Bianca.
Cerré los ojos esperando el dolor, la bala penetrando mi piel sensible e introduciéndose en mi costado. El estruendo retumbó en toda la playa, hizo que los chicos militares se pusieran en alerta y empezaran a buscar por la zona. Entre la maleza advertí como se alejaban intentado averiguar de dónde provenía el sonido.
Casi chillé del horror.
Don recogió su pistola en la parte trasera del pantalón, me echó una ojeada rápida y sonrió mostrando lo seguro que se sentía. Me observé la cadera, no había dolor, no había sangre.
—¿Te he hecho daño? —pregunt
Bianca.El refugio donde nos llevaron estaba situado dentro de la montaña de la isla. El camino o dónde estaba la puerta para entrar y salir, no lo sabía. Tampoco los pisos, ni si había habitaciones. Me habían llevado inconsciente, ya que después de que Don desapareciera de la playa, uno de esos hombres me molió a golpes hasta que quedé tendida. Todo había pasado muy rápido.No me arrepentía de nada. Aquello había hecho saber a mi mayor enemigo qué, yo no era una ovejita indefensa, aunque esa revelación me costará la muerte.Desperté en una habitación vacía, con solo un camastro que ni siquiera tenía un colchón. No había nada allí. Parecía una cárcel. El único espejo reflejaba las marcas que me había salido por la paliza de ese soldado,
Bianca.Una hora más tarde estaba perfectamente limpia, sin un rastro de sangre o arena en mi cuerpo. Me coloqué el uniforme que era una única pieza de color negro, con unas botas militares altas. Dejé suelto mi cabello que ondeaba a mis costados mientras terminaba de lavar mi ropa. Cuanto acabé, lo guardé en una bolsa que mi nuevo guardaespaldas me había entregado. No era raro tener a alguien detrás de mí, cuando vivía en las mansiones de ese hijo de puta de Giovanni también tenía a sus guardias vigilándome.Siempre me ponía vigilancia.¿De verdad estaba enamorado de mí? ¿O sólo era una simple obsesión porque todavía no me puso las manos encima como él quer&i
Bianca.Los dedos de Giovanni seguían vagando por mi ropa interior, quemándome la piel con su contacto agresivo. Su mirada se había vuelto oscura por el deseo, seguramente la mía estaba igual. Me sentía como una descarada allí subida a su regazo, con la cama de la litera cerca de mi cabeza. Aquello no era el sitio indicado para hacerlo.Pero me daba igual. Ya no aguantaba más.Tener a ese hombre debajo de mis piernas, me humedecía más de lo que había pensado y odiaba eso.Él se humedeció los labios para volver a mirarme a los ojos.—¿Esto e
Bianca.De nuevo encerrada, pero ahora mi situación era mucho peor. Elijah Miller estaba mirándome mientras me cepillaba los dientes con mis propios dedos. Haría todo lo que fuera necesario para salir de allí, antes de que me mataran. Él no había cambiado, seguía siendo el mismo mentiroso de antes. Lo repudiaba. Era un asco de persona.Y me había vendido a Don de una forma rastrera. Yo no había hecho nada. Yo ni siquiera sabía que seguía vivo. Debía tener un plan en lo más profundo de su mente y lo descubriría a como diera lugar.—¿Quieres preguntarme algo? —dijo él tumbado en el camastro con unos ojos perdidos.
Don.Dos días después.Hacienda de los Lobos, Italia.—El Capo de Roma ha puesto excusas para distribuir el cargamento de heroína por su zona. Y el traslado de Sicilia ha sido un completo asco, los policías pillaron el barco cuando salían del país —explicó Luka, sentado en la silla al frente de mi escritorio —. No confían en ti, muchos te dan la espalda.—¿Qué está pasando, Luka? —pregunté con los dientes apretados de la ira que contenía dentro de mí.Hace escasas horas que estaba en mi país natal y todo era una m****a. Las entregas, los laboratorios llenos de policías que lo analizaban todo... ¡Me estaban j
Priscilla.—Mi Don, por favor. Déjeme ir a esa fiesta en Nueva York —supliqué pestañeando.Una empleada pasó por su lado para echarle en el plato espaguetis a la carbonara. Era su plato preferido. Lo sabía porque durante su huida con mi asquerosa hermana, investigué sobre sus gustos. Las empleadas eran conscientes de lo que era de su agrado o no, pero había una de ella, una vieja que era como su madre.Congeniamos muy bien. Y me contó absolutamente todo de él.Le quitaría esa obsesión con Bianca, sí que lo haría porque él era solo mi esposo. Debía venerarme y hacerme feliz. Y
Bianca.Me quedé paralizada, mirando la dureza en sus ojos y lo cabreado que estaba. No podía haberse enterado de todo, no porque aquello era imposible. ¿Mi plan estaba saliendo mal? ¿Por qué? Solo seguí lo que papá y Elijah me había dicho. Seducirlo, llevarlo a cama y darle un calmante para buscar ese chip o tarjeta donde estaba la información.Tragué saliva.—¿Eh? —parecí idiota —. No entiendo de qué hablas. Yo no sé nada de la DEA.La sonrisa perversa que emergió de sus labios me puso la piel de gallina.—
Bianca.Permanecí callada en el interior de la oficina del General. No había nadie más que yo, su secretaria estaba follando con algún hombre en los baños del edificio.Tenía que darme prisa. Encendí el ordenador introduciendo el UBS en un lateral de la torre, la contraseña fue demasiado fácil. En unos minutos ya me encontraba buscando el archivo de Don. Pero hubo algo que me lo impidió.—Inserte código de seguridad para continuar —ordenó la voz robótica que salía de los altavoces del ordenador.Mordí mis labios metiendo unos dígitos aleatorios.—Incorrecto. Tie