Cuando Matías despertó de su siesta esa tarde, se encontró que ni su mamita, ni Oriony se encontraban en la casa, solo una nota de parte de Oriony en la mesita de su habitación, decía que Sabella se había puesto mal y la llevaba de urgencias al hospital, también le dejó el nombre donde la iban a llevar, lo memorizó y buscó en su GPS la ubicación. – ¿Me puedes llevar a esta dirección, por favor? –Joven, Matías, me encargaron que se quedara aquí en la casa. – Le dijo el oficial de seguridad. Este señor tenía cara de angustia, por lo que se pudo dar cuenta Matías, era fácil de engañar, así que puso su carita de seriedad y de inmediato ideo un plan, tenía que ser creíble, de lo contrario nunca podría salir de su casa. –Pero necesito ir allá, tengo que ir pronto, es para una tarea. – Dijo convincente el niño. Matías le había dado la dirección de un museo que se encontraba muy cerca de las oficinas del Hombre, necesitaba hablar con él, a sus cinco años, no puede proteger a su mamita
La secretaria se hizo a un lado para que el señor presidente viera de quien se trataba, estaba segura de que se conocían, pues al cruzar las miradas el adulto y el niño se reconocieron. Fue entonces cuando el menor corrió a los brazos de Mateo. Mateo lo tomó en brazos y se dieron un fuerte abrazo, era como un nuevo reencuentro, los dos estaban felices. Su padre le había dado un beso en la mejilla y él se lo devolvió.–Padre, mamita está enferma y está en el hospital, hay que ir corriendo a verla. – Dijo con su voz pequeña de bebé.Las dos mujeres se miraron, una ya sabía de la existencia del niño y la otra se quedó con la boca abierta, con razón se le había parecido tan familiar al señor presidente, pero nadie en la empresa había visto nunca al pequeño y hermoso bebé, era tan dulce que desde que lo vio le había gustado. Por eso no había dudado en llevarlo con su padre, ahora lo entendía.– ¿Sabes dónde es, vienes solo? – A Mateo le preocupaba su pequeño.A todo esto, Matías, solo decí
Algunos de los trabajadores vieron al presidente salir muy apresurado con un niño en brazos, caminaba sin mirar a ninguno de los que se detenían para saludarlo, pero este no tenía en mente detenerse, debía llegar al auto cuanto antes, esto era una emergencia.– ¿Papi, podemos ir al museo?A Mateo le extrañó que el niño le pidiera ir al museo, si lo fue a buscar porque Sabella estaba hospitalizada, no entendía a su hijo, ¿le habrá mentido?, eso no estaba bien, solo esperaba que Sabella no pensara que él lo había sacado de su casa, tendría que llamarla para avisarle que el niño se encontraba con él, pero también pensó que ella podía estar de verdad en el hospital.–Pero Matías, tu mami está enferma, debemos ir primero al hospital.Le urgía más llegar a donde se encontraba ella, a ir por algún capricho del niño al museo. Había prioridades y eso se lo tenía que enseñar, que diferenciara la importancia de las cosas.–Es que allá dejé el vigilante de seguridad. – Dijo con angustia.Llegaron
Después de que la recepcionista les indicara el número de la habitación en la que estaban atendiendo a Sabella, los dos subieron al ascensor y Mateo marcó el piso a donde se dirigían, buscaron la habitación y tocó Matías la puerta. En cuanto se abrió la puerta, Mateo lo puso en el suelo.El niño salió corriendo y se puso al lado de su madre en la cama, él había sufrido mucho su ausencia, por lo que la abrazó y comenzó a llorar. Oriony se sorprendió mucho de ver al niño en la habitación. Miró a Mateo que venía caminando detrás de él. Lo vio también preocupado, Mateo no se esperaba ver a Sabella acostada en una cama de hospital.– ¿Dónde estabas, Matías? – Le preguntó Oriony.Ellas lo creían en la casa, pero la encargada no le había avisado que el niño se había salido de la casa, era una irresponsabilidad del personal. No se imaginaba a Sabella, si al niño le pasaba algo.–Mi amor, ¿por qué no estás en la casa? – Le dijo Sabella.–Quería verte mamita, yo te quiero cuidar y que te cuide
