Alejandro cada vez se vuelve más insoportable. Es un pedante, arrogante e imbécil; pero no se preocupen... Él tiene todas las pruebas en contra de Sofía. No se olviden. Además, estamos en la etapa final...
Julián lo miró, intentando mantener la calma. Sabía que, en el fondo, Alejandro no era el hombre que estaba mostrando ser últimamente. Pero también sabía que este no era el momento para suavidades.— Voy a la escuela por Lucas — respondió Julián, sin rodeos —. Clara tiene algo que hacer, y me pidió que lo recogiera. Además, ya es la salida. No hay nadie más.Alejandro frunció el ceño, su expresión cambiando de sorpresa a burla en cuestión de segundos.— ¿Te has convertido en el niñero de Clara ahora? — preguntó con una sonrisa cínica.Julián, normalmente paciente, sintió cómo la sangre le hervía ante el comentario. Los ojos de Alejandro lo desafiaban, como si el hombre que alguna vez había sido su mejor amigo estuviera probando los límites de su lealtad.Julián lo observó con una seriedad que rara vez mostraba.— Alejandro — comenzó, su voz baja pero cargada de tensión —, ¿a qué estás jugando? — Hizo una pausa, esperando una reacción, pero Alejandro solo lo miraba en silencio —. Tienes
Aparcó frente a la casa de Sofía, un edificio elegante y frío, como la familia que lo habitaba. Sofía apareció en la puerta antes de que él pudiera bajar del coche, con esa sonrisa de suficiencia que comenzaba a irritarlo más de lo que él mismo admitía. Su padre, el poderoso e imponente Ernesto, la seguía a unos pasos de distancia, con una expresión que no ocultaba su desagrado.Cuando Ernesto se dio cuenta de que era Alejandro quien se había estacionado frente a su casa, su rostro se tensó aún más. Sofía, en cambio, alzó el mentón con una mezcla de arrogancia y satisfacción, como si cada movimiento que hacía fuera parte de una coreografía cuidadosamente orquestada. Alejandro apagó el motor, sintiendo un nudo en el estómago mientras observaba la escena.Eduardo no tardó en volverse hacia su hija, su mirada dura y afilada.— ¿Estás segura de esto, Sofía? — preguntó con un tono bajo y amenazante, lo suficientemente suave para que Alejandro no lo oyera desde el coche, pero cargado de una
Sofía, siempre astuta, decidió no presionar más. Sabía que la situación era delicada, y prefería dejar que Alejandro procesara lo que veía, pero sin correr el riesgo de perderlo todo nuevamente. Por dentro, Sofía sonreía. Todo estaba saliendo según su plan.Mientras Alejandro se sentaba en la mesa, su mirada se mantenía fija en Clara y Cedric. El hombre hablaba con una confianza que irritaba a Alejandro, como si supiera algo que él no. Y Clara ... Clara parecía cómoda, más relajada de lo que la había visto en mucho tiempo. ¿Qué estaba pasando realmente? ¿Por qué lo molestaba?En ese momento, Clara levantó la vista y sus ojos se encontraron con los de Alejandro. Todo el aire del restaurante pareció evaporarse. Los segundos se estiraron, y aunque nadie más lo notó, para ellos dos el tiempo se detuvo.¿Por qué la estaba mirando como si estuviera molesto?Alejandro sintió un tirón en el pecho, algo que no podía explicar. Ella era parte de su vida, lo sabía con certeza. Y ahora, más que nun
En ese momento Clara recordó nuevamente la conversación que tenían antes de que todo se fuera al carajo.— No lo sé. Me he sentido cómoda últimamente, pese… — Y entonces, todo se fue a la mierda… otra vez.Su corazón se volvió a romper. Alejandro estaba dejando que Sofía lo bese, que lo acaricie y lo peor es que ella sonreía, dejando claro que había ganado. Cedric al percatarse, miró y entendió.— ¡Ey! No los mires. — Clara forzó una sonrisa y le sonrió ampliamente.— Tienes razón. Es hora de ampliar mis horizontes. Sería un placer trabajar contigo, Cedric.Entonces, Cedric sonrió y Alejandro se percató de eso, sintiéndose extrañado.— Es bueno que ella haya decidido avanzar. Te ha olvidado muy rápido — ronroneó Sofía.Alejandro observó cómo ambos se pusieron de pie, y deseaba seguirlos. Su instinto le gritaba que la detuviera, pero… ¿Por qué lo haría?Clara se percató de cuan observada estaba siendo por ambos, aunque sus ojos seguían fijos en la distancia. Sabía que Cedric tenía razó
