Amerís soltó un gruñido voluntarioso y llevó la mano al costado del cuerpo,justo donde tenía la herida. Ese hombre le había gritado que se largara,y él por supuesto,no estaba dispuesto a rogarle a nadie por posada,aunque se desangrara en el camino y su sangre manchara las calles de su amada París, jamas le rogaría para quedarse. Contuvo el aliento,apretó los dientes y los ojos al mismo tiempo y avanzó dos pasos con toda la proeza que significaba el caminar con una herida recién abierta.—¿Qué rayos pretendes hacer?. Malaquias le preguntó molesto. Pero Amerís no pensaba responderle,se iría tan rápido que ese gitano no recordaría el haberle ayudado y si lo hiciera sería peor para él, porque no estaba dispuesto a agradecer nada. Siguió sin responder cuando había casi logrado atravesar la habitación en la que ambos estaban le detuvo Malaquias.—Estas loco si crees que puedes andar por las calles con una herida como esa. El rubio le lanzó una mirada de hastío y avanzó otro paso,pero Malaqui
-Porque no sería muy cortés hacerlo delante mío. Dijo una voz que los interrumpió. La gitana alzó la mirada y sintió un escalofrío recorrer por su espalda,no espera que fuera él quien los hubiera encontrado en esa extraña situación,de la cual,no tenía ni idea cómo había llegado. Parminius también se sorprendió al escuchar que los habían interrumpido,sin embargo, no dijo nada al no reconocer al hombre.-¡Adasius!-. Exclamó ella con sorpresa. El gitano le sonrió con dulzura,como alguien que ama demasiado y se sabe no correspondido. Él echó un vistazo hasta ellos,por supuesto lo que vio no le agradó. El hombre estaba demasiado cerca de ella,como si se tuviesen confianza,algo que golpeó su corazón. Sería un tonto si no aceptara el hecho de que Julianna parecía estar interesada en ese soldado,su nerviosismo la delataba.-Anda mujer,ve y termina de juntar tus cosas, yo despido a tu visita. Ella no le dijo nada,tan solo se dio la vuelta y le lanzó una mirada de soslayo al comandante temeros
El gitano la esperó con paciencia pero aun cauteloso a su alrededor, con la mirada recorría las calles penumbrosas de París, ningún detalle se le escapa, él era astuto. De pronto la escuchó acercarse y su corazón se tranquilizó un poco. —Anda, vamos. Realmente quiero llegar a casa. Adasius la siguió en silencio,la veía mezclarse en la noche como si fuese parte de ella, en el último callejón ambos se adentraron. La música era inconfundible,el zapateo en la madera era estridente y las cuerdas de la guitarra imponía el ritmo de una melodiosa voz. Tenían fiesta de nuevo, pero no se sentía con ánimos para pertenecer a ella. —Pero si ha llegado la reina del lugar—Melchor le tomó la mano, jalandola hasta él y comenzó a bailar. Julianna no quería, pero jamas despreciaría un baile con Melchor. —Hermosa musa que inspira a cualquiera, tus ojos brujos hacen burbujear el pecho del que los mira, amazona, diosa, y plebeya, sos todo lo que deseas mi niña. El viejo Melchor ya estaba borracho, ni s
El hombre entró con cautela en las entrañas de la vieja catedral, sus ojos se posaron en cada rincón momentos antes, lo que menos deseaba era encontrarse con Solan en ese momento y tener de nuevo una riña con él. Lo creía un traidor, y quizá estaba en lo correcto. Haberle ocultado ciertas cosas lo volvía un indeseable ante sus ojos, pero ¿Qué esperaba? Tampoco había mucho que esperar de su parte, pero también era consciente de que haber ocultado al soldado era algo peligroso. Suspiró irritado y abrió la puerta falsa por la que siempre entraban los gitanos. No se dio cuenta de que había alguien observándole. —Ya era hora de que aparecieras, creí que te quedarías en esa choza tuya. Volvió el rostro para encontrar a Jeremiah con los brazos cruzados sobre el pecho y una expresión que no era de camaradería precisamente. No tenía las ganas de responderle como se merecía por meterse en asuntos que no eran suyos, pero tampoco deseaba empeorar la situación con los suyos. —Este es mi sitio,
