Leia Makris, estaba sentada en su sillón favorito, leyendo una revista de modas, estaba a punto de recibir su hermoso vestido de novia, dentro de poco seria la señora Petropoulos, era en lo único que se había enfocado en el último año, había dejado de tener sexo con los sus amantes, porque se quería conservar para la noche de bodas, no era tonta y Mateo no debía saber que no era el primer, por eso siempre trataba de irse de vacaciones a donde nadie la conociera. –Señorita, Leia, está en la sala esperándola el detective. – Le dijo su empleada. –Gracias, Salomé, dile que en unos minutos bajo a recibirlo, hazlo pasar al despacho. –Claro que sí, señorita. –Y otra cosa, Salomé, ofrécele de tomar, el mejor metaxá, (coñac griego) que tengamos, esto lo tenemos que celebrar. Salomé era la cómplice número uno en todo lo que planeaba su patrona, iban de país en país, buscando cómo entretenerse, a ojos de todo el mundo solo era su empleada, pero entre ellas había un vínculo de fraternidad des
A las diez de la mañana, Sabella, había organizado un día de alberca en la casa para que Matías se animara, pues no había pensado que el cambio de ciudad le afectaría tanto al niño, hacía poco estaba muy entusiasmado con la idea de venir a Atenas y conocer toda la ciudad y ahora no quiso comer su desayuno favorito, solo pidió un jugo de naranja. – ¿Qué pasó mi amor, no te gusta estar en Atenas? La madre preocupada le preguntó al pequeño, lo sintió taciturno y eso no le agradaba, debía saber qué era lo que lo tenía así. –Sí, mami, es que dejé a mi mejor amigo allá en Fira. – Dijo Matías. Ella puso cara de asombro, pues su hijo nunca había mencionado a nadie desde que había ingresado a la escuela, justamente ahora decía que tenía un amigo. Sabella no sabía qué decir, se encontraba abatida por haber separado a Matías de su amigo, lamentó que su partida fuera demasiado apresurada. –Podemos invitar a tu amiguito y a sus papás un día de estos, ¿te parece? Matías no quiso dar explicacio
Mateo Había regresado a Atenas dos días después, aún le habían quedado unos asuntos pendientes en Fira, después de la llamada de Matías, debía actuar con rapidez, llamaría a Leia y la citaría para ese mismo día, obviamente tendrían que hablar sobre los planes de boda, algo que lo mantenía en un hilo, por fin se iba a casar con la mujer que amaba, pero ya no tenía el mismo entusiasmo. Algo lo estaba deteniendo y no sabía muy bien que era. –Aldo, en cuanto llegue Leia, la haces pasar. Aldo escuchó las palabras de su jefe, lo había notado bastante preocupado, algo que era muy raro en él, muy pocas cosas lo podían sacar de su concentración, él lo atribuía a su ida a Fira, con todo esto de su hijo, era probable que las cosas ya no fueran por el mismo camino. Después de haberse ido Sabella al extranjero o a donde se había ido, el presidente pasaba la mayoría del tiempo metido en su trabajo, ahora lo veía bastante disperso. –Por supuesto señor presidente. – Dijo Aldo y salió de la oficina.
