¡Alejandro finalmente se está dejando llevar por sus sentimientos!
Alejandro entró en su oficina con pasos firmes, su mente aún desorientada por el almuerzo que acababa de compartir con Clara. La sensación de cercanía, aunque breve, lo había dejado con más preguntas que respuestas. Era como si hubiera algo justo fuera de su alcance, algo que no podía recordar pero que sabía que estaba allí. ¿Por qué se sentía tan atraído hacia ella, tan conectado, si no tenía recuerdos claros de su pasado con ella?Necesitaba recuperar la memoria. Necesitaba terminar con todo y acercarse más a ella.Pero en cuanto cruzó la puerta de su oficina, la atmósfera cambió abruptamente. Lucius y Julián estaban allí, esperándolo. El aire estaba cargado de tensión, y Alejandro lo sintió de inmediato.— ¿Qué está pasando? — preguntó, su voz llena de autoridad mientras cerraba la puerta tras de sí.Julián fue el primero en hablar, con el rostro tenso y el ceño fruncido.— Clara y Lucas están en peligro — dijo, sin rodeos, su tono lleno de urgencia.Alejandro sintió un nudo formars
Cedric caminaba por las calles, su mente trabajaba en silencio mientras planeaba su próximo movimiento. Todo parecía estar bajo control. Clara estaba a su alcance, y Lucas también. Todo iba según lo previsto, pues ella era su musa, su debilidad. Era la mujer que por tanto tiempo había deseado desde la distancia, y a la que no quiso involucrar. No deseaba involucrarla en su mundo, pero cuando el primer escándalo ocurrió, comenzó a estudiar mejor sus pasos. Su obsesión lo llevó a traer a Javier, para alejarlo del imbécil de Alejandro, sus celos lo estaban matando al verla enamorada de él; los mismos celos que lo carcomían al ver como protegía a su hijo. Ese bastardo. Sin embargo, una sensación inquietante comenzó a crecer en su interior. Era como si el aire alrededor de él se tornara pesado, cargado de una tensión invisible. Había aprendido, a lo largo de los años, a prestar atención a esas señales. Algo estaba mal.De reojo, percibió un movimiento. Alguien lo seguía. No se giró inmediat
Clara se encontraba en el umbral de la entrada de su departamento, sintiendo la tensión en el aire como un hilo afilado que cortaba su respiración. Cedric, con su mirada intensa y decidida, había hecho una propuesta que no podía ignorar.— Clara, ven conmigo. No hay tiempo que perder — dijo, su voz grave resonando en la estancia como un eco ominoso.Ella lo miró, su corazón latiendo con fuerza, y sintió cómo una oleada de rechazo la invasión.— No, Cedric. No voy a ir contigo. No quiero saber nada de lo que tienes planeado — respondió, con una firmeza que apenas ocultaba su miedo —. Quitaste un arma en rente de mi hijo.Cedric apretó sus manos en puños, una reacción que no pasó desapercibida por Clara. La tensión en sus músculos era palpable, como si una tormenta estuviera a punto de estallar. Se acercó a ella, la distancia entre ambos se acortó, y en un movimiento rápido, tomó su brazo con una fuerza que la hizo estremecerse.— Te estoy hablando en serio, Clara. Necesitas acompañarme
La noche caía en la ciudad como un manto oscuro, mientras Lucas, temblando, observaba cómo los hombres de Cedric se movían con nerviosismo. El aire estaba cargado de tensión, y el silencio era interrumpido solo por el murmullo distante de las sirenas. En un instante, los hombres de Cedric, al ver la luz de los coches de policía acercándose rápidamente, soltaron a Lucas. El niño cayó al suelo, pero no se detuvo. Se levantó y, con el miedo aun palpitando en su pecho, se dirigió hacia la carretera.Cuando llegó el oficial de policía, Lucas se encontró en una especie de trance, temblando. El oficial, un hombre de apariencia seria, pero con ojos comprensivos, se acercó rápidamente a él.— ¿Qué ha ocurrido, amigo? ¿Quiénes eran esos hombres? No tengas miedo — le dijo con una voz tranquilizadora.Lucas lo miró con ojos fríos, llenos de una madurez que no correspondía a su edad.— No tengo miedo — respondió con una firmeza que sorprendió al oficial —. Acaban de secuestrar a mi mamá, y nadie s
