— ¿Qué te pasa? — preguntó Clara, su voz apenas contenía el temblor del miedo y la sorpresa. Trató de liberarse, pero Alejandro no la soltaba.— No lo sé — respondió él con un tono frenético, como si estuviera a punto de perder el control de sí mismo —. No sé qué me pasa, Clara. No sé por qué estoy aquí... no sé por qué no podía dejarlo así. ¡Pero necesito saber por qué renunciaste!Clara lo miró, atónita. Esa no era la pregunta que esperaba. No era la confrontación que había anticipado al verlo. Su silencio fue prolongado, su mente corría buscando una respuesta coherente. Pero el silencio sólo parecía enfurecer más a Alejandro. Su rostro se tensó, sus ojos se oscurecieron aún más.— ¡Contéstame! — exigió, su voz temblando, como si estuviera al borde del colapso —. ¿Por qué renunciaste a mí? ¿Por qué te alejaste de todo?Clara tragó saliva, tratando de encontrar las palabras adecuadas, pero había algo en la forma en que Alejandro la miraba que la desarmaba. Sentía que estaba viendo a
Clara sintió el peso de cada paso mientras avanzaba hacia el edificio de Cedric. La fachada de cristal brillaba bajo la luz del sol, pero el ambiente frío y severo que emanaba el lugar parecía absorber cualquier calidez que el día pudiera ofrecer. El encuentro con Alejandro en el callejón aún resonaba en su mente como un eco persistente, y la presencia inquietante de Lucius, con sus palabras enigmáticas, no la ayudaba a calmarse.El edificio no era tan imponente como el de Alejandro, pero había una elegancia inquietante en su arquitectura. Parecía construido para intimidar, con sus líneas rectas y su entrada de mármol pulido. Clara se detuvo un momento frente a las puertas de cristal, intentando calmar su respiración. Sentía que el caos que acababa de vivir afuera la estaba siguiendo, como si pudiera sentir las miradas de Alejandro y Lucius todavía clavadas en su espalda. Pero no podía permitirse flaquear ahora.Con un último esfuerzo, cruzó las puertas.El interior del edificio era t
Lucas observaba el reloj de la pared de su aula con una impaciencia que parecía hacer que las manecillas se movieran más despacio. El día había sido interminable, y aunque intentaba concentrarse en las actividades escolares, su mente siempre volvía a lo mismo: su madre y ese hombre, Cedric. Sabía que hoy era su primer día de trabajo con él, y el malestar que sentía desde que había escuchado la noticia no lo dejaba en paz.Cuando finalmente sonó la campana de salida, Lucas se levantó de un salto, casi tirando su silla en el proceso. Los otros niños lo miraron, algunos con curiosidad, otros con indiferencia, pero él no prestó atención. Solo había una cosa en su mente: ver a su mamá. Asegurarse de que estaba bien.Mientras caminaba hacia la puerta de la escuela, sintió una ligera presión en su mano. Era Elena, su amiga, quien lo había alcanzado y ahora caminaba a su lado con una sonrisa tranquila en el rostro.— Tranquilo, Lucas — le dijo con su tono despreocupado, como si todo en el mund
Sofía caminaba de un lado a otro en su habitación, sus tacones resonando con cada paso sobre el suelo de mármol. La tensión en el aire era palpable, sus pensamientos se arremolinaban en su mente, todos girando en torno a Lucius. La incertidumbre la estaba devorando por dentro. Alejandro, tan cerca de ella y, a la vez, tan distante. Lucius, siempre en las sombras, observando. Sentía que algo estaba a punto de romperse, pero no podía identificar qué. Tenía que actuar rápido, antes de que todo se le escapara de las manos. Algo no estaba bien.La puerta de su habitación se abrió de golpe, interrumpiendo su marcha frenética. Entró Ramón, su tío, con esa manera tan suya de moverse, como si el mundo entero le perteneciera. Su mirada era una mezcla de desprecio y algo más oscuro, algo que siempre le hacía sentirse incómoda, pero la atraía al mismo tiempo.— ¿Qué quieres? — preguntó Sofía, deteniéndose y cruzando los brazos, tratando de mantener la compostura.Ramón no respondió de inmediato. E