Sabella, llevaba varias semanas diciéndose que eso pronto pasaría, que los dolores de cabeza, y la vista borrosa iban a pasar como lo había hecho antes, hasta hoy que ya no pudo aguantar y pidió que la trasladaran a la clínica.El orgullo la había hecho ocultar su miedo, bajo una fachada de normalidad, dedicándose más a su trabajo y a los proyectos que tanto había deseado, estaba tratando de desviar la atención de su mente hacía terrenos menos escabrosos, pues pensaba que los síntomas desaparecerían. Tragó saliva cuando vio entrar al doctor que la había atendido cuando la ingresaron.–Buenas tardes, señores. – Los saludó el doctor.El doctor encargado de su caso, la había atendido en cuanto la llevaron, ya que lo habían asignado de urgencia por venir la paciente en tan grave estado, un desmayo que no la habían hecho reaccionar, hasta que le inyectaron el medicamento adecuado y pudo abrir los ojos.–Buenas tardes, doctor. – Respondía, Sabella.Se esperaba lo peor, ella ya estaba segura
Cuando el doctor salió, Sabella se sintió un poco más calmada, pero con una gran preocupación, ¿Qué pasaría con Matías de ahora en adelante? Era un niño que necesitaba cuidados las veinticuatro horas del día. Mateo, la tomó de las manos y se las sintió heladas. Se miraron y él vio en sus ojos miedo, en esos momentos estaba viendo a otra mujer, Sabella siempre se había mantenido de pie, y ahora no le gustaba como se veía, era como si estuviera viendo a otra persona.– ¿Estás bien?Ella no podía contestarle a esa pregunta, porque fácilmente le podría decir, que si o que no, porque ni ella misma sabía cómo se encontraba, pues en su mente había un torbellino de pensamientos, pensamientos que iban desde la esperanza hasta la fatalidad. Sabella se quedó mirando a un punto inespecífico y soltó las manos.–No lo sé. – Dijo cabizbaja.Mateo tragó saliva, permitió que Sabella le soltara las manos y se sentó en la silla que estaba a un lado, no sabía a ciencia cierta que pensar de todo lo que le
Él no entendía por qué ella tenía esa actitud tan derrotista, pensaba que le estaba ocultando algo que ya sabía y no le quería decir.–Pero no soy invencible, cualquier cosa puede ocurrir, no ahora, sino en cualquier otro momento.– ¿Qué es exactamente lo que me estás pidiendo, Sabella? – Le pidió que fuera más clara.–Que vas a estar para Matías, que si algo me sucede, estarás para él.Mateo no pudo contener sus lágrimas, estaba devastado por ella, por él y por su hijo, tantas cosas que habían pasado en la última semana y él se había arrepentido de muchas, sabía que le había fallado a ella, por no comprenderla, por no hacer ni siquiera el intento de conocerla cuando se habían casado, tal vez esta historia fuera diferente.–No tienes por qué llorar, hay que ser realistas. – Ella intentó sonreír y le secó una lágrima.Las emociones se entremezclaron, ella alguna vez lo amó con locura, años atrás, fue el único hombre que la había hecho sentir mariposas en el estómago. Al único que le en
Con ese pensamiento en la cabeza, Mateo estaba seguro de que los dos se hubieran esmerado en que su relación fuera más allá de un simple papel y con un hijo en camino, habrían formado una familia respetuosa, pero así lo había querido el destino, separarlos.–Claro que eres un buen hombre, mira que has logrado que Matías, te aceptara casi a la primera. – Le dijo sonriendo.Aunque había visto su resistencia en un comienzo, luego de su osadía al ir a buscarlo, le quedó claro a Sabella que ya no lo podría despegar de Mateo, no era que estuviera celosa del cariño que le estaba demostrando el niño a su padre, todo lo contrario, ellos debían estar juntos, ahora se tenían que comprender el uno al otro.–Sí, y no sabes lo feliz que me hizo cuando me llamó papá. – Dijo orgulloso.Los ojos de Mateo, se iluminaron, porque él había pensado que le iba a tomar mucho más tiempo a que el niño lo aceptara como su padre, pensó que toda la vida lo iba a llamar, Señor. Los pensamientos de Sabella también