Cuando Matías despertó de su siesta esa tarde, se encontró que ni su mamita, ni Oriony se encontraban en la casa, solo una nota de parte de Oriony en la mesita de su habitación, decía que Sabella se había puesto mal y la llevaba de urgencias al hospital, también le dejó el nombre donde la iban a llevar, lo memorizó y buscó en su GPS la ubicación. – ¿Me puedes llevar a esta dirección, por favor? –Joven, Matías, me encargaron que se quedara aquí en la casa. – Le dijo el oficial de seguridad. Este señor tenía cara de angustia, por lo que se pudo dar cuenta Matías, era fácil de engañar, así que puso su carita de seriedad y de inmediato ideo un plan, tenía que ser creíble, de lo contrario nunca podría salir de su casa. –Pero necesito ir allá, tengo que ir pronto, es para una tarea. – Dijo convincente el niño. Matías le había dado la dirección de un museo que se encontraba muy cerca de las oficinas del Hombre, necesitaba hablar con él, a sus cinco años, no puede proteger a su mamita
La secretaria se hizo a un lado para que el señor presidente viera de quien se trataba, estaba segura de que se conocían, pues al cruzar las miradas el adulto y el niño se reconocieron. Fue entonces cuando el menor corrió a los brazos de Mateo. Mateo lo tomó en brazos y se dieron un fuerte abrazo, era como un nuevo reencuentro, los dos estaban felices. Su padre le había dado un beso en la mejilla y él se lo devolvió.–Padre, mamita está enferma y está en el hospital, hay que ir corriendo a verla. – Dijo con su voz pequeña de bebé.Las dos mujeres se miraron, una ya sabía de la existencia del niño y la otra se quedó con la boca abierta, con razón se le había parecido tan familiar al señor presidente, pero nadie en la empresa había visto nunca al pequeño y hermoso bebé, era tan dulce que desde que lo vio le había gustado. Por eso no había dudado en llevarlo con su padre, ahora lo entendía.– ¿Sabes dónde es, vienes solo? – A Mateo le preocupaba su pequeño.A todo esto, Matías, solo decí
Algunos de los trabajadores vieron al presidente salir muy apresurado con un niño en brazos, caminaba sin mirar a ninguno de los que se detenían para saludarlo, pero este no tenía en mente detenerse, debía llegar al auto cuanto antes, esto era una emergencia.– ¿Papi, podemos ir al museo?A Mateo le extrañó que el niño le pidiera ir al museo, si lo fue a buscar porque Sabella estaba hospitalizada, no entendía a su hijo, ¿le habrá mentido?, eso no estaba bien, solo esperaba que Sabella no pensara que él lo había sacado de su casa, tendría que llamarla para avisarle que el niño se encontraba con él, pero también pensó que ella podía estar de verdad en el hospital.–Pero Matías, tu mami está enferma, debemos ir primero al hospital.Le urgía más llegar a donde se encontraba ella, a ir por algún capricho del niño al museo. Había prioridades y eso se lo tenía que enseñar, que diferenciara la importancia de las cosas.–Es que allá dejé el vigilante de seguridad. – Dijo con angustia.Llegaron
Después de que la recepcionista les indicara el número de la habitación en la que estaban atendiendo a Sabella, los dos subieron al ascensor y Mateo marcó el piso a donde se dirigían, buscaron la habitación y tocó Matías la puerta. En cuanto se abrió la puerta, Mateo lo puso en el suelo.El niño salió corriendo y se puso al lado de su madre en la cama, él había sufrido mucho su ausencia, por lo que la abrazó y comenzó a llorar. Oriony se sorprendió mucho de ver al niño en la habitación. Miró a Mateo que venía caminando detrás de él. Lo vio también preocupado, Mateo no se esperaba ver a Sabella acostada en una cama de hospital.– ¿Dónde estabas, Matías? – Le preguntó Oriony.Ellas lo creían en la casa, pero la encargada no le había avisado que el niño se había salido de la casa, era una irresponsabilidad del personal. No se imaginaba a Sabella, si al niño le pasaba algo.–Mi amor, ¿por qué no estás en la casa? – Le dijo Sabella.–Quería verte mamita, yo te quiero cuidar y que te cuide
Sabella, llevaba varias semanas diciéndose que eso pronto pasaría, que los dolores de cabeza, y la vista borrosa iban a pasar como lo había hecho antes, hasta hoy que ya no pudo aguantar y pidió que la trasladaran a la clínica.El orgullo la había hecho ocultar su miedo, bajo una fachada de normalidad, dedicándose más a su trabajo y a los proyectos que tanto había deseado, estaba tratando de desviar la atención de su mente hacía terrenos menos escabrosos, pues pensaba que los síntomas desaparecerían. Tragó saliva cuando vio entrar al doctor que la había atendido cuando la ingresaron.–Buenas tardes, señores. – Los saludó el doctor.El doctor encargado de su caso, la había atendido en cuanto la llevaron, ya que lo habían asignado de urgencia por venir la paciente en tan grave estado, un desmayo que no la habían hecho reaccionar, hasta que le inyectaron el medicamento adecuado y pudo abrir los ojos.–Buenas tardes, doctor. – Respondía, Sabella.Se esperaba lo peor, ella ya estaba segura