Benjamín Milano. Al escuchar a su tía gritar como loca por culpa de Berlín. Sabía que tenía la oportunidad que estuvo buscando. Una sonrisa calculadora dibujad
Las horas parecieron eternidades para Berlín. Su corazón latía con fuerza en su pecho, anticipando el momento en que vería a su jazz, nuevamente. Al fin, el avión aterrizó y la adrenalina recorrió su cuerpo. Rápidamente, se dirigió al lugar donde le prometió a Jazmín que le esperaba la sorpresa que le había prometido.Mientras que jazmín se dirigía al apartamento donde según Berlín le dejaría un regalo con una vieja amiga. Al llegar al edificio, sus manos sudaban y su respiración se aceleró. Con un nudo en la garganta, tocó la puerta del apartamento. En ese instante, el tiempo pareció detenerse. La puerta se abrió lentamente y allí, frente a ella, estaba Berlín. Su corazón dio un vuelco. Aun así, no tuvo tiempo de decir absolutamente nada, ya que los labios de Berlín reclamaron los suyos en un intenso beso apasionado. Merlín pasó su mano derecha por su cuello y la izquierda en su cintura para acercarla más a él y deleitase en el sabor de su boca mientras sus lenguas entrelazaban.N
Las horas continuaban pasando, y no solo le daba la bienvenida a Lucrecia y marina. También aumentaban los nervios en Rafael, quien ya había sido informado de que su nuera estaba pisando suelos venezolanos. Lucrecia descendió del avión, su figura imponente contrastando con la emoción contenida que irradiaba. A su lado, Marina, su sobrina, caminaba casi de puntillas, sus ojos escaneando el aeropuerto con nerviosismo. Ambas mujeres, unidas por un mismo objetivo, se dirigían hacia el hotel que sería su cuartel general en esta nueva batalla.Lucrecia llevaba un traje sastre impecable, que realzaba su figura esbelta y poderosa. Su semblante era sereno, pero sus ojos, oscuros y penetrantes, reflejaban una determinación férrea. Marina, por su parte, vestía un atuendo más juvenil y provocativo, buscando llamar la atención con cada movimiento.Al llegar al hotel, fueron recibidas por un botones que las condujo a su suite. La habitación era amplia y lujosa, con una vista panorámica de la ciuda
Benjamín seguía sonriendo por lo molesta o más bien celosa que se encontraba Valentina. Eso solo significaba una cosa, estaba avanzando en su conquista. Mientras que Valentina luchaba con sus sentimientos, no estaba dispuesta a aceptar frente a Benjamín que sí le gustaba y que solo imaginar verlo al lado de otra mujer se llenaba de celos. —Vayamos por nuestro hijo, futura esposa —musito Benjamín muy cerca de su oído. —En tus sueños —replicó Valentina.Benjamín solo siguió su camino muerto de risa, se estaba enamorando profundamente de esa mujer, es que cada expresión y gestos de ella se los grababa inmediatamente. Al llegar al colegio, ambos esperaron pacientemente a que su pequeño saliera.Valerio, con su mochila y una sonrisa que iluminaba su rostro, corría por el pasillo del colegio nuevamente. No sabía quién lo esperaba fuera.Sus pequeñas piernas se movían con rapidez, ansioso por llegar a la puerta principal y encontrarse con sus padres o tal vez su abuelo. La emoción lo hac
El sonido de pasos apresurados y murmullos llenaba el aire en la empresa Milano. El día anterior había sido un desastre para Benjamín y Valentina, y ahora parecía que las cosas estaban a punto de complicarse aún más.Gabriel Milano bajó de la camioneta, su traje impecable y su cabello perfectamente peinado. Su hija, Jazmín, lo siguió de cerca, su rostro serio y concentrado. Su esposa, Martina, se quedó un paso atrás, observando la escena con curiosidad.—¿Qué hace esa mujer aquí? —preguntó Martina, señalando a Lucrecia, que se bajaba de otra camioneta.—No te preocupes por ella, cariño —respondió Gabriel, sin mirar hacia atrás—. Vamos, tenemos trabajo que hacer.Mientras tanto, Berlín se bajaba de otra camioneta, su rostro tenso y su mirada fija en jazmín, su hermosa Jazmín. Lucrecia y Marina lo seguían de cerca, sus rostros igual de tensos.—No me gusta esa mujer aquí —Dijo Martina, su voz llena de molestia.—A buscar problemas, viene solo a eso —respondió Gabriel.Jazmín permaneció
El ambiente agradable del centro comercial, era sin duda el mejor lugar para que Valentina sacara toda su rabia o más bien, sus celos. Aunque no lo quisiera admitir, le gustaba Benjamín y ver a Marina, muy cerca de él, le hacía hervir la sangre. Su madre la acompañaba para asegurarse de que se sintiera mucho mejor. Ambas mujeres disfrutaban de comprar pequeñas cosas pero significativas. El suave murmullo de la música ambiental y el aroma a productos nuevos creaban una atmósfera relajante en el centro comercial.Valentina recorría las tiendas con paso distraído, sus ojos escaneando los escaparates como si buscara algo que la sacara de sus pensamientos.La sensación de la tela suave rozando sus dedos al tocar una blusa no lograba distraerla de la furiosa tormenta que se agitaba dentro de ella.—Imbécil, como puede ser tan guapo —susurro más para ella, haciendo reír a su madre.Fue entonces cuando escuchó la voz de esa mujer. Era profunda, resonante y cargada de odio. Se giró lentament
Valentina llevó a su madre a casa, la dejo en su cama, acomodando cuidadosamente las almohadas. La habitación, sumida en una penumbra tenue, emanaba un aroma a lavanda que intentaba infundir calma. Al salir, el pasillo que conducía a su cuarto se sentía interminable, como si cada paso la sumergiera más en un mar de inquietud.El teléfono vibró en su mano, interrumpiendo sus pensamientos. Era Benjamín. Su corazón dio un vuelco al escuchar su voz, cargada de preocupación.—¿Estás bien? —preguntó él, su tono urgente.Valentina se apoyó contra la pared, sintiendo cómo la tensión se acumulaba en sus hombros.—No, ¿dónde está Valerio? —su voz era un hilo, apenas audible.—Vamos en camino. —La respuesta de Benjamín fue rápida, pero no logró disipar del todo su angustia.—Está bien. —Murmuró, aunque la sensación de vacío en su estómago le indicaba lo contrario.Colgó la llamada y se dejó caer en el sofá de la sala. La imagen de Lucrecia, con su mirada acusadora, se proyectaba en su mente. Ha