EvadneSé que Théo me pidió dormir, pero no puedo pegar ni un solo ojo. Doy vueltas en la cama vacía, que se siente tan gigante sin él a mi lado. Todavía mantengo frescos los recuerdos de esa noche en mi mente… pero tengo que desprenderme de esa ilusión. Todo sucedió porque así lo planee y no va a volver a pasar, aunque lo anhele demasiado.Me coloco una capa suave y abrigadora y decido salir a caminar por los pasillos oscuros y desolados. No puedo creer que realmente esos soldados estén muertos… lo que escuché por error en la biblioteca ¿tendrá algo que ver? Sus palabras regresan a mi memoria tan claras como si las hubiese vuelto a oír en ese instante: “Resuelve el problema, si los encuentran no tardarán mucho en dar con nosotros…” Debería compartir lo que sé con Théo, tal vez él pueda descubrir de qué se trata todo esto antes de que sea demasiado tarde.Con esa idea en mente, me apresuro para encontrarlo. Imagino que a estas horas debe estar en el salón del trono, si no, en el bal
EvadneEl carruaje tirado por los caballos negros del reino y un jinete nos conduce hasta la última casa que visitaré hoy. Estoy exhausta y eso empieza a notarse en mi cuerpo. El dolor de cabeza que me aqueja es insoportable. Thalia se da cuenta, porque de inmediato saca un pañuelo frío y lo coloca sobre mi frente.—No debería esforzarse tanto, mi señora, este esfuerzo físico la desgastará más rápido, tiene que pensar en su…—¡Shh! Calla, podría escucharte —susurro señalando al jinete del carruaje.—Tiene que cuidarse, si no se darán cuenta más pronto de… ya sabe.Asiento con lentitud. Sé que tiene razón, debo ser ultra cuidadosa, en especial ahora que sé que buscan deshacerse de mí. Aunque eso no debería ser una sorpresa total, después de todo, el consejo se reunió en mi cara para decirme lo de la concubina. Sin embargo, no creo que sean ellos los que estén trabajando desde las sombras para matarme.Finalmente, el carruaje se detiene llegando a nuestro destino: la casa de la manada W
Evadne—¿Es eso cierto? —pregunta Théo sosteniendo mi quijada entre sus dedos. Ni siquiera le importa que mi boca apeste a vómito.Me alejo de él y por consiguiente del charco maloliente que está en el suelo, tomo de forma brusca a la Omega boca floja y ejerzo más presión de la que debería en su brazo.—No repitas esas cosas fuera de aquí, yo no estoy embarazada —digo con firmeza.De pronto siento un movimiento en mi vientre, como si mi cachorro hubiese escuchado que lo acabo de negar. No quiero hacer esto, pero luego de lo que escuché y la posible amenaza al heredero, no puedo darme el lujo de pregonar a los cuatro vientos que ahora tengo una liana en la frente para que me maten.—Lo siento, mi señora, fui imprudente.Tomo un pañuelo y me limpio la boca del mal sabor, pero el que me queda de manera metafórica no pretende abandonarme.—Evadne —insiste Théo, sin embargo, yo no pienso darle pie a que saque conclusiones apresuradas. Si le confieso lo de mi embarazo, ¿acaso cambiaría algo
EvadneLas palabras de la Omega me dejan dándole más vueltas al asunto del necesario. Esa noche me voy a dormir con la incertidumbre agobiando mis sueños, convirtiéndolos en pesadillas. El ataque de aquel día vuelve a mi memoria y la angustia de estar siendo asediada de nuevo hace que me despierte al día siguiente con un grito desgarrador y el sudor chorreando por mi frente como si hubiera estado corriendo por el bosque.—¡Evadne! ¿Estás bien? —me pregunta Théo al verme pálida y sentada en la cama con la mirada perdida.—Sí, solo fue una pesadilla —digo acariciando mi cabeza—. ¿Qué haces aquí? No te escuché entrar anoche.—Esta es mi habitación, ¿necesito tu permiso para entrar en ella? —cuestiona con mala cara.A pesar de que sé que tiene razón, odio cuando se pone en el plan de retarme con sus palabras.—No. Solo pensé que ahora pasarías todas las noches con la concubina.—¿Hasta cuándo vas a seguir con eso?Me pongo de pie arrojando la sábana al otro lado de la cama mientras él esp
