capítulo 25

La entrada le costó unas monedas. Retiró la vieja tela de enfrente y buscó con la vista un lugar donde sentarse. Sus hombres le habían contado alguna vez de las múltiples obras que habían visto en la vieja taberna. Sin embargo,hasta ahora le entraba el ánimo de acudir a esos eventos. No lo hacía porque de verdad los encontraba mediocres y un tanto aburridos. Pero claro,sus hombres apostaban a que cuando viera a la dama bailar,se quedaría prendado de ella,lo dudaba. Pero ahora estaba ahí,y curiosamente se sentía nervioso. ¿Él nervioso? Parminius trató de relajarse mientras una chiquilla de escasos quince años le colocaba un tarro lleno. Escudriñar una vez más, y no encontró a ninguno de sus Hombres—¡Idiotas!— Ahora por su culpa había caído muy bajo. De pronto una música lo sacó de sus pensamientos. Era el repique de una vieja guitarra tocada sin prisa en la escasa luz del lugar. Una mujer se asomó,llevaba el cabello suelto,pero no podía verle el rostro. Sus caderas comenzaron a moverse
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