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Capítulo 4. Culpabilidad

Capítulo 4. Culpabilidad

Cuando sale Mateo de la casa Domit, va un poco inconforme, él deseaba conocer a su hijo en ese mismo día de ser posible, pero no podía exigir, después de 4 años de ausencia aunque no había sido culpa suya.

–Vayamos directo a casa, Aldo, no creo tener cabeza hoy para continuar.

–Pero tenemos que terminar las negociaciones pendientes,       

–No quiero que el abuelo se entere de la existencia de Matías, podría cancelar el divorcio al instante y lo que yo quiero es negociar con Sabella antes de que nos divorciemos no cancelarlo. Leia no creo que pueda esperar un día más.

Aldo había pensado eso con anterioridad, pero también estaba en juego su pellejo, el abuelo Petropoulos era en realidad su jefe directo y ocultarle algo tan delicado era estar en constante peligro.

–Muy bien señor presidente, lo dejaremos así por el momento.

–Muchas gracias, Aldo, yo veré que día le estaré informando.

No había de otra, pensó el asistente, si el señor, necesitaba estar libre para encontrar la felicidad al casarse con su novia de toda la vida, él no era nadie para impedírselo.

Al llegar al aeropuerto, ya los estaba esperando el avión privado y tal como le habia sugerido su asistente, llegarían a la empresa a finalizar lo que habían postergado, era lo mejor ya que teniendo la mente activa, no pensaría tanto en el daño que le habia causado a Sabella al dejarla sola por tanto tiempo después de su noche de bodas.

Mateo al regresar a su casa después del término de su día laboral, se dio un baño y se acostó en su cama. Ya en ella empezó a recordar todas las veces que había dejado de lado a Sabella, desde que se casaron, hasta un día antes de su desaparición, habían sido desplantes tras desplantes.

Recordaba que un día después de su regreso, del mes que se tomó fuera de Atenas, después de su boda, se dirigió directo a su oficina a continuar con sus negocios. Ni siquiera se interesó en llamarle a su esposa de que habia regresado. Ya que consideraba que su matrimonio no era un matrimonio en realidad.

–Señor presidente, la señora Sabella desea hablar con usted. – Le dijo Aldo desde la puerta de su oficia.

Mateo al escuchar el nombre de su esposa no pudo ocultar el desagrado que le ocasionaba, no tenía la intención de hablar con ella, ni sabía cómo se había enterado de su regreso. Se notaba que lo tenía muy bien vigilado y eso le enfadó mucho más.

–Dile que le devolveré la llamada, ahora no estoy para atender a nadie, ¿No me pueden dejar tranquilo? acabo de llegar y ya me están molestando.

Sabella se encontraba a unos pasos del asistente de su esposo y pudo escuchar absolutamente todo lo que se habló dentro de la oficina, pero se estaba alejando del sitio, para que no dijeran que estaba escuchando conversaciones privadas, así que cuando Aldo miró hacia atrás ella ya no se encontraba a su lado, habia dado varios pasos, retirándose de la entrada.

–Señor, no se encuentra en una llamada, la señora está aquí. – Aldo no tenía como saber lo que diría su jefe.

Con mucha más razón su enojo se hizo latente, ahora si no podía despegársela de encima. Bien sabía que debía de hablar antes de que se presentara, su tiempo era valioso y no lo iba a perder en banalidades.

–Has que pase, en cuanto veas que han pasado diez minutos, vienes por mí con cualquier pretexto y me salgo de la oficina, no estoy para perder el tiempo. 

No era la manera que se esperaba que tratara a su joven esposa, ella no tenía la culpa de que la hayan casado con él, más bien, ahora se daba cuenta de que siempre la había tratado mal. Sabella pasó a su oficina y sacó de su bolsa un sobre que le extendió, él lo tomó pero no hizo el intento de abrirlo, sino que lo dejó a un lado de los documentos que habia tomado al azar antes de que ella entrara. Pues no le interesaba lo que le quisiera decir.

–Hola Mateo, siento mucho interrumpirte, – Dijo ella y él presintió que habia escuchado todo. – Sé que tienes mucho trabajo, así que vine a hacerte una invitación, ya que hoy estamos cumpliendo un mes de casados y espero que puedas asistir.

Sabella tenía un gran motivo para celebrar y no era precisamente por que cumplían un mes de casados, era algo de suma importancia, pero Mateo no lo sabía, él solo quería que lo dejara en paz de una buena vez, así que salieron las palabras sin poder detenerlas.

–Mira, Sabella, yo no estoy para celebraciones, si quieres hacer algo tú, búscate a un par de tus amigas y amigos y que ellos te celebren a ti, para mí como si esto no hubiera pasado nunca.

Ella sintió un golpe muy fuerte al escuchar estas palabras, eso era todo la confirmación de que ella habia esperado en vano a ver si recapacitaba sobre su matrimonio, incapaz de seguir aguantando sus malos tratos, tomó una firme decisión. Si él quería que este fuera el final, se lo iba a conceder, pero él se iba a arrepentir toda su vida.

–Muy bien Mateo, veo que aunque yo me haya mantenido alejada y te haya dado tu espacio, permitiendo que te siguieras manejando como un hombre soltero, te recuerdo que no lo eres, con permiso.

Sabella tomó el sobre donde venía una fecha muy importante, pensó que cuando él la viera cambiarían todas las perspectivas de su enlace matrimonial, pero él ni siquiera había mostrado el mínimo interés en ver lo que contenía el sobre. Él se lo perdería porque si quería seguir siendo soltero así iba a ser. Ni siquiera le diría adiós.

Mateo ahora estaba haciendo cuentas y si su memoria no le fallaba, Sabella en ese tiempo ya sabía de la existencia del fruto de la única noche que habían pasado juntos y ese día de seguro le iba a dar la noticia de que iban a ser padres. Ahora se arrepentía de no haber tomado ese sobre y de no haber acudido a esa cita y también de haberse perdido los primeros cinco años de la vida de su hijo. No podía ya hacer nada, el tiempo le había enseñado demasiado tarde en demostrarle que se había equivocado, porque se había sentido culpable, desde el momento mismo que vio a su hijo en esas fotos junto a su madre. Si había habido un culpable ese habia sido él.

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