Lucas caminaba de un lado a otro en la oficina de Alejandro, su mente inquieta y llena de preocupaciones. Cada paso que daba resonaba en el silencio de la habitación, un eco de su ansiedad mientras esperaba noticias de su madre. La puerta estaba cerrada, y aunque sabía que Alejandro y su equipo estaban trabajando arduamente para rescatarla, la incertidumbre lo consumía.Don Arturo, lo observaba desde su asiento. Por un instante, su mirada se perdió en el niño, y en él vio un destello de su propio hijo.— Alejandro era así de inquieto y maduro — murmuró, su voz rasposa llenando el aire —. Poseía una inteligencia fenomenal, igual que tú.Lucas detuvo sus pasos, mirándolo con curiosidad.— ¿De verdad? — preguntó, sintiendo como si un rayo de esperanza iluminara su corazón.— Sí — continuó Don Arturo, su mirada nostálgica —. Era un niño muy inquieto y decidido; y, sobre todo, muy valiente.El niño sintió un impulso de confesión.— Yo... yo quiero mucho a Alejandro – dijo, su voz apenas un
Don Arturo, con su figura encorvada por el peso de los años, se puso de pie de repente, como si un rayo de determinación lo hubiera atravesado.— ¡Lucas, detrás de mí! — gritó, cubriendo al niño con su cuerpo, sintiendo que la amenaza se acercaba.Sofía, la mujer que había cruzado la puerta, se acercó más, una sonrisa torcida en sus labios.— ¿Así que este es tu nuevo protegido? Junto con su madrecita escuálida — dijo con sarcasmo, observando a Lucas con una mezcla de desdén y diversión —. ¿No te parece un poco arriesgado, Don Arturo? Dar demasiado por personas tan… ¿Cuál sería la palabra? ¡Ah! Personas insignificantes.El anciano, con la mirada fija en ella, le exigió que se detuviera.— No te acerques a él, Sofía. No quiero que le hagas daño — advirtió, sintiendo cómo la tensión en la habitación aumentaba —. Es solo un niño.Sofía, fingiendo dolor, se llevó una mano al pecho.— Pensé que tú me querías, pero al igual que todos, solo buscas poder y te conformas con baratijas — dijo, d
La tensión en la habitación era palpable. Don Arturo sabía que Sofía estaba al borde de un abismo, y temía qué podría hacer si no se calmaba.— Vete, Sofía. No hay nada aquí para ti. Solo dolor y sufrimiento — le dijo, su voz grave.— ¿Y si no quiero irme? — respondió ella, acercándose un poco más, como un depredador que acecha a su presa —. ¿Y si quiero quedarme y ver cómo se desmoronan tus sueños?— ¡Basta! — gritó Lucas, su voz resonando con fuerza en la habitación —. No puedes hacer esto. ¡No puedes!Sofía se detuvo por un momento, sorprendida por la valentía del niño. No debería, pero lo hizo. Ya había interactuado con ese bastardo y comprendía a la perfección e cariño de Alejandro por él, pero no le importaba. Su mirada se endureció.— ¿Y qué vas a hacer tú, pequeño? ¿Vas a intentar detenerme? — dijo, burlándose de él —. Soy más grande que tú.— Pero más tonta — repitió Lucas, sintiendo cómo la ira crecía en su interior —. ¡Solo quieres hacer daño!— Y tú, chiquitín, serás solo
Mientras tanto, Sofía seguía resistiéndose, pero Lucius la mantenía firmemente sujeta.— Quédate quieta, zorra asquerosa — graznó —. Mientras más te rehúses, menos compasión te tendrán,— ¡No me hables de compasión! No necesito tu lástima — respondió ella, su mirada llena de rabia —. He perdido todo lo que amaba. No me importa lo que me hagan. ¡Ya no tengo nada que perder!Lucius soltó una carcajada.— No pierdes algo que nunca has tenido; pero si hablas de tus padres, tranquila, ellos tambien irán presos.Más tarde, la tensión en el aire del hospital era palpable. Alejandro había insistido en que Lucas recibiera atención médica, y no solo eso; también necesitaba apoyo psicológico para lidiar con los traumas que había vivido. Lucius, por su parte, caminaba de un lado a otro en la sala de espera, sus pensamientos agitados, como un torbellino en su mente. Sofía había sido trasladada a su país para cumplir con su condena, junto con su familia, había caído como un rayo en medio de su torm