Mientras conducía, no pudo evitar echar una mirada al retrovisor. Alejandro estaba estacionado a una distancia donde podía observarlos, pero no lo suficientemente cerca como para ser obvio. Julián sonoro para sí mismo. No era la primera vez que Alejandro se comportaba de esa manera, tan controlador, tan incapaz de dejar ir ciertas cosas. Pero hoy, le resultaba particularmente interesante. Llegaron a la cafetería, un pequeño lugar acogedor, apartado del bullicio de la ciudad, pero el bullicio de los niños era más que suficiente. Era un sitio con historia para ambos, donde Lucas y Alejandro se habían conocido meses atrás. Un lugar donde las decisiones importantes parecían más fáciles bajo el aroma del café recién hecho y el murmullo suave de las conversaciones ajenas. Mientras estacionaba el coche, Julián notó que Alejandro se había detenido a una distancia prudente, claramente vigilando. No hizo ningún movimiento para confrontarlo; en lugar de eso, se concentró en disfrutar del moment
Los días avanzaban lentamente, pero para Clara, cada uno se sentía más pesado que el anterior. Una sensación constante de incomodidad la invadía, como si todo a su alrededor hubiera cambiado de manera sutil pero perceptible. Cada paso que daba en la oficina era acompañado por la sensación de que estaba siendo observada. Miradas invisibles la seguían, y aunque nunca lograba ver a nadie, el escalofrío en su espalda no desaparecía. Era como si una sombra se hubiera instalado en su vida, acechándola desde las esquinas.Aquel día, tras una reunión tensa y agotadora, decidió tomarse un respiro. Bajó a la cafetería del edificio empresarial, buscando un momento de tranquilidad en medio del caos habitual de su trabajo. Mientras sostenía su taza de café caliente, caminó por el vestíbulo, rodeada de empleados que iban y venían, absortos en sus propias vidas. Sin embargo, la sensación de vigilancia la alcanzó de nuevo.Clara sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral. Disimuladamente, mien
Clara llegó a su apartamento esa noche, exhausta, pero incapaz de calmar el torbellino de pensamientos que la acosaban. Cerró la puerta detrás de ella, sintiendo el peso de la llave en su mano como si fuera un ancla que la mantenía conectada a la realidad. Dejó su bolso sobre la mesa del vestíbulo y se dirigió al salón, donde las luces tenues apenas lograban iluminar el espacio. Todo parecía normal, pero en su mente no había nada que pudiera considerarse "normal" después de lo que había sucedido hoy.— Llegaste tarde hoy. — La voz de su amiga la sorprendió —. ¿Está todo bien?Lucía observó a su amiga con el semblante preocupado, se acercó a ella y le tomó de la mano.— Solo fue un día raro — susurró Clara, observando la mano de su amiga, sosteniéndola —. Gracias por cuidar de Lucas.— Sabes que lo hago con mucho gusto. Ese niño es asombroso e inquietante. — La miró fijamente —. Ya está dormido. Deberías hacer lo mismo, amiga.Clara asintió y luego se despidieron.¿Sofía? La imagen de e
El aire fresco de la mañana se deslizaba suavemente por las calles mientras las hojas caían de los árboles, dibujando patrones dorados en el suelo. Lucas caminaba hacia la escuela, su pequeña mochila colgando de sus hombros. A su lado, su niñera hablaba animadamente, tratando de distraerlo con cuentos de animales, aunque el niño apenas prestaba atención. Su mente estaba ocupada con otros pensamientos, más complejos para un niño de su edad, pero que él enfrentaba con una madurez inusual.Cuando llegaron a la entrada de la escuela, la niñera se despidió con un rápido «Adiós, Lucas», antes de girarse y marcharse. La maestra, que ya había visto a Lucas acompañada por la misma niñera muchas veces, lo observaba desde la distancia. Después de lo que había sucedido la última vez, era cuidadosa, pero no lo suficiente como para intervenir. Cedric ya había aparecido antes, y desde entonces había notado la inquietud en Lucas, pero nada que pudiera hacerle pensar que algo estaba fuera de lugar.Sin