— Vine por ti — repitió Cedric, sin perder la compostura —. Sabía que no tienes auto, así que pensé que sería más cómodo para ti que te llevara al trabajo.Antes de que Clara pudiera responder, Lucas intervino una vez más, su voz cargada de una hostilidad que no podía ocultar.— Mi tío Julián vendrá por nosotros. Él nos llevará — dijo, mirando a Cedric con una expresión desafiante.Clara miró a su hijo, sorprendida por su tono. Lucas siempre había sido directo, pero nunca tan frío o tan abiertamente combativo. Algo en su comportamiento estaba cambiando, y no sabía cómo manejarlo.— Lucas... — comenzó Clara, avergonzada —, iré por mi bolso, mientras esperamos a Julián.— Está bien — dijo, manteniendo su sonrisa mientras bajaba a la altura de Lucas, mirándolo directamente a los ojos, y una vez Clara desapareció, prosiguió —. Sé que no te caigo bien, Lucas. Pero eso es irrelevante. Estoy interesado en tu madre, y si sigues interfiriendo, cosas malas pueden suceder.El rostro de Lucas pal
Julián mantuvo su sonrisa, evaluando la reacción de Alejandro con cuidado. Sabía que estaba tocando un punto sensible, pero también sabía que debía mantener la calma.— Nada — respondió con ligereza —. A ella no le molesta. De hecho, es Lucas quien siempre pide por mí.Alejandro apretó la mandíbula, una señal clara de que algo lo estaba carcomiendo por dentro. La relación entre Clara y él fue tensa desde que ocurrió el accidente, pero quería intentarlo, sin embargo, no solo quería destruir a Sofía, sino a su familia. Y, que ahora su mejor amigo estuviera tan cerca de su..., de Lucas, de alguna manera, lo hacía sentir desplazado y no entendía por qué, ya que no había recuerdos en su mente.— Debes enfocarte más en tu trabajo, Julián — dijo Alejandro con un tono cortante —. No te distraigas con niñerías. No viniste de lejos solo para eso.Julián se detuvo por un segundo, sus ojos reflejando una mezcla de sorpresa y molestia. No le gustaba que Alejandro lo tratara con tanta condescendenc
Mientras conducía, no pudo evitar echar una mirada al retrovisor. Alejandro estaba estacionado a una distancia donde podía observarlos, pero no lo suficientemente cerca como para ser obvio. Julián sonoro para sí mismo. No era la primera vez que Alejandro se comportaba de esa manera, tan controlador, tan incapaz de dejar ir ciertas cosas. Pero hoy, le resultaba particularmente interesante. Llegaron a la cafetería, un pequeño lugar acogedor, apartado del bullicio de la ciudad, pero el bullicio de los niños era más que suficiente. Era un sitio con historia para ambos, donde Lucas y Alejandro se habían conocido meses atrás. Un lugar donde las decisiones importantes parecían más fáciles bajo el aroma del café recién hecho y el murmullo suave de las conversaciones ajenas. Mientras estacionaba el coche, Julián notó que Alejandro se había detenido a una distancia prudente, claramente vigilando. No hizo ningún movimiento para confrontarlo; en lugar de eso, se concentró en disfrutar del moment
Los días avanzaban lentamente, pero para Clara, cada uno se sentía más pesado que el anterior. Una sensación constante de incomodidad la invadía, como si todo a su alrededor hubiera cambiado de manera sutil pero perceptible. Cada paso que daba en la oficina era acompañado por la sensación de que estaba siendo observada. Miradas invisibles la seguían, y aunque nunca lograba ver a nadie, el escalofrío en su espalda no desaparecía. Era como si una sombra se hubiera instalado en su vida, acechándola desde las esquinas.Aquel día, tras una reunión tensa y agotadora, decidió tomarse un respiro. Bajó a la cafetería del edificio empresarial, buscando un momento de tranquilidad en medio del caos habitual de su trabajo. Mientras sostenía su taza de café caliente, caminó por el vestíbulo, rodeada de empleados que iban y venían, absortos en sus propias vidas. Sin embargo, la sensación de vigilancia la alcanzó de nuevo.Clara sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral. Disimuladamente, mien