Diego, se quedó paralizado, el miedo de fallarle a ella también, se apoderó de él, todo su cuerpo temblaba.
«Dios, ayúdame» suplicó en su mente, inhaló y exhaló varias veces, entonces recordó las súplicas de Paloma, observó el rostro angelical del pequeño Alejandro, quién abrió sus tiernos ojos y lo miró, entonces se armó de valor.
—Rápido hay que llevarla al quirófano —indicó—. Llamen al anestesiólogo, preparen todo.
—Usted no trabaja aquí —reclamó una enfermera.
—Sí esa muchacha se muere, y su niña también todos ustedes van a perder su trabajo, se los aseguro —amenazó.
Aquella enfermera se sonrió con ironía; pero la mujer que había discutido con Diego, a la entrada de la sala de emergencias se acercó a su compañera y murmuró a su oído, entonces la que se burló del doctor Serrano, palideció.
—Venga conmigo doctor —solicitó.
Le proporcionaron a Diego, el traje para entrar al quirófano, mientras
Queridos lectores en esta vida todo acto, tiene una causa y una consecuencia. Iván empieza a pagar todo el daño que le hizo a Paloma, también está en prisión siendo inocente. ¿Qué sucederá? ¿Lo quieren descubrir? sigan leyendo.
Yanzatza- Ecuador Diego, daba órdenes precisas a las enfermeras mientras Paloma, inconsciente, con sus signos vitales muy débiles, yacía pálida acostada en la cama de cuidados intensivos del hospital. —Realizaremos un masaje uterino —señaló el médico colocando sus manos sobre el vientre de Paloma, e indicando a las enfermeras como realizarlo— deben valorar constantemente los signos vitales de la paciente, por favor revisan el sangrado —ordenó preocupado. La hemorragia no cedía como él esperaba, no quería intervenir a la joven y practicarle una histerectomía, sin embargo después de aquella negligencia por parte del personal médico Paloma, desarrolló atonía uterina, a consecuencia de una grave lesión en el canal de parto al momento que nació Alejandro, ya que no le realizaron las pruebas necesarias como indicaba el protocolo en los alumbramientos, el doctor Serrano, conocía muy bien que la principal causa de muerte materna era la
Yanzatza- Ecuador Los niños de Iván y Paloma, fueron reconocidos como Dulce María, y David Alejandro Serrano Borrero. Diego, tenía serias dudas, quizás hacer eso no era lo correcto, pero tenía que cumplir su promesa, no podía permitir que los pequeños se criaran lejos de su madre, y quizás corrieran con el mismo destino de su hija. Sosteniendo la silla de cada uno de los bebés en sus brazos, abandonó el Registro Civil, los acomodó en el auto y los llevó a casa. Una vez ahí le dio instrucciones precisas a Citlalli de cómo atender a los niños. Luego de que se alimentaron y se quedaron dormidos, el doctor Serrano, se bañó y cambió de ropa para regresar al hospital. Cuando llegó a su nuevo lugar de trabajo e ingresó al quirófano observó el rostro pálido de Paloma, y a su compañero: el especialista vascular, aplicando el procedimiento de embolización arterial a la joven, era uno de los últimos recursos a utilizar para salvarle la vida y c
Diego, esperó a que Citlalli se retirara para conversar con Paloma, y contarle que reconoció a sus hijos, sentía temor de la reacción de la muchacha, quizás se iba a enojar con él, pero era necesario avisarle. —Paloma, tengo que hablar contigo de algo importante. —Se aclaró la garganta y entrelazó sus manos, entonces la joven se estremeció al notarlo nervioso, pensó que se trataba de sus hijos. —¿Les pasa algo malo a mis niños? —preguntó con preocupación. —Ellos están creciendo sanos y fuertes. — Sonrió Diego, observando a los niños con ternura, lo que provocó que Paloma, le devolviera el gesto. —¿Qué sucede Diego? —averiguó mirándolo con sus hermosos ojos negros. —¿Recuerdas que me hiciste prometer que si algo llegaba a pasarte no dejara que tus hijos se fueran con su padre? Paloma, asintió con la cabeza, pero no comprendía porque Diego hacía alusión a ese tema. —Lo recuerdo bien —expuso la joven sin dejar de mirar a Diego.
