CAPÍTULO 36: SORPRESA ESPECIAL

Evadne

Thalia y yo llevamos varias horas en el carruaje. Todavía es de noche; puedo ver claramente lo mucho que nos hemos alejado del castillo. No sé hacia dónde nos está llevando Killian, pero sin duda es a algún lugar del reino que no he visitado antes.

—¿Por qué me dejaste dormir toda la tarde, Thalia? Ahora van a pensar que además de inútil soy una vaga —me quejo.

—Lo siento, alteza, es que la vi tan placida durmiendo, no quise despertarle. El rey también la vio dormir y ordenó que nadie la molestase.

—¿De verdad?

—Sí, yo estaba ahí cuando lo dijo.

—¿Y luego se fue?

Thalia asiente. Suspiro profundo y me quedo mirando hacia la ventana. Tengo que sacarme a Théo de la cabeza. Poco a poco me doy cuenta de que la frondosidad del bosque disminuye, y una brisa mucho más cálida y fresca golpea mi rostro.

Estoy a punto de preguntarle a Killian hacia dónde vamos cuando el carruaje se detiene. A los pocos segundos la mano derecha del rey nos abre la puerta y anuncia:

—Hemos llegado, alteza
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