Solan,desconcertado y molesto, azotó nuevamente la puerta de la que era su habitación. Se estaba volviendo una fea costumbre arremeter contra lo que se pusiera en frente. Pero no podía evitar querer golpear algo, lo que fuera que encontrara y le ayudara a bajar la furia que recorría su sangre como veneno ardiente. Algo le escondía ese maldito y él iba a averiguar qué era. Sacudió el cabello con sus dedos y lo agarró en una coleta,en un rincón había una botella de vino abandonada sin más. Iba a tomarla y perderse en ella cuando escuchó unos golpes en la puerta. En ese momento sintió la necesidad de estrellar la botella que traía en las manos contra la puerta y así hacer que quién estuviera fuera lo dejara en paz, pero no pudo, la voz de Adasius lo sacó de sus bajos pensamientos. -Solan, voy a entrar. Le dijo y giró la perilla de la puerta y se introdujo con pasos lentos. Podía notarse en su rostro el peso de los años, la vergüenza y la ira acumulada. El mismo matiz del que estaba hech
Julianna abrió los ojos con asombro,con admiración y extendió las manos hacia el sirviente que hizo una leve inclinación de respeto y ante eso la chica le imitó de igual forma, quizá en aquella región era costumbre hacer una reverencia. El encopetado sirviente con aire pomposo se alejó de la chica sin decir otra palabra,Adasius, que había estado observando desde un árbol miró todo desdén un principio,como había llegado un elegante carruaje hasta la caravana y como los niños se habían vuelto locos con su llegada, como se había bajado un hombre con una ridícula peluca y había preguntado por Julianna mientras daba pequeñas miradas a su alrededor que mostraba el disgusto que le provocaba estar en ese lugar, y como una temblorosa Julianna había extendido sus manos para recibir un trozo de papel que miraba con fascinación. ¡Bahh! ¿Qué tan importante podía contener ese sobre para que ella estuviera tan embobada? El hombre volteó el rostro con fastidio,nunca había visto a su amiga de esa fo
Solan dio una vuelta mas en su cama, no lograba conciliar el sueño, había algo que le estaba molestando y claro que sabía el qué. Pero era demasiado obstinado para reconocerlo en voz alta, de nuevo dio un gruñido voluntarioso y soltó un golpe al costado de su cama, se sentó un momento y restregó los dedos en el cabello. Esa maldita situación lo iba a volver loco, ya no era suficiente el verlo a lo lejos y saber que lo tenía ahí, para cuando él quisiera, ahora quería tenerlo un poco mas, oler su frágil piel y perderse en ella, en sus pequeños ojos que lo miraban con admiración. Lanzó las sábanas y salió fuera de su habitación dispuesto a encontrarlo, si estaba en lo correcto, Gabrielle se encontraba con Foran dando el rondín. Se detuvo al escuchar un par de voces agudas. -Ya era hora de que aparecieras, creí que te quedarías en esa choza tuya.-Este es mi sitio, le guste a quien le guste.-Ya,eso es lo que crees. -No vine para escuchar tus discursos. -¿Entonces? ¿A qué has venido
El palacio de su majestad era todo lo que Julianna soñó que sería, no, más de lo que ella había soñado. Sonrió con la mirada soñadora. Melchor detuvo la caravana y echó un largo vistazo seguido de un silbido—¡Caramba,es más grande de lo que imaginé — soltó el gitano. A la fiesta del rey fueron unos cuantos acompañando a la chica, Melchor por ser el líder, Lucía por ser su amiga, Adasius por ser su protector autoproclamado, y por supuesto, Horas su hermano. Ella llevaba un sencillo vestido de colores, verde, violeta y blanco que sabía le favorecían. El grupo se acercó a la entrada del palacio con jococidad, entre risas y silbidos de admiración, entonces un guardia los detuvo. A Horas no le gustó la mirada que el guardia les estaba dando, los estaba inspeccionando, quizá su atuendo llamativo era lo que incomodaba a aquel hombre. —¿Quienes son ustedes? Preguntó con la misma mirada despectiva. Melchor se adelantó haciendo una reverencia un poco exagerada y sacó una invitación de entre s