Destino 25

Jadeaba. El dolor no era constante, solo venía en oleadas que desparecían. Aun así Izen la terminó de llevar hacia su habitación dejándola sentada en la cama.

Se paseó por el cuarto de un lado a otro sin saber qué hacer. Podría ir a descansar pues estaba agotado pero no quería dejar a la humana sola ¿Y si se ponía peor? No es que él pudiera hacer mucho.

Un fuerte estruendo iluminó la vieja ventana cubierta por una leve tela de gasa. Afuera se escuchaba las gotas romper contra las paredes y la madera. La lluvia había comenzado.

-Lo que faltaba ahora- protestó Izen. Odiaba la lluvia. No estaba hecho para él, era fría, molesta y húmeda, si, húmeda, como lo decía vulgarmente cada vez que hacía acto de presencia.

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