Can Marín

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Sira pensó que después de irse del piso de Sara, ella le iba a hablar para pedirle perdón o al menos aclarar las cosas con ella. Sin embargo, pasaron los días y ni siquiera hubo una señal de que ella la guísese de regreso, por lo que Sira tuvo que hacerse a la idea de que era definitivo, ella y Sara ya no eran ni siquiera conocidas.

Kika, que la había visto una vez en una sesión de fotos, le dijo a Sira que Gustav había tomado su lugar y que al parecer le iba bien, aunque era sabido que él amaba hacerle favores a Sara y no importaba que le pidiera, él lo resolvería de inmediato.

―Me dio mala espina ese Gustav desde el momento que lo conocimos en aquella fiesta. Sabía que era mala persona― se quejó Sira mientras cargaba el estuche de maquillaje que Kika llevaba a todas partes.

Kika encogió los hombros, no sabía que responderle. La verdad es que Sira llevaba días hablando de Sara y Gustav y eso ya empezaba a molestarle.

―Mira Sira, ya supéralo ― le habló en un tono serio, de esos que cualquier mamá usa con sus hijos ― Sara ya no quiere saber de ti, incluso prohibió que se hablara de ti. Te borró de su vida y tú deberías borrarla de la tuya. Así que sí, fuiste reemplazada, sí, tu amiga es una idiota por haberte hecho eso después de todo lo que tú hiciste por ella y sí, debe dolerte hasta el alma Sira, pero ya pasó, debes terminar con esta tortura.

Sira se quedó en silencio mientras escuchaba las palabras de su amiga Kika, que eran todas verdad pero dolían mucho. Un pequeño ápice de esperanza quedaba en Sira y ahora, ella se la había matado.

―Tienes razón― murmuro.

―Tengo el presentimiento que encontrarás un trabajo mejor Sira, no te preocupes, ahora vamos porque nos están esperando ― le apuró y ambas caminaron por el pasillo del lujoso hotel dónde las habían citado.

Kika tocó sobre la puerta y un hombre de barba tupida, cabello despeinado, con la camisa desabrochada de los botones del cuello y cono olor a cigarro, le abrió.

―Adelante― les dijo y las dejó pasar.

―Hola, buenas tardes, mi nombre es Kika y ella es Sira, venimos al maquillaje.

―Vale, vale sí― habló él con soltura y luego caminó delante de ellas para darles un recorrido por la lujosa habitación. Sobre los sofás de la sala había varios conjuntos de ropa y más allá, en una habitación, se encontraba el artista que debían maquillar.

El hombre de la barba entró y en seguida las presentó ― Can, tu maquillista está aquí.

¡Salgo en un instante! se escuchó y unos momentos después. Un hombre alto, de ojos miel, cabello largo y barba arreglada, salió del baño vistiendo simplemente unos bóxers de color negro extremadamente pegados, el torso perfectamente bien trabajado, al descubierto y, encima una bata blanca que venía abierta por la parte de enfrente. Sira se quedó muda al ver que el actor que Kika maquillaría esa tarde no era nadie más ni nadie menos que el actor Can Marín, uno de los más populares y con la vida más controversial que había en el mundo del espectáculo. Amado por muchos y envidiado por unos tantos más, Can recientemente había estado en un enredo que le había costado dos patrocinadores y el despido de una película.

Tanto Kika como Sira trataron de no verle fijamente, pero en realidad Can era tan guapo y gallardo que les fue imposible, por lo que él lo notó y sonrío.

―Siéntanse afortunadas― murmuró ― no todas pueden llegar a ver así a Can Marín.

Sira desvió la mirada hacia otro lado y Kika optó por sonreír un poco avergonzada ― lo siento, me dijeron que iba a maquillar a una mujer ―se disculpó.

―¡Ah sí!, lo siento por eso, pero últimamente me rechazan los maquillistas por… ― y el hombre de barba que al parecer era su manager, negó con la cabeza para que él dejara de hablar ― por nada― concluyó― espero no te moleste.

Kika negó con la cabeza ― trabajo es trabajo. Además ya puedo poner en mi CV que maquillé al actor Can Marín.

―Cierto― respondió él un poco más simpático.

Can se sentó sobre la silla asignada para él y se reflejó en el iluminado espejo. Por el reflejo podía ver a Sira quien observaba atenta la situación.

―Quiero que lo maquilles como si fuera inocente porque en realidad lo es― habló el manager y Kika asintió.

―Venga Sira, ayúdame a sacar mis cosas ― le pidió Kika y Sira de inmediato se movió y abrió el maletín de maquillaje para ponerlo sobre la mesa de al lado que siempre usaba.

Kika de inmediato comenzó ha hacer su trabajo y Sira sólo se quedaba a su lado aprendiendo las técnicas que ella utilizaba y como es que aplicaba el maquille sobre Can. A pesar de que el actor seguía semi desnudo delante de ellas, estaban tan concentradas en su trabajo que ya no prestaron atención al resto de su cuerpo y la presencia ya no se hizo tan incómoda.

