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Aunque Sira estuviera metida en el mundo de la farándula desde hace años atrás, jamás en la vida había tenido una “cita” con algún actor o celebridad. Sabía tratar con ellos y entenderlos en cierta forma, pero jamás una cita de esta manera. Así que, levantarse al siguiente día y arreglarse para poder ir a desayunar con Can Marin, uno de los actores más famosos y controversiales, se sintió increíblemente rara ya que no tenía mucha idea de lo que pasaría.

―Es obvio que te va a contratar― le dijo Kika mientras la llevaba en su auto al lugar de la cita.

―Pero, ¿para qué?, no se supone que él ya tiene una asistente.

―No lo sé. La verdad es que ayer yo lo vi bastante solitario querida, así que no creo que tenga alguien que le ayude. Ayer te comportaste como una muy buena asistente y eso le interesó.

―Creo que le interesó más que yo fuera la ex-asistente de Sara Alemán, no tantos mi habilidades.

―Yo digo que te subestimas demasiado y no ves tu potencial― respondió Kika, estacionándose delante de la puerta de la cafetería― ahora ve por ese trabajo que estoy segura vas a obtener.

Sira se vio el rostro frente al pequeño espejo que Kika siempre traía dentro del auto y e fijo que su maquillaje estuviera perfecto provocando la risa de su amiga.

―¿De qué te ries?― preguntó.

―Porque según tú no estás muy interesada en el asunto y te arreglas más que nunca.

Sira puso su labial dentro de su bolsa y la cerró ― es Can Marín, estoy segura que habrá cámaras esperando por él. Al menos no me quiero ver demacrada y que Sara vea que me dolió su despido.

―Sí claro― respondió Kika.

Sira abrió la puerta y antes de bajar abrazó a su amiga ― sea lo que sea, gracias por traerme.

―A tí más te vale que lo aceptes― respondió.

Esas fueron las últimas palabras que Sira escuchó de Kika antes de cerrar la puerta del auto y entrar a la cafetería donde se supone Can la esperaba. Buscó con la mirada en las mesas para ver si lo podía divisar por ahí, cuando de pronto vió a un hombre, con pantalones rotos, camisa sin mangas, gorra negra y lentes de sol sentado en una esquina. Ella sonrió levemente y caminó hacia él captando su atención de inmediato. Cuando Sira se acercó él volteó a ambos lados como si se cuidara de algo.

―¿Cómo me reconociste?― preguntó.

―Bueno, no fue tan difícil― respondió Sira entre sonrisas.

―Se supone que este es mi traje de incógnito, que nadie me debía reconocer― le comentó y ella volvió a reir.

―¡Ay Can!, no creo que una gorra y lentes de sol sean un “incógnito”, la próxima vez ponte una malla en el rostro o no sé― sugirió divertida.

Can se quitó la gorra mostrando su perfecto cabello, rizado y castaño, jugó un poco con él entre sus dedos y luego se lo acomodó de lado haciendo que no perdiera su imagen sexy. Sira se cruzó de brazos.

―Dime qué se ofrece.

―Oye, no seas así, ¿no quieres un café?, yo te lo invito― le ofreció educado― es parte de la reunión.

Sira negó con la cabeza ― sé para lo que me llamaste y no, no te daré información sobre Sara Alemán. Sé que acabamos mal y todo eso pero parte de mi antiguo contrato era que no podía decir nada al respecto, así que pierdes tu tiempo.

―¡Guau!― respondió Can y se cruzó de brazos haciendo que sus músculos, bien trabajados, se marcaran ― ¿entonces quedaste mal con Sara Alemán?, no lo sabía.

―Mierda― murmuró Sira, para luego suspirar profundo.

―La verdad, yo sólo quiero hablar contigo para ofrecerte algo, pero ahora, me interesa más que me platiques lo que pasó con la señorita Alemán, ¿sigue igual de pedante? ― preguntó Can divertido.

―Bueno que de pedante a pedante― respondió Sira sin ningún tipo de filtro haciendo a Can romper en una carcajada y luego se modiera el labio.

―Sí que eres directa, me gusta. Y sí, puede que yo sea pedante por igual, pero no con todos, sólo con los que se lo merecen.

―Claro, ¿como con ese mesero que te demandó por agresión?― disparó Sira y Can abrió los ojos sorprendido. La verdad es que esas palabras le había dolido más que nada en el mundo, aunque no fueran verdad.