El doctor Serrano, levantaba los platos para colocarlos en el lavadero cuando Paloma, con sus niños apareció en la cocina. —Hola —saludó con una amplia sonrisa, luciendo un vestido floreado, acampanado y de delicadas tiras. —Buenas tardes —respondió él, dedicándole una discreta mirada, apreciando su particular belleza, enseguida se acercó a ella y le besó la mejilla. Después se inclinó antes los niños, quienes permanecían con sus ojitos bien abiertos, atentos a la voz de Diego, que reconocían de inmediato. —¿Durmieron toda la mañana? —le preguntó a Paloma. —Sí, y ahora me da pesar contigo, no van a querer dormirse. Diego sonrió tomando en sus brazos a Alejandro. —No te preocupes hoy les daré un masaje estimulante, jugaré con ellos ¿Verdad que se van a portar bien? —preguntó tomando la manita del niño, en un gesto muy tierno. 
Paloma ingresó a casa, se llevó la grata sorpresa de ver a sus bebés en brazos de Alfredo, y Sonia, quienes les estaban dando de comer a sus hijos. —Buenas noches —saludó con una sincera sonrisa, que fue bien recibida por parte de los señores Serrano—. Gracias por cuidar de mis niños, espero no les hayan dado molestias. —No, claro que no, son unos angelitos —comentó Sonia. En ese momento los pasos de Diego, los alertaron a todos el doctor Serrano, apareció con el cabello aún mojado, su bien formado tórax se apreciaba por la camiseta que llevaba ceñida a sus pectorales, acompañaba su atuendo unos jeans y zapatos casuales. Paloma no pudo evitar exhalar un suspiro, enrojeció de vergüenza esperando que los familiares de Diego, no la hayan escuchado. —¿Nos vamos? —preguntó a sus papás. —Sí —respondió Sonia— invitemos a Paloma a ir con nosotros.
Yanzatza- Ecuador Cinco meses después. Paloma, y Diego, terminaban de darles la papilla a los bebés, ya tenían nueve meses de edad, habían crecido en un abrir y cerrar de ojos, se sentaban, balbuceaban y gateaban por toda la casa. Diego, cuando no tenía guardia jugaba con ellos, practicaba ejercicios de estimulación y pasaba con los niños momentos de gran alegría. En el hospital tenía días cansados, otros tranquilos, pero lo que le llenaba el alma era cerrar los ojos e imaginar que en casa lo esperaban Dulce María y Alejandro, quienes al escuchar su voz se lanzaban a los brazos de él. Paloma, aún sentía miedo, era muy desconfiada. Varios muchachos la invitaban a salir, pero ella no aceptaba, estaba dedicada en cuerpo, y alma a sus hijos. A Diego, le sucedía lo mismo en el hospital, muchas enfermeras se le insinuaban, sus colegas mujeres lo invitab
Era tal la necesidad de Paloma de querer demostrarse así misma que podía salir adelante sola, que aceptó sin darse cuenta de que se le iban a complicar las cosas con esos horarios de trabajo.—Sí claro que me gustaría —respondió.—Te espero mañana, en horas de la tarde. —Sonrió, barriendo a la chica con su mirada.—Aquí estaré —aseguró Paloma—. Muchas gracias.Extendió la mano a aquel individuo, quien se la sostuvo por largo tiempo, cosa que no le gustó a la joven, pero necesitaba trabajar.—Soy Jamil. ¿Cómo te llamas?—Paloma Borrero —contestó.—Tienes un nombre muy hermoso. —Aclaró la garganta—. Ven con tu documento de identi
Al día siguiente. Diego tenía guardia en el hospital en la tarde, así que aprovechó la mañana para invitar a Paloma, a pasear con los bebés al malecón de la ciudad. La joven cambió a sus pequeños para el paseo, les colocó repelente de mosquitos y protector solar. En la camioneta del padre Alejandro, partieron rumbo a ese destino turístico. Los bebés al ver el río empezaron a emitir sonidos de alegría, mientras manoteaban los muñecos colgantes que tenían en su coche. —Les encanta el agua —comentó Diego. —Sí. —Sonrió Paloma, mientras caminaba junto al doctor observando los monumentos en hierro forjado de los indígenas shuar. Se sentaron en una banca a contemplar el recorrido del río, mientras les daban de comer a los bebés sandía para el calor. Diego, al ver a la joven relajada y contenta decidió que era