―¿Conseguiste lo que te pedí? ― preguntó Can a su Manager, que ambas ya habían descubierto que se llamaba Omar.

―No, por ahora nadie quiere― habló un poco melancólico. Al parecer la falla de Can les había costado más cosas de lo que él pudo medir.

―¿Cómo le haré?, necesito de verdad a alguien, no puedes hacer tú todo solo y yo no tengo ni idea― respondió.

―Pues por el momento deberemos arreglárnoslas solo, no hay de otra ni vuelta atrás.

―¿Qué ropa se pondrá señor Marín? ― preguntó Kika de forma educada.

―Tengo dos conjuntos, están sobre el sofá de la sala― habló y Kika de inmediato le pidió a Sira que fuese por ellos.

La ex asistente caminó hacia la sala y al ver los conjuntos de ropa que había sobre el sofá puso un rostro de pocos amigos. Entre pantalones rotos y playeras de estampados horribles, no supo cuál se venia peor que el otro, pero aún así los tomó y se los llevó.

―Aquí están― dijo mientras los mostraba como estaba acostumbrada frente al espejo para que Can los viese.

―El de los jeans blancos― indicó y Sira volteó a verlos. Se encontraban completamente rotos de las rodillas y la en verdad le daba un aspecto desaliñado.

Sin embargo, al parecer su rostro fue tan evidente que llamó la atención de Can e interrumpió su salida de la habitación con el otro conjunto de ropa que había rechazado.

―¡Ey!, ¡ey!, ¿cual es tu nombre? ― le preguntó.

―Soy Sira Saz― respondió ella y Can de inmediato se dio la vuelta para verla de frente.

―Sira Saz, raro pero pegadíso ―pronunció ― ¿te puedo preguntar por qué no te gusta mi conjunto?

Sira volteo a ver a Kika y ella le alentó para que le contestara a Can Marín. Ella tomó un respiro y con la seguridad que le caracterizaba le dijo.

―Se supone que va a ir a la entrevista para remendar lo que pasó o al menos para dar entender que no fue su culpa.

―Porque no fue su culpa ― recalcó su manager.

―Y, ¿eso que tienes que ver con mi conjunto? ― preguntó.

―Bueno, que en realidad se ve un poco desaliñado y grita por todas partes que en realidad no le interesa disculparse o el hecho de resarcir lo que sucedió. Si se viste así para ir a un programa con tanta audiencia, nadie lo tomará en serio, ¿me entiende?

Can Marin se puso de pie y posicionando sus manos sobre la cintura dejando al descubierto su torso, que al parecer lo hizo apropósito, le vio a los ojos.

―Dime, Sira Zas, ¿qué ropa me escogerías tú para que me tomen en serio?

Sira se volteó de inmediato y salió hacia la sala donde se encontraba la ropa y empezó a buscar entre los percheros la ropa indicada para que el actor no luciera como recién salido del centro de rehabilitación. Momentos después puso unos jeans azules sobre el sofá, una camisa blanca y un saco azul marino a combinación.

―Yo lo llamo “casual - formal”. Te hará ver arreglado pero a la vez ligero. Incluso lo puedes combinar con ese par de FILA blancos que tienes ahí y se verá perfecto.

Can Marín vio la combinación y sonrió ―¿estás diciendo que así me veo inocente y además me creerán que estoy arrepentido? ― preguntó

Y su manager simplemente raspó la garganta y negó con la cabeza, Al parecer quería tapar todos tipo de evidencia.

―Te verás mejor y los televidentes sabrán que tu discurso va con tu imagen ― habló segura Sira.

Can volteó a verla y entre cerró los ojos ―eres bastante lista ― le murmuró.

―Es que antes era asistente de Sara Alemán― interrumpe Kika.

Can abre los ojos sorprendido―¿eras asistente de Sara Alemán? ― le preguntó a Sira y ella miró a Kika de reojo insinuándole que no debió decir eso.

―Sí― murmuró Sira.

―Mira qué casualidad…― respondió y se cruzó de brazos.

―Can, debemos irnos― dijo su manager.

―¿Qué tienes que hacer mañana? ― le preguntó a Sira.

―Bueno debo…― titubeó pero en seguida Kika la interrumpió.

―¡Nada!, absolutamente nada.

―¡Perfecto!, mañana, en la cafetería Nice coffee a las nueve, no faltes― la citó para después entrar a la habitación y cerrar la puerta.

Sira miró a Kika y levantó la ceja extrañada, no entendía nada.

―¿Qué le pasa a éste? ― murmuró.

―Amiga, creo que te acabas de ganar una cita con Can Marin― respondió Kika para luego empezar a guardar sus cosas.

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