Magnolia no tenía simpatía por Isabel. A fin de cuentas, si trataba de maquinar contra los demás, debería haber pensado en las consecuencias.

Ahora que se había resuelto el revuelo en la escuela, ella fue directamente al hospital después de clases para visitar a la abuela Vargas.

Después de todo, esta iba a ser operada ese fin de semana.

Tan pronto como llegó al hospital y salió del ascensor, se encontró con su suegra Ana, quien la ridiculizó con arrogancia: —Magnolia, pareces estar de buen humor. ¿Crees que podrías con los problemas de la escuela tú sola? Al final, ¿no se resolvieron gracias a la influencia de nuestra familia Vargas?

La sonrisa en el rostro de Magnolia se desvaneció lentamente. —También puedo resolverlos yo misma.

—Ja, ¡no me vengas con tonterías! ¿Qué truco utilizaste con mi hijo, para que estuviera dispuesto a ir a la escuela a explicar por ti y se negara a comprometerse con la señorita Ruiz? Además, insistió en encontrar a otro médico para operar a la abuela, ¡hac