Paloma, asintió con la cabeza, mientras sorbía su nariz con un pañuelo.
—¿Lo conoces?
—Fuimos compañeros en el colegio —expresó—, él pertenecía a la banda de música, con sus amigos eran, los populares…yo soy muy distinto a ellos.
—Yo creí, y confié en él, en su amor, me casé con Iván...y lo único que hizo fue destruirme —expresó la joven sintiendo como su corazón adolorido sangraba en su interior— yo tenía tantas ilusiones, tantos sueños, lo amaba sinceramente.
—Deberías poner una demanda en contra de Iván Arellano —sugirió Diego—, él cometió un abuso contigo, la gente piensa que por el hecho de que no te haya forzado, no es un delito, pero yo no lo considero así, porque tu esposo acudió a todas sus armas de seducción para consumir el acto, con el propósito de buscar venganza; se aprovechó de tu inocencia, de tu ingenuidad, de tu falta de experiencia. —Ladeó su ca
Queridos lectores, espero estén disfrutando este libro, por favor dejen sus comentarios para conocernos.
Paloma, suspiró levemente sin que él se diera cuenta, no comprendía como Pamela, no lo valoró, entonces pensó que Diego, se merecía alguien mejor que esa mujer indudablemente, entonces su amigo se sentó frente a ella para desayunar. —Espero te guste— Sonrió él. —Estoy segura que sí —respondió la joven llevándose a la boca la cuchara con huevos revueltos y tocino. —¡Mmm! ¡Delicioso! —exclamó. —Te guardé más en el horno, por si deseas —habló Diego, ella nuevamente se sonrojó—. No pienses mal, no me estoy burlando de ti, al contrario, me da gusto ver que te alimentes bien, eso es bueno para tus bebés y para ti. —Gracias —respondió ella con lágrimas en los ojos—, lo lamento, el embarazo me tiene sensible —pronunció abanicándose con sus manos el rostro. —Es normal, como te sientes, no debes tener vergüenza, soy médico y te comprendo muy bien. Paloma, le sonrió; entre anécdotas de ambos de su época de estudios terminaron el desayuno.&n
Yanzatza- Ecuador. Paloma, sentada en uno de los jardines del centro donde recibía terapia, escuchaba atenta una de las charlas que impartía uno de los psicólogos de aquel lugar. —¿Qué pasaría si un día te despertaras y te dijeras a ti mismo que estás harto de sentirte cansado del estrés, de la ansiedad, de la ira, del enojo, de las lágrimas, de los corazones rotos, de las relaciones autodestructivas? —le preguntaba al grupo en general. Paloma, analizaba en su interior ese cuestionamiento, al igual que Diego, que ese día la acompañaba, en esos meses los dos se habían convertido en buenos amigos. Diego, se sentía en deuda con Paloma, por todo el daño que Pamela le había causado, por eso la cuidaba, protegía, le brindaba cariño y amistad incondicional. Para ella Diego, y el padre Alejandro se habían convertido en sus salvadores, obviamente compartía más con el doctor Serrano, con él salían a recorrer l
Diego, se quedó paralizado, el miedo de fallarle a ella también, se apoderó de él, todo su cuerpo temblaba. «Dios, ayúdame» suplicó en su mente, inhaló y exhaló varias veces, entonces recordó las súplicas de Paloma, observó el rostro angelical del pequeño Alejandro, quién abrió sus tiernos ojos y lo miró, entonces se armó de valor. —Rápido hay que llevarla al quirófano —indicó—. Llamen al anestesiólogo, preparen todo. —Usted no trabaja aquí —reclamó una enfermera. —Sí esa muchacha se muere, y su niña también todos ustedes van a perder su trabajo, se los aseguro —amenazó. Aquella enfermera se sonrió con ironía; pero la mujer que había discutido con Diego, a la entrada de la sala de emergencias se acercó a su compañera y murmuró a su oído, entonces la que se burló del doctor Serrano, palideció. —Venga conmigo doctor —solicitó. Le proporcionaron a Diego, el traje para entrar al quirófano, mientras