―Eso es una vil mentira ― arremetió.

―No es lo que dicen los medios de comunicación y el juicio al que posiblemente te tengas que enfrentar― respondió Sira de inmediato, provocando aún más la molestia de Can.

―Bueno, bueno, ya… basta de hablar de mí, ¿por qué no mejor hablamos de ti?, Sira Zas ¿traes CV?― le preguntó y ella negó con la cabeza.

Kika tuvo mucha razón, Can Marin estaba a punto de ofrecerle un trabajo y ella no había venido preparada. Sin embargo, no había mucho qué decir, su currículum era tan corto que ni siquiera llenaría una hoja.

―¿Sin CV?― Insistió Can.

―Es que no hay mucho que contar― habló ella insegura ― he sido asistente de Sara por más de diez años, desde que tengo dieciocho, no hay más. No soy una asistente tan experimentada como tú crees― habló tratando de zafarse del trabajo.

Sin embargo, la expresión de Can le sorprendió―¡excelente!, eso es justo lo que necesito. Una asistente que no esté tan maleada, que se adapte a mí y sobre todo que haga lo que hizo ayer, aconsejarme, decirme las cosa de frente, sin rodeos, sin mentiras.

Sira levantó la ceja izquierda, ¿a caso Can Marin sería la solución a sus problemas?, ¿se atrevería a trabajar con él a pesar de las controversias? Ella sabía que era un gran riesgo decirle que sí, ya que en caso de que no funcionara, el buscar trabajo no sería tan fácil como ahora que no tenía una “mancha” en su currículum.

«¿Pero cuál curriculum si sólo has trabajado para Sara?», se regañó mientras Can se reflejaba en la pantalla de su celular y se arreglaba el cabello.

―¿Estás ofreciéndome un trabajo de asistente?, ¿no se supone que tenías una?― habló Sira.

―Tenía pero se fue. Se embarazó y se fue a vivir al Norte― comentó.

―¡Ah!― expresó Sira agradecida que no había sido por otra razón. 

Can tomó un sorbo de café y luego la vio a los ojos― Si puedo confesarte Sira, mi vida es un caos. Mi manager, Omar, en este momento se está encargado de todo y no es tan hábil por lo que mi agenda, mis citas, todo es un desastre que me está estresando y sacando arrugas en la frente ― y echó el rostro hacia adelante quedando peligrosamente cerca de Sira ― ¿ves?― y señaló su frente sin ninguna arruga.

Sira quería reírse pero sabía que si lo hacía Can se ofendería. Tenía fama de ser un actor sumamente vanidoso y en este momento lo estaba comprobando. No sólo procuraba que su cuerpo estuviese bien trabajado, si no en su piel, su cabello y en otras cosas que había escuchado por rumores.

―Bueno…― dudó Sira.

―Te pagaré 25 dólares la hora. Más prestaciones, aguinaldo y todo eso.

―¿Veinticinco dólares?, ¿en verdad? ― preguntó sorprendida ya que era bastante más de lo que Sara le pagaba ―debe ser broma.

―Quisiera, pero no lo es. Mi manager dijo que te ofreciera eso para que al menos lo consideraras un poco― Can se acercó aún más a Sira provocando que ella se hiciera para atrás ― no voy a mentirte, eres mi única esperanza. Llevaste la agenda de Sara Alemán, no se te tiene que capacitar y sé que puedes adaptarte a mí. Si pudiera ponerme de rodillas sobre el suelo lo haría para rogarte pero, mi pantalón está tan apretado que me es imposible.

Sira estuvo a punto de romper a carcajadas por el comentario de Can Marín pero, después de ofrecerle un trabajo que le ayudaría a pagar sus deudas y la sacaría de la casa de Kika, ya que lo suyo no era dormir entre cajas de maquillaje y con el perro, supo que no era lo correcto por lo que sonrío y estiró la mano.

―No se diga más. Aceptó tu oferta Can Marín― habló.

Él tomo su mano y ambos cerraron el trato― eres una salvavidas, ¿lo sabes?― le aseguró y luego se puso de pie ― venga vamos, que tenemos muchas cosas que hacer.

―¿Empiezo hoy?― preguntó ella extrañada.

―Entre más pronto mejor, en verdad tienes mucho trabajo por hacer― le dijo, haciendo que Sira lo siguiera y ambos salieran de la cafetería.

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