Diego, esperó a que Citlalli se retirara para conversar con Paloma, y contarle que reconoció a sus hijos, sentía temor de la reacción de la muchacha, quizás se iba a enojar con él, pero era necesario avisarle.
—Paloma, tengo que hablar contigo de algo importante. —Se aclaró la garganta y entrelazó sus manos, entonces la joven se estremeció al notarlo nervioso, pensó que se trataba de sus hijos.
—¿Les pasa algo malo a mis niños? —preguntó con preocupación.
—Ellos están creciendo sanos y fuertes. — Sonrió Diego, observando a los niños con ternura, lo que provocó que Paloma, le devolviera el gesto.
—¿Qué sucede Diego? —averiguó mirándolo con sus hermosos ojos negros.
—¿Recuerdas que me hiciste prometer que si algo llegaba a pasarte no dejara que tus hijos se fueran con su padre?
Paloma, asintió con la cabeza, pero no comprendía porque Diego hacía alusión a ese tema.
—Lo recuerdo bien —expuso la joven sin dejar de mirar a Diego.
¿Queridos lectores creen en las segundas oportunidades? ¿Les gustaría ver a Diego y Paloma juntos? Vayan dejando sus comentarios.
El doctor Serrano, levantaba los platos para colocarlos en el lavadero cuando Paloma, con sus niños apareció en la cocina. —Hola —saludó con una amplia sonrisa, luciendo un vestido floreado, acampanado y de delicadas tiras. —Buenas tardes —respondió él, dedicándole una discreta mirada, apreciando su particular belleza, enseguida se acercó a ella y le besó la mejilla. Después se inclinó antes los niños, quienes permanecían con sus ojitos bien abiertos, atentos a la voz de Diego, que reconocían de inmediato. —¿Durmieron toda la mañana? —le preguntó a Paloma. —Sí, y ahora me da pesar contigo, no van a querer dormirse. Diego sonrió tomando en sus brazos a Alejandro. —No te preocupes hoy les daré un masaje estimulante, jugaré con ellos ¿Verdad que se van a portar bien? —preguntó tomando la manita del niño, en un gesto muy tierno. 
Paloma ingresó a casa, se llevó la grata sorpresa de ver a sus bebés en brazos de Alfredo, y Sonia, quienes les estaban dando de comer a sus hijos. —Buenas noches —saludó con una sincera sonrisa, que fue bien recibida por parte de los señores Serrano—. Gracias por cuidar de mis niños, espero no les hayan dado molestias. —No, claro que no, son unos angelitos —comentó Sonia. En ese momento los pasos de Diego, los alertaron a todos el doctor Serrano, apareció con el cabello aún mojado, su bien formado tórax se apreciaba por la camiseta que llevaba ceñida a sus pectorales, acompañaba su atuendo unos jeans y zapatos casuales. Paloma no pudo evitar exhalar un suspiro, enrojeció de vergüenza esperando que los familiares de Diego, no la hayan escuchado. —¿Nos vamos? —preguntó a sus papás. —Sí —respondió Sonia— invitemos a Paloma a ir con nosotros.
