EvadneLa débil luz del atardecer se filtra a través de las cortinas de la habitación, tiñendo las paredes de tonos dorados y melancólicos. Mi cuerpo yace frágil sobre la cama, luchando contra el peso implacable del cáncer lupino que se aferra a mi ser como una sombra indomable. Théo, mi amado Théo, permanece ajeno a la verdad. Todavía no he sido capaz de confesárselo apropiadamente.Después de ver a Faelan muerta, ahora más que nunca debo quedarme en esta habitación, es el único lugar seguro, y mientras el consejo piense que he perdido a los bebés, tal vez tenga un rayo de esperanza mientras atrapamos a los responsables.En lo que el sol se despide en el horizonte, siento la urgencia de expresar lo que mi corazón lleva guardando con pesar. Mis manos temblorosas se aferran a una pluma y comienzo a trazar las palabras que me consumen desde adentro. La tinta fluye en un acto de despedida, una carta que deseo entregar a Théo cuando ya no pueda sostenerme en este mundo.Si todo sale bien,
ThéoEstoy tan feliz que me cuesta mucho disimular que debo estar devastado por la supuesta pérdida de mis trillizos, pero debo hacerlo para poder atrapar a los responsables de todo esto. No tenía idea de cómo hacerlo en un principio, pero con los juegos anuales de la cosecha, poco después del solsticio, tengo la excusa perfecta. Han pasado algunos días desde que Evadne aceptó mi propuesta de matrimonio, sin embargo, todavía no podemos renovar nuestros votos. Me apresuro hacia la entrada del castillo para darles la bienvenida a todos los participantes. En esta época se reúnen personas de todas las razas y formas para participar en un evento cultural que, supuestamente, busca unirnos como pueblo.Ahora que sé que bajo la sombra se ha estado gestando la peor de las traiciones, me cuesta trabajo no ver la hipocresía reflejada en sus rostros, no obstante, debo controlarme para no terminar explotando de ira frente a ellos. Tengo que ser más astuto.Los guardias abren las puertas y ya se
EvadneMis nervios se han disparado a niveles tan elevados que ya no puedo disimular más el sudor en mis manos o mi piel pálida. Aunque eso también puede deberse a los síntomas de la enfermedad.Luego de la gran cena los invitados del palacio se dispersan en un baile para celebrar la primera mitad de los juegos. Si alguno de ellos quisiera hacer una movida, este sería el momento. Sin embargo, ni Erebos ni Celestia se han movido de sus lugares en todo lo que va de la fiesta.Thalia es quien funge como nuestra carnada, y aunque sé que no está embarazada realmente, tengo miedo de que con todo esto resulte herida. De pronto mis latidos se disparan cuando veo al príncipe de los vampiros avanzar en mi dirección. Théo no se encuentra a mi lado pues Killian se lo ha llevado para algo importante.Erebos extiende su mano hacia mí con una sonrisa falsa.—¿Me permite danzar con usted esta pieza, Luna Evadne? —pregunta con solemnidad.—Ah… sí, por supuesto —respondo con una sonrisa falsa.Erebos
ThéoEl palacio se ha convertido en un caos total. Si rememoro cómo ocurrió toda esa serie de acontecimientos que llevaron al secuestro de Evadne, ni siquiera consigo encontrarle un sentido.Todo empezó cuando fui con Killian a la habitación del ala este donde estaba oculta Thalia. Uno de los guardias nos dio aviso de que alguien se había acercado a la puerta. Pero jamás esperé lo que sucedió después.La mismísima Celestia en persona estaba ahí y fue ella quien desató la bomba mágica sobre Thalia reventando media torre del castillo y lastimando a la pobre doncella. Supe en ese momento que Evadne estaba en peligro, corrí a toda prisa hacia el salón, y allí tampoco esperé que Erebos se atreviese a hacer lo que hizo.Debo admitir que subestimé a mis enemigos. Creí llevarlos hacia una trampa, pero he sido yo el ingenuo que ha caído en su astuto juego.Ahora camino de un lado a otro en el salón del trono mientras intento controlarme, pero me está costando trabajo hacerlo.—Majestad, debe
