Minutos después que el sacerdote abandonó la alcoba, una joven de larga cabellera negra ingresó con una bandeja de comida. La muchacha era de la comunidad shuar: llevaba un vestido de una sola pieza de algodón en tono azul, mientras caminaba los adornos confeccionados con semillas de frutos de la Amazonia sonaban. Citlalli, utilizaba pulseras en sus tobillos, en los hombros y un cinturón en las caderas, en su cuello llevaba un collar elaborado a mano con cuentas en rojo y azul.
El humo que emanaba del exquisito seco de pollo hizo que se le hiciera agua la boca a Paloma, quien tenía bastante hambre.
—Yo soy Citlalli. —Se presentó la joven— el padrecito me pidió que le dijera que lo que necesite no dude en avisarme.
—Muchas gracias —respondió con una sonrisa, entonces empezó a servirse la deliciosa comida, el aroma y e
Yanzatza- Zamora Chinchipe, Ecuador. Quince días después. Las mejillas de Paloma, habrían recobrado su color rosado, la joven ya podía dar pequeños paseos dentro de la casa, la muchacha solía pasar en la cocina ayudando a Citlalli, a preparar la comida; la melancolía aún invadía su corazón, la incertidumbre de no saber qué le deparaba el futuro muchas veces le quitaba el sueño; el amor que aún sentía por su esposo se estaba transformando en odio y eso no era bueno porque jamás pensó en albergar esos sentimientos cuando lo único que anhelaba era borrarlo de su memoria, arrancarlo de su alma, olvidar que alguna vez en su vida conoció a Iván Arellano, sin embargo en su vientre albergaba el fruto del amor que ella sintió por él, era inevitable que lágrimas no brotaran de sus ojos cuando recordaba que aquel bebé, fue concebido producto de la venganza, del rencor, que sentía por ella. En esas semana
Quito- Pichincha, Ecuador. Los días para Iván transcurrían lento. No comía, ni dormía bien, ni siquiera salía del departamento. Pasaba encerrado en medio de su soledad, con la única persona que tenía contacto era con su amigo Gustavo, a quién le había encargado la tarea de contratar un investigador para dar con el paradero de Paloma. Los días que su amigo lo iba a visitar él abría la puerta con la ilusión y las esperanzas de tener noticias de su esposa, pero nada; era como si se la hubiera tragado la tierra. —Gustavo, nadie puede desaparecer de la noche a la mañana, debe estar en alguna parte —gruñó lleno de dolor, de tristeza, de angustia al no saber nada de ella. —Esperemos que cuando nazca tu hijo podamos dar con Paloma, en el hospital debe dar su identificación. —¿Y si da otro nombre? —Cuestionó Iván, dejando caer
Iván, inclinó los parpados, mientras la herida en su pecho, volvía a sangrar al escuchar a Alexander, hablar de Paloma, diciendo cosas muy ciertas de ella. —Lo sé —respondió Iván, aclarándose la garganta. —Alain, no tenía ninguna relación amorosa con ella. Paloma, se convirtió en su confidente, pero tu hermano, la utilizó —declaró—, cuando Pamela, reapareció en la vida de él, y para que el marido de esa mujer no descubriera sus engaños, ellos reservaban las suites de los hoteles a nombre de tu esposa —frunció los labios mirando a Iván—, aunque sus facciones son distintas, las dos tienen el mismo color de cabello, son de igual contextura, así que era muy fácil confundirlas. —Alain sabía que esa mujer, la tal Pamela, ¿era casada? —La conocimos el mismo consultorio del psiquiatra que atendía a Alain, desde que tu hermano la vio, quedó impresionado —informó—es que Pamela, era o es, una mujer muy atractiva, capaz de volver loco a cualquiera. —No co
