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Kate apenas podía contener los gemidos salían de sus labios.

Estaba en una posición bastante desfavorecedora para ella, sobre todo porque no podía moverse en absoluto. No solo por su posición, sino por la mano sobre su espalda y la otra que además de jugar con las perlitas incorporadas en la braga, si a eso se le podía llamar así, colaba sus dedos dentro del agujero de su sexo estirándolo a conveniencia.

Y no era que eso lo molestase, sino se preparaba, después de tanto tiempo sin meter nada dentro, dolería como el infierno, el problema radicaba que el muy cabrón de su esclavo ni siquiera tocaba sus puntos más sensibles dentro de ella o su clítoris. Solo la torturaba jugando con la parte más superficial y estirando sus labios vaginales, y humedeciendo toda la parte peluda de la mini braga, si es que se podía más.

-Oye Nicolae, deja que me sueltes, te haré gritar tanto que incluso drenado no podrás pedir ayuda- amenazó Kate para después ser ella la que gritó cuando dos dedos de Nicolae
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