Capítulo 12. Un día en la escuela El lunes amaneció con un sol esplendoroso, Mateo estaba feliz, su corazón retumbaba en su pecho, por fin iba a tener un día con su hijo sin que nadie se interpusiera, ya sabía la dirección donde el pequeño estudiaba, así que sería una sorpresa para él. Estaba todo listo, ya había hablado con la directora antes de que llegaran a la escuela. Se encontraba en su auto esperando a que todos los alumnos entraran a tomar sus clases, pero por lo visto a Matías se le había hecho tarde, no lo había visto por ningún lugar, hasta que llegó en un auto con chofer, pensaba que Sabella se encargaba de eso todas las mañanas. No quiso pensar en que la pudo mantener en casa. Sabella en casa se encontraba todavía acostada por un fuerte dolor de cabeza que había tenido desde el domingo antes de regresar, no sabía si había sido porque la presión se le había bajado, después de tomar esa copa de vino por la celebración de la adquisición y de los contratos para hacer un jue
Cuando ya Sabella se encontraba lista para acudir a las actividades de la escuela de Matías, llamó al chofer para que la llevara, esperaba que no fuera demasiado tarde, en la escuela siempre eran puntuales, pero como las actividades se iban a realizar durante todo el día, por lo menos hacer acto de presencia. Se puso unos lentes oscuros, porque estaba fotosensible a la luz, no aguantaba los rayos directos del sol. –Buenos días, señora directora, espero haber llegado a tiempo. –No se hubiera preocupado, señora Petropoulos, ya su esposo está aquí. Sabella al escuchar esas palabras casi corrió hasta el salón de clases de Matías, la joven pensó que se trataba de otra persona, que podría hasta secuestrar a su hijo, la señora directora, se quedó en su lugar, pues cree que el apuro de la señora Petropoulos, se debe a que quiere que estén juntos los tres. Sabella, al entrar al aula, los localizó y se sentó al lado de Matías. – ¿Tú que haces aquí? – Le dijo a Mateo en voz baja. Pues no qu
Sabella llegó a la casa con Matías y se fueron directo a la habitación de Oriony, sabía que ahí la iba a encontrar, porque era su horario de descanso, tocó la puerta y esta le abrió. Al verla tan alterada, su asistente la ayudó con el niño al que puso en la cama y le dio uno de sus aviones para armar. – ¿Pasa algo Sabella?, no hace mucho que te fuiste a la escuela. –Pasa mucho Oriony, al llegar allá, me encontré a Mateo en el salón de clases, pues Matías lo llamó para que él fuera en mi lugar. Oriony sabía que el joven Matías no tenía celular, y en ningún momento vio cuando Mateo le dio algún número o tarjeta para que lo pudiera contactar. Tendría una muy sería conversación con ese pilluelo. – ¿Pero todo está bien? – Se aventuró a preguntarle el ama de llaves. Sintió los ojos de Sabella encima de ella, su niña estaba demasiado alterada y eso la pondría peor, su malestar no había cedido, ya que continuaba con los lentes puestos. No le había hecho caso y no había ido a que se atendi
Leia Makris, estaba sentada en su sillón favorito, leyendo una revista de modas, estaba a punto de recibir su hermoso vestido de novia, dentro de poco seria la señora Petropoulos, era en lo único que se había enfocado en el último año, había dejado de tener sexo con los sus amantes, porque se quería conservar para la noche de bodas, no era tonta y Mateo no debía saber que no era el primer, por eso siempre trataba de irse de vacaciones a donde nadie la conociera. –Señorita, Leia, está en la sala esperándola el detective. – Le dijo su empleada. –Gracias, Salomé, dile que en unos minutos bajo a recibirlo, hazlo pasar al despacho. –Claro que sí, señorita. –Y otra cosa, Salomé, ofrécele de tomar, el mejor metaxá, (coñac griego) que tengamos, esto lo tenemos que celebrar. Salomé era la cómplice número uno en todo lo que planeaba su patrona, iban de país en país, buscando cómo entretenerse, a ojos de todo el mundo solo era su empleada, pero entre ellas había un vínculo de fraternidad des