EvadneLlevo cabalgando algunas horas en el caballo. Una capa negra cubre mi cabello rubio y la tierra que ha ensuciado mi falda cuando desenterré a los lobos me sirve como disfraz para aparentar que solo soy una mujer loba del campo.Entre más me alejo del castillo, más siento cómo el paisaje va cambiando de aspecto. Me alejo de las casas refinadas y las pistas cubiertas de un pavimentado de piedra para entrar a áreas más rurales.Estar aquí me trae muchos recuerdos de mi infancia, esos en los que éramos felices. Calliope y yo solíamos venir todos los veranos, aprovechando que para este lado del reino suele dar mucho más el sol. Al final de uno de los caminos del bosque había un hermoso lago en el que podíamos zambullirnos por horas.Arribo al pueblo de Faerestead casi para el mediodía. Con mi rostro oculto bajo la capucha nadie se percata de mi presencia. Los lobos campesinos andan de un lado para otro, ocupados en sus propios asuntos. Este no parece un lugar donde alguien conspirar
ThéoEvadne ni siquiera se dio cuenta de que la he seguido todo este tiempo. No me sorprende que haya escapado; de hecho, lo esperaba. Cuando uno de mis sirvientes me avisó que la vio irse hacia el bosque, no dudé en seguirla.Pude haberla hecho regresar, pero me sentí más atraído por saber qué era lo que se proponía hacer. Me costó un poco seguirle el rastro, para cuando la encontré, ya llevaba un tramo del camino avanzado, así que no sé qué fue lo que hizo primero en el bosque oscuro.No obstante, mi atención y nervios se dispararon cuando la vi entrar a esa taberna de mala muerte. Pensé incluso que tal vez mi Luna es la que está implicada directamente en toda esta aparente conspiración. La desconfianza creció en mí, pero cuando vi que esa chica iba a golpearla, no pude contenerme de intervenir.El otro lobo me tomó por sorpresa, tengo que admitirlo. Seguramente no me habría lastimado de haber sabido de ante mano quién era yo. Ahora todo el pueblo de Faerestead sabe que estoy aquí;
EvadneDe no haber sido por la repentina aparición de Théo en el pueblo, no sé qué hubiera pasado conmigo, sin embargo, no puedo sentirme del todo agradecida; el hecho de que se encuentre aquí ahora mismo significa que me siguió. Una vez más me demuestra que no puedo confiar en él, no solo me encerró, sino que ahora intenta controlar cada aspecto de lo que hago. Él me mira con una ceja enarcada al escuchar mi respuesta sarcástica. Por supuesto que no creo que eso vaya a suceder en realidad, pero si quiere ser bromista, yo también puedo hacerlo.—¿Crees que estoy aquí porque no puedo vivir sin ti? —cuestiona.—No lo sé, Théo, si no me lo dices no podré adivinarlo —contesto mientras termino de curar su herida.En realidad, esto no es más que un formalismo, porque su piel ya está sanando por sí sola, pero me sentí en la necesidad de hacer algo por él, al menos como forma de agradecimiento. —Desobedeciste mis órdenes, me desafiaste —contesta inclinándose en el asiento, yo evito su mira
ThéoEl regreso al castillo estuvo más cargado de silencio que de otra cosa. Evadne se queda dormida en mis piernas sin darse cuenta, y no tendría problemas con ello de no ser porque esta noche no deberíamos estar cerca. Durante cinco años he evitado su compañía en las noches de luna llena, la única noche del mes en la que la libido de los hombres lobo no se puede controlar.Siempre y cuando no esté cerca de nadie en ese momento, puedo pasar la noche solo aullándole a la luna y dejando que mi lobo tome el control, pero ahora mismo se ha oscurecido y la luna ya se encuentra álgida en el cielo. Estoy luchando por mantener el control, pero se me hace difícil si tengo su cuerpo caliente sobre una zona demasiado cercana a mi entrepierna. Evadne despierta y me mira con esos enormes ojos verdes, anhelantes, deseosos. O quizá me lo estoy imaginando, pero ¡joder!, esa manera de retarme me vuelve loco, y solo pone pensamientos de sometimiento en mi cabeza. El problema es que lo único que se m