Alejandro entró en su oficina con pasos firmes, su mente aún desorientada por el almuerzo que acababa de compartir con Clara. La sensación de cercanía, aunque breve, lo había dejado con más preguntas que respuestas. Era como si hubiera algo justo fuera de su alcance, algo que no podía recordar pero que sabía que estaba allí. ¿Por qué se sentía tan atraído hacia ella, tan conectado, si no tenía recuerdos claros de su pasado con ella?Necesitaba recuperar la memoria. Necesitaba terminar con todo y acercarse más a ella.Pero en cuanto cruzó la puerta de su oficina, la atmósfera cambió abruptamente. Lucius y Julián estaban allí, esperándolo. El aire estaba cargado de tensión, y Alejandro lo sintió de inmediato.— ¿Qué está pasando? — preguntó, su voz llena de autoridad mientras cerraba la puerta tras de sí.Julián fue el primero en hablar, con el rostro tenso y el ceño fruncido.— Clara y Lucas están en peligro — dijo, sin rodeos, su tono lleno de urgencia.Alejandro sintió un nudo formars
Cedric caminaba por las calles, su mente trabajaba en silencio mientras planeaba su próximo movimiento. Todo parecía estar bajo control. Clara estaba a su alcance, y Lucas también. Todo iba según lo previsto, pues ella era su musa, su debilidad. Era la mujer que por tanto tiempo había deseado desde la distancia, y a la que no quiso involucrar. No deseaba involucrarla en su mundo, pero cuando el primer escándalo ocurrió, comenzó a estudiar mejor sus pasos. Su obsesión lo llevó a traer a Javier, para alejarlo del imbécil de Alejandro, sus celos lo estaban matando al verla enamorada de él; los mismos celos que lo carcomían al ver como protegía a su hijo. Ese bastardo. Sin embargo, una sensación inquietante comenzó a crecer en su interior. Era como si el aire alrededor de él se tornara pesado, cargado de una tensión invisible. Había aprendido, a lo largo de los años, a prestar atención a esas señales. Algo estaba mal.De reojo, percibió un movimiento. Alguien lo seguía. No se giró inmediat
Clara se encontraba en el umbral de la entrada de su departamento, sintiendo la tensión en el aire como un hilo afilado que cortaba su respiración. Cedric, con su mirada intensa y decidida, había hecho una propuesta que no podía ignorar.— Clara, ven conmigo. No hay tiempo que perder — dijo, su voz grave resonando en la estancia como un eco ominoso.Ella lo miró, su corazón latiendo con fuerza, y sintió cómo una oleada de rechazo la invasión.— No, Cedric. No voy a ir contigo. No quiero saber nada de lo que tienes planeado — respondió, con una firmeza que apenas ocultaba su miedo —. Quitaste un arma en rente de mi hijo.Cedric apretó sus manos en puños, una reacción que no pasó desapercibida por Clara. La tensión en sus músculos era palpable, como si una tormenta estuviera a punto de estallar. Se acercó a ella, la distancia entre ambos se acortó, y en un movimiento rápido, tomó su brazo con una fuerza que la hizo estremecerse.— Te estoy hablando en serio, Clara. Necesitas acompañarme
La noche caía en la ciudad como un manto oscuro, mientras Lucas, temblando, observaba cómo los hombres de Cedric se movían con nerviosismo. El aire estaba cargado de tensión, y el silencio era interrumpido solo por el murmullo distante de las sirenas. En un instante, los hombres de Cedric, al ver la luz de los coches de policía acercándose rápidamente, soltaron a Lucas. El niño cayó al suelo, pero no se detuvo. Se levantó y, con el miedo aun palpitando en su pecho, se dirigió hacia la carretera.Cuando llegó el oficial de policía, Lucas se encontró en una especie de trance, temblando. El oficial, un hombre de apariencia seria, pero con ojos comprensivos, se acercó rápidamente a él.— ¿Qué ha ocurrido, amigo? ¿Quiénes eran esos hombres? No tengas miedo — le dijo con una voz tranquilizadora.Lucas lo miró con ojos fríos, llenos de una madurez que no correspondía a su edad.— No tengo miedo — respondió con una firmeza que sorprendió al oficial —. Acaban de secuestrar a mi mamá, y nadie s