A las diez de la mañana, Sabella, había organizado un día de alberca en la casa para que Matías se animara, pues no había pensado que el cambio de ciudad le afectaría tanto al niño, hacía poco estaba muy entusiasmado con la idea de venir a Atenas y conocer toda la ciudad y ahora no quiso comer su desayuno favorito, solo pidió un jugo de naranja. – ¿Qué pasó mi amor, no te gusta estar en Atenas? La madre preocupada le preguntó al pequeño, lo sintió taciturno y eso no le agradaba, debía saber qué era lo que lo tenía así. –Sí, mami, es que dejé a mi mejor amigo allá en Fira. – Dijo Matías. Ella puso cara de asombro, pues su hijo nunca había mencionado a nadie desde que había ingresado a la escuela, justamente ahora decía que tenía un amigo. Sabella no sabía qué decir, se encontraba abatida por haber separado a Matías de su amigo, lamentó que su partida fuera demasiado apresurada. –Podemos invitar a tu amiguito y a sus papás un día de estos, ¿te parece? Matías no quiso dar explicacio
Mateo Había regresado a Atenas dos días después, aún le habían quedado unos asuntos pendientes en Fira, después de la llamada de Matías, debía actuar con rapidez, llamaría a Leia y la citaría para ese mismo día, obviamente tendrían que hablar sobre los planes de boda, algo que lo mantenía en un hilo, por fin se iba a casar con la mujer que amaba, pero ya no tenía el mismo entusiasmo. Algo lo estaba deteniendo y no sabía muy bien que era. –Aldo, en cuanto llegue Leia, la haces pasar. Aldo escuchó las palabras de su jefe, lo había notado bastante preocupado, algo que era muy raro en él, muy pocas cosas lo podían sacar de su concentración, él lo atribuía a su ida a Fira, con todo esto de su hijo, era probable que las cosas ya no fueran por el mismo camino. Después de haberse ido Sabella al extranjero o a donde se había ido, el presidente pasaba la mayoría del tiempo metido en su trabajo, ahora lo veía bastante disperso. –Por supuesto señor presidente. – Dijo Aldo y salió de la oficina.
Cuando Matías despertó de su siesta esa tarde, se encontró que ni su mamita, ni Oriony se encontraban en la casa, solo una nota de parte de Oriony en la mesita de su habitación, decía que Sabella se había puesto mal y la llevaba de urgencias al hospital, también le dejó el nombre donde la iban a llevar, lo memorizó y buscó en su GPS la ubicación. – ¿Me puedes llevar a esta dirección, por favor? –Joven, Matías, me encargaron que se quedara aquí en la casa. – Le dijo el oficial de seguridad. Este señor tenía cara de angustia, por lo que se pudo dar cuenta Matías, era fácil de engañar, así que puso su carita de seriedad y de inmediato ideo un plan, tenía que ser creíble, de lo contrario nunca podría salir de su casa. –Pero necesito ir allá, tengo que ir pronto, es para una tarea. – Dijo convincente el niño. Matías le había dado la dirección de un museo que se encontraba muy cerca de las oficinas del Hombre, necesitaba hablar con él, a sus cinco años, no puede proteger a su mamita
La secretaria se hizo a un lado para que el señor presidente viera de quien se trataba, estaba segura de que se conocían, pues al cruzar las miradas el adulto y el niño se reconocieron. Fue entonces cuando el menor corrió a los brazos de Mateo. Mateo lo tomó en brazos y se dieron un fuerte abrazo, era como un nuevo reencuentro, los dos estaban felices. Su padre le había dado un beso en la mejilla y él se lo devolvió.–Padre, mamita está enferma y está en el hospital, hay que ir corriendo a verla. – Dijo con su voz pequeña de bebé.Las dos mujeres se miraron, una ya sabía de la existencia del niño y la otra se quedó con la boca abierta, con razón se le había parecido tan familiar al señor presidente, pero nadie en la empresa había visto nunca al pequeño y hermoso bebé, era tan dulce que desde que lo vio le había gustado. Por eso no había dudado en llevarlo con su padre, ahora lo entendía.– ¿Sabes dónde es, vienes solo? – A Mateo le preocupaba su pequeño.A todo esto, Matías, solo decí