Semanas después. Iván recargado en el sillón, frente al escritorio de su oficina, miraba con melancolía la foto que tenía de su esposa en un portarretrato, en esa imagen ella sonreía ampliamente abrazada a él, en aquel paseo que hicieron al Panecillo. La puerta de la oficina se abrió, y entonces la mirada de Iván, se clavó en los serenos ojos de Gustavo. —¿Tienes noticias? —cuestionó, mientras su corazón palpitaba desenfrenado. —De Paloma, ninguna —respondió—, pero de Pamela, sí, descubrí muchas cosas que te van a sorprender. Iván, frunció el ceño, entonces se puso de pie para sacar del minibar dos botellas de agua, le extendió una a su amigo, invitándolo a tomar asiento. —¿Qué se sabe de esa mujer? Gustavo, no sabía por dónde empezar, resopló presionando los labios, entonces prefirió hablar de lo más impactante, de su portafolio sacó varias fotografías, extendiéndolas sobre el escritorio de
Yanzatza- Ecuador. Días después El padre Alejandro, finalizó una charla con un grupo de jóvenes catequistas, cuando Paloma, se acercó a él, y le informó que tenía una llamada telefónica. El sacerdote de inmediato se dirigió a su despacho parroquial, y atendió. —Padre, lo necesito. —Escuchó la voz llena de dolor de aquella joven—. Sucedió algo terrible —comunicó, entonces procedió entre sollozos a narrar lo ocurrido. El Padre Alejandro se quedó atónito al escucharla, parpadeó un par de veces, tomando asiento en su sillón de cuero. —Eso que mencionas, es algo muy fuerte Olivia —expresó el religioso—. Estoy seguro de que tu padre descansa en paz, era un hombre justo —prosiguió el sacerdote, mostrando en el tono de su voz, profundo pesar. La chica no pudo contener su llanto, y lo único que Alejandro escuchaba era su respiración agitada y sus sollozos.
Días después Paloma, no paraba de reírse, parecía una niña pequeña disfrutando de una función de payasos que se realizó en el centro de terapia al que asistía Diego, él le pidió que lo acompañara, claro que las intenciones del médico, es que ella empezara a acudir a las charlas. Después de aquella función el doctor Serrano participó en un baile ancestral con varios de sus compañeros de grupo. Paloma, mantenía su mirada fija en Diego, y los movimientos que realizaba en aquella rutina de baile. Ella le sonreía y aplaudía, dándole ánimo, pues en días anteriores le había comentado que veía muy complicada aquella danza. —¿Todo bien? —preguntó una mujer de mirada dulce. —Sí —respondió Paloma, tomando aire de tanto reír. —¡Qué linda! —exclamó la señora, observando el abultado vientre de la joven—. Estás embarazada, un bebé es una gran alegría. —Lo sé —suspiró Paloma, acariciando su barriga—.
«—¡No es posible! —exclamó en voz alta despertando a Diego, quien abrió los ojos y se asombró al ver a Paloma, llorando con la fotografía de su familia en las manos» **** El doctor Serrano elevó ambas cejas, parpadeó sorprendido, al ver a la joven, llorando y temblando sosteniendo la fotografía. —¿Qué tienes Paloma? —preguntó— por favor cálmate— La invitó a sentarse junto a él. —No le digas a Iván, que estoy aquí, te lo suplico — sollozó la joven, sin moverse de su lugar. Diego se puso de pie —Discúlpame Paloma, yo no recuerdo conocer a alguien que se llame Iván, o al menos eso creo yo— respondió, bastante confundido. —¿No entiendo qué tiene que ver ese hombre con la foto de mi familia? Paloma, trató de calmarse para intentar hablar, pero las lágrimas y el miedo que Iván le provocaba, anularon las
Paloma, asintió con la cabeza, mientras sorbía su nariz con un pañuelo. —¿Lo conoces? —Fuimos compañeros en el colegio —expresó—, él pertenecía a la banda de música, con sus amigos eran, los populares…yo soy muy distinto a ellos. —Yo creí, y confié en él, en su amor, me casé con Iván...y lo único que hizo fue destruirme —expresó la joven sintiendo como su corazón adolorido sangraba en su interior— yo tenía tantas ilusiones, tantos sueños, lo amaba sinceramente. —Deberías poner una demanda en contra de Iván Arellano —sugirió Diego—, él cometió un abuso contigo, la gente piensa que por el hecho de que no te haya forzado, no es un delito, pero yo no lo considero así, porque tu esposo acudió a todas sus armas de seducción para consumir el acto, con el propósito de buscar venganza; se aprovechó de tu inocencia, de tu ingenuidad, de tu falta de experiencia. —Ladeó su ca