EvadneEscuchar los rugidos y gritos de dolor y agonía afuera del castillo del vampiro hace que mi corazón brinque de pánico dentro de mi pecho. Trato de mantener la calma para no alterar a mis bebés, pero me cuesta trabajo no hacerlo cuando solo puedo pensar en el bienestar de Théo.De pronto lo veo irrumpir en la habitación con imponencia y entonces nuestros ojos se encuentran, anhelantes, pero antes de que pueda acercarse a mí, Erebos se atraviesa en medio del camino y nos amenaza de muerte a ambos.Théo ruge con fiereza y se abalanza sobre el príncipe vampiro en una lucha frenética. Se mueven tan rápido que solo veo una mancha negra y difusa avanzando por la habitación y destruyendo todo a su paso como un huracán. De pronto uno de ellos sale disparado hacia el lado opuesto de la habitación y aterriza sobre una mesa llena de pequeñas velas encendidas. Me pongo de pie con dificultad, tratando de ver con angustia, quién ha caído. Sin embargo, la respuesta me llega enseguida cuando
EvadneThéo me envuelve con fuerza en sus brazos mientras me lleva suavemente hasta nuestra habitación. La noche se despliega ante nosotros con un aura mágica, como si el peso del horror de la guerra y el conflicto se disolviera en la oscuridad. Con una gentileza exquisita, deposita mi cuerpo sobre la cama y me regala una sonrisa cómplice acompañada de un sugerente guiño.—Antes de cualquier cosa, necesito darme una ducha —murmura con una voz profunda y resonante que reverbera en la habitación.Sin pensarlo, dejo escapar un impulso que ni yo misma creía capaz:—Déjame acompañarte. —Mis palabras flotan en el aire, creando una atmósfera de deseo que envía una corriente a todo mi cuerpo.La sonrisa de Théo se expande, iluminando su rostro con un destello travieso. No pone resistencia alguna y, en un gesto de complicidad, extiende su mano hacia mí, atrayéndome con una sensualidad que deja una estela de anticipación en el aire.Théo asiente con una chispa traviesa en sus ojos y, sin soltar
EvadneLuego de nuestra maravillosa noche, el sol sale en el horizonte recordándonos un nuevo día. Cuando despierto Théo ya no está, pero a mi lado se encuentra una nota y una rosa roja.“Te veías tan hermosa que no quise despertarte. Estaré terminando de solucionar los conflictos políticos del reino, ven a buscarme cuando despiertes. Te amo, mi deliciosa Luna”.El rubor en mis mejillas se enciende al comprender el significado oculto en esa última frase. Me levanto con una enorme sonrisa en mi rostro y empiezo a alistarme para bajar al salón del trono. Imagino que las cosas estarán tensas entre las criaturas, y con el príncipe Erebos muerto, alguien más deberá tomar su lugar.Peino mi cabello rubio frente al espejo con suavidad y escojo un vestido en colores rosa pastel y otros tonos similares. Quiero verme hermosa para él.De repente, mientras ato mi cabello en un semi recogido, dos gotas de sangre descienden de mi nariz y un fuerte dolor de cabeza me obliga a sujetarme las sienes co
ThéoMi corazón da un vuelco al ver a Evadne desplomarse contra el duro suelo del salón de fiestas en el palacio. A penas alcanzo a tomarla entre mis brazos y evitar que su cabeza golpee la piedra con violencia. Sin embargo y a pesar de mi pronta reacción, un par de hilos de sangre comienzan a manar de su nariz como si el daño hubiese sido mucho mayor.La gente que se encuentra reunida en el salón queda en completo silencio, uno que solo aumenta la angustia en mi pecho. Tardo un par de segundos en reaccionar, pero ella… ella no despierta, no abre los ojos.—¡Ayuda! —consigo gritar.El primero en venir a socorrerme es Killian. Con cuidado trata de quitarme a Evadne de los brazos, pero yo me rehúso. Afianzo su cuerpo contra mi pecho y levanto mi mirada desafiante y territorial hacia quien ha sido mi consejero desde que puedo recordar.—Saca a todos de aquí, la fiesta terminó.—Por supuesto, mi señor.Me pongo de pie con Evadne en mis brazos y me la llevo a toda prisa hacia la habitación