Lucas bajó la mirada por un momento, procesando las palabras de Julián. Sabía que no podía forzar a su Alejandro a recordar, pero no podía rendirse tan fácilmente. Alejandro era como un padre, y aunque no fuera el mismo de antes, Lucas estaba seguro de que, en el fondo, todavía quedaba algo de ese hombre que había sido su héroe.— Lo entiendo, Julián — dijo finalmente Lucas, con voz tranquila pero decidida —. Pero tenemos que intentar algo más. Si no podemos hacer que recuerde por sí mismo... — hizo una pausa, mordiéndose el labio, antes de soltar la idea que había estado rondando por su cabeza —, quizá podríamos hacer que se ponga celoso. Eso podría ayudar.Julián arqueó una ceja, claramente no convencido por la idea.— ¿Celoso? — repitió, como si la palabra le resultara extraña en ese contexto —. No estoy seguro de que sea una buena idea, Lucas. Alejandro está... en un estado complicado. No creo que jugar con sus emociones sea el camino.Pero Lucas no se echó atrás. Había pensado en
El reloj en la pared marcaba las diez de la mañana con un leve tic-tac que resonaba en la oficina de Alejandro, una habitación amplia y luminosa, pero que en ese momento parecía más pequeña, más asfixiante. Frente a su escritorio, de pie en una postura tensa, Clara sostenía un sobre blanco. Su rostro estaba pálido, pero su mirada era firme. El silencio entre ellos era denso, cargado de emociones no dichas, de palabras atrapadas entre suspiros contenidos.Alejandro, sentado en su silla de cuero, la miraba con los ojos entrecerrados, intentando procesar lo que acababa de ocurrir. ¿Renunciar? ¿Acaso había escuchado bien? Clara, la mujer que había estado a su lado incluso cuando él no lo merecía, estaba de pie frente a él, entregándole su renuncia. El sobre en su mano quemaba como si fuera un hierro al rojo vivo, y aunque sus dedos lo sostenían con frialdad, por dentro sentía que todo en su vida se desmoronaba.— ¿Por qué? — quería preguntar, pero las palabras no salían de su boca. Él era
Clara, por su parte, sintió cómo la presencia de Sofía hacía que el aire de la oficina se volviera irrespirable. Todo el dolor, la confusión y la rabia que había estado conteniendo comenzaron a agolparse en su pecho. Alejandro no diría nada, lo sabía. Él la dejaría ir como siempre hacía. Mientras Sofía estuviera en su vida, Clara no tenía lugar allí.Alejandro intentó mantener la compostura, pero el conflicto interno lo estaba consumiendo. Quería que Sofía se fuera, que los dejara solos, que le permitiera a él y a Clara resolver lo que fuera que estaba ocurriendo entre ellos. Pero no podía mostrar debilidad frente a Sofía, no podía arriesgar el éxito de su plan por más que cada fibra de su ser le gritara que debía hacer algo.«Esto no puede estar pasando» pensó Alejandro, mientras veía cómo Clara luchaba por mantenerse firme.Sofía dio un paso más hacia Alejandro, ignorando por completo la tensión entre él y Clara.— Alejandro, tenemos que irnos — dijo con una sonrisa calculada —. La
Alejandro la miró, confundido por su repentino cambio de actitud.— ¿Lo conoces? — preguntó, frunciendo el ceño.Lucius, sin apartar la mirada de Sofía, sonrió con una frialdad que hizo que un escalofrío recorriera su espalda.— Sabes que nos conocemos, Alejandro — dijo con una voz suave pero cargada de veneno —. Mucho antes de que tú llegaras, Sofía y yo ya nos conocíamos. Pero no te preocupes, eso no me importa ahora. Ya llegará su tiempo.Sofía sintió que las piernas le fallaban. Apenas logró balbucear una despedida antes de girarse y prácticamente correr hacia la puerta. No podía soportar estar en la misma habitación que ellos dos. No ahora. No con todo lo que estaba en juego.Horas más tarde, Clara llegó a su departamento. El día había sido un completo caos, y todo lo que deseaba era descansar, desconectar de todo el drama que la rodeaba. Pero al entrar, se sorprendió al ver a su hijo sentado en el sofá, con una expresión seria en el rostro.— ¿Lucas? — preguntó, intentando ocult