Yanzatza- Ecuador Diego, daba órdenes precisas a las enfermeras mientras Paloma, inconsciente, con sus signos vitales muy débiles, yacía pálida acostada en la cama de cuidados intensivos del hospital. —Realizaremos un masaje uterino —señaló el médico colocando sus manos sobre el vientre de Paloma, e indicando a las enfermeras como realizarlo— deben valorar constantemente los signos vitales de la paciente, por favor revisan el sangrado —ordenó preocupado. La hemorragia no cedía como él esperaba, no quería intervenir a la joven y practicarle una histerectomía, sin embargo después de aquella negligencia por parte del personal médico Paloma, desarrolló atonía uterina, a consecuencia de una grave lesión en el canal de parto al momento que nació Alejandro, ya que no le realizaron las pruebas necesarias como indicaba el protocolo en los alumbramientos, el doctor Serrano, conocía muy bien que la principal causa de muerte materna era la
Yanzatza- Ecuador Los niños de Iván y Paloma, fueron reconocidos como Dulce María, y David Alejandro Serrano Borrero. Diego, tenía serias dudas, quizás hacer eso no era lo correcto, pero tenía que cumplir su promesa, no podía permitir que los pequeños se criaran lejos de su madre, y quizás corrieran con el mismo destino de su hija. Sosteniendo la silla de cada uno de los bebés en sus brazos, abandonó el Registro Civil, los acomodó en el auto y los llevó a casa. Una vez ahí le dio instrucciones precisas a Citlalli de cómo atender a los niños. Luego de que se alimentaron y se quedaron dormidos, el doctor Serrano, se bañó y cambió de ropa para regresar al hospital. Cuando llegó a su nuevo lugar de trabajo e ingresó al quirófano observó el rostro pálido de Paloma, y a su compañero: el especialista vascular, aplicando el procedimiento de embolización arterial a la joven, era uno de los últimos recursos a utilizar para salvarle la vida y c
Diego, esperó a que Citlalli se retirara para conversar con Paloma, y contarle que reconoció a sus hijos, sentía temor de la reacción de la muchacha, quizás se iba a enojar con él, pero era necesario avisarle. —Paloma, tengo que hablar contigo de algo importante. —Se aclaró la garganta y entrelazó sus manos, entonces la joven se estremeció al notarlo nervioso, pensó que se trataba de sus hijos. —¿Les pasa algo malo a mis niños? —preguntó con preocupación. —Ellos están creciendo sanos y fuertes. — Sonrió Diego, observando a los niños con ternura, lo que provocó que Paloma, le devolviera el gesto. —¿Qué sucede Diego? —averiguó mirándolo con sus hermosos ojos negros. —¿Recuerdas que me hiciste prometer que si algo llegaba a pasarte no dejara que tus hijos se fueran con su padre? Paloma, asintió con la cabeza, pero no comprendía porque Diego hacía alusión a ese tema. —Lo recuerdo bien —expuso la joven sin dejar de mirar a Diego.
El doctor Serrano, levantaba los platos para colocarlos en el lavadero cuando Paloma, con sus niños apareció en la cocina. —Hola —saludó con una amplia sonrisa, luciendo un vestido floreado, acampanado y de delicadas tiras. —Buenas tardes —respondió él, dedicándole una discreta mirada, apreciando su particular belleza, enseguida se acercó a ella y le besó la mejilla. Después se inclinó antes los niños, quienes permanecían con sus ojitos bien abiertos, atentos a la voz de Diego, que reconocían de inmediato. —¿Durmieron toda la mañana? —le preguntó a Paloma. —Sí, y ahora me da pesar contigo, no van a querer dormirse. Diego sonrió tomando en sus brazos a Alejandro. —No te preocupes hoy les daré un masaje estimulante, jugaré con ellos ¿Verdad que se van a portar bien? —preguntó tomando la manita del niño, en un gesto muy tierno. 
Paloma ingresó a casa, se llevó la grata sorpresa de ver a sus bebés en brazos de Alfredo, y Sonia, quienes les estaban dando de comer a sus hijos. —Buenas noches —saludó con una sincera sonrisa, que fue bien recibida por parte de los señores Serrano—. Gracias por cuidar de mis niños, espero no les hayan dado molestias. —No, claro que no, son unos angelitos —comentó Sonia. En ese momento los pasos de Diego, los alertaron a todos el doctor Serrano, apareció con el cabello aún mojado, su bien formado tórax se apreciaba por la camiseta que llevaba ceñida a sus pectorales, acompañaba su atuendo unos jeans y zapatos casuales. Paloma no pudo evitar exhalar un suspiro, enrojeció de vergüenza esperando que los familiares de Diego, no la hayan escuchado. —¿Nos vamos? —preguntó a sus papás. —Sí —respondió Sonia— invitemos a Paloma a ir con nosotros.