Yanzatza- Ecuador Cinco meses después. Paloma, y Diego, terminaban de darles la papilla a los bebés, ya tenían nueve meses de edad, habían crecido en un abrir y cerrar de ojos, se sentaban, balbuceaban y gateaban por toda la casa. Diego, cuando no tenía guardia jugaba con ellos, practicaba ejercicios de estimulación y pasaba con los niños momentos de gran alegría. En el hospital tenía días cansados, otros tranquilos, pero lo que le llenaba el alma era cerrar los ojos e imaginar que en casa lo esperaban Dulce María y Alejandro, quienes al escuchar su voz se lanzaban a los brazos de él. Paloma, aún sentía miedo, era muy desconfiada. Varios muchachos la invitaban a salir, pero ella no aceptaba, estaba dedicada en cuerpo, y alma a sus hijos. A Diego, le sucedía lo mismo en el hospital, muchas enfermeras se le insinuaban, sus colegas mujeres lo invitab
Era tal la necesidad de Paloma de querer demostrarse así misma que podía salir adelante sola, que aceptó sin darse cuenta de que se le iban a complicar las cosas con esos horarios de trabajo.—Sí claro que me gustaría —respondió.—Te espero mañana, en horas de la tarde. —Sonrió, barriendo a la chica con su mirada.—Aquí estaré —aseguró Paloma—. Muchas gracias.Extendió la mano a aquel individuo, quien se la sostuvo por largo tiempo, cosa que no le gustó a la joven, pero necesitaba trabajar.—Soy Jamil. ¿Cómo te llamas?—Paloma Borrero —contestó.—Tienes un nombre muy hermoso. —Aclaró la garganta—. Ven con tu documento de identi
Al día siguiente. Diego tenía guardia en el hospital en la tarde, así que aprovechó la mañana para invitar a Paloma, a pasear con los bebés al malecón de la ciudad. La joven cambió a sus pequeños para el paseo, les colocó repelente de mosquitos y protector solar. En la camioneta del padre Alejandro, partieron rumbo a ese destino turístico. Los bebés al ver el río empezaron a emitir sonidos de alegría, mientras manoteaban los muñecos colgantes que tenían en su coche. —Les encanta el agua —comentó Diego. —Sí. —Sonrió Paloma, mientras caminaba junto al doctor observando los monumentos en hierro forjado de los indígenas shuar. Se sentaron en una banca a contemplar el recorrido del río, mientras les daban de comer a los bebés sandía para el calor. Diego, al ver a la joven relajada y contenta decidió que era
Dos semanas después Muchas personas reunidas en la iglesia le daban el adiós al padre Alejandro, en aquel corto tiempo se había ganado el cariño de los feligreses. Paloma llegó con sus pequeños, se quedó en la parte de atrás para no interrumpir el paso de las personas con el coche de sus bebés. Diego no pudo salir antes del hospital, por lo que llegó un poco tarde a la celebración. Observó a Paloma, y su corazón saltó de alegría, fue algo que no pudo evitar. Por alguna extraña razón inexplicable, ella giró su rostro, su mirada se cruzó con la de él, sintiendo la misma emoción. Sin embargo, después de haberse marchado sin decirle nada bajó la mirada avergonzada, y de inmediato volteó su rostro para poner atención al sermón del sacerdote. Segundos más tarde su cuerpo se estremeció al percibir el perfume y la presencia de Diego, a su lado. —Hola —
Yanzatza- Ecuador. Diego, se quedó estático ante aquel sorpresivo beso. Sintió el roce de los labios suaves y delicados de ella, su corazón se estremeció, y no pudo negarse más, entonces correspondió aquella caricia, dejándose embriagar de su dulzura. Paloma, sonrió, suspiró dentro de la boca de él, inundándose de su exquisito sabor, percibió en su estómago el danzar de las mariposas, eso que jamás Iván la hizo sentir. Ambos estaban inmersos en esa burbuja de sensaciones y emociones hasta que las palabras de Pamela retumbaron en la mente del doctor Serrano: «No sirves para complacer a una mujer en la cama, eres tan poco hombre» Se alejó de Paloma, con el corazón adolorido. Ella abrió sus ojos en ese momento entendió la magnitud de los hechos, se llevó las manos al rostro con vergüenza. —Lo siento yo...no debí hacer eso —murmuró s
Quito- Ecuador Iván, aún permanecía recluido en prisión, sus pensamientos, siempre estaban con Paloma, y su hijo a quien deseaba tanto conocer. Sus días en la cárcel le habían servido para recomenzar, y entender todo el daño que le causó a una inocente al sacar conclusiones equivocadas. Aquella tarde tenía cita con el psicólogo del centro de rehabilitación que lo estaba esperando. —Iván, toma asiento —indicó de manera amable. —¿Cómo te sientes? —Un poco más tranquilo, sin embargo, anhelo salir de este lugar para encontrar a mi esposa y conocer a mi hijo. —Eres consciente de que ella cuando te vea no va a correr a tus brazos. ¿Has pensado en la posibilidad de que haya encontrado un nuevo amor? — cuestionó el médico. Iván sintió como si una daga se clavara dentro de su corazón ante aquella pregunta, q