Carolina suelta un pequeño grito de exasperación al ver que su marido le cortó la llamada justo después de restregarle en la cara que él amaba a Esmeralda, tanto que incluso estuvo dispuesto a dejar de lado incluso la Agencia. Y sin embargo porque ella la descuida por un par de días, le reclama como si fuese la responsable de la caída de la economía mundial. Echando la cabeza hacia atrás se queda vigilando la puerta del consultorio del médico de Julieta, si bien tiene varias cosas sobre las que trabajar para lograr que ese matrimonio no se hunda como las esperanzas electorales de los argentinos tras cada mandato presidencial. Lo principal es sin duda quitarse de encima a Julieta, la cual parece tener una capacidad innata para salir bien parada, ya que no solo ha logrado embarazarse de su marido, sino que incluso ha conseguido quedar bajo la protección de Fernando. Casi pareciese que alguien conspirase para ayudar a esa modelo, que le sirviese todo en bandeja de plata, inclinando sie
—¡Julieta, espera ahí! —grita Carolina subiendo la escalera corriendo al ver que la modelo ya ha llegado a la cima. —¿Carolina? ¿Qué haces aquí? —pregunta Julieta al ver a la agitada mujer alcanzándola. —Es que no hemos tenido la oportunidad de hablar, querida. A pesar de tener tanto en común —indica la empresaria apoyando la mano sobre su barriga. —Sí, supongo… yo… yo necesito hacer unas compras… —intenta liberarse la modelo al sentirse muy incómoda, e incluso presintiendo que no saldrá nada bueno de ese encuentro. —Solo necesito un momento de tu tiempo querida, eso es todo. De hecho, estoy aquí como una aliada, como alguien que ha visto lo mal que lo estás pasando, con todo esto de que la prensa hable de ti, tener que esconderte, incluso dejar tu casa para poder refugiarte de todo eso —plantea Carolina simulando un semblante de preocupación. —Pues sí… no ha sido algo fácil, pero lo superaré —murmura Julieta sin saber a qué viene ese supuesto interés en cómo se encuentra. —Segur
—¡Ese maldito idiota quiere hacerme quedar mal, intenta convertirme en el maldito cuco! ¡Y tú como el encargado de relaciones publicas espero que arregles esto, porque sino te pondré de patitas en la calle, y me encargaré que no contraten ni para trabajar de mesero! ¿Te queda claro? —exige José Álvarez caminando rápidamente a través de su mansión con su pobre empleado tras él tratando de ser capaz de seguirle los pasos. —No hay problema, de hecho esto nos favorece, demuestra que no juega limpio, que es capaz de sobrepasar los límites de la ética y la moral con tal de conseguir su objetivo —plantea el publicista tratando de tranquilizar a su Jefe que ni siquiera se molesta en mirarlo. —¡A la gente no le importa la ética ni la moral, ellos quieren alguien que se muestre fuerte, alguien que demuestre tener mano fuerte! ¡Y ese maldito me ha hecho ver vulnerable, ya una vez Ariel Steinberg tuvo que hacer tu trabajo y limpiar mi imagen, ahora hazlo tú, incompetente! —reclama José entrando
Ariel conduce hacia el hospital mordiéndose el labio inferior con nerviosismo, ha recibido una llamada por parte de Carolina pidiéndole que fuera a verla, que ha tenido un accidente, cree haber escuchado algo sobre Julieta, pero la verdad es que no fue capa de entender demasiado antes de que la llamada se le corte. Pero en todo caso tener que unir en una misma oración los nombres de ellas con la palabra accidente es algo que le ha provocado que el corazón le lata con fuerza dentro de su pecho, y no solo por no saber con certeza si se encuentran bien. Sino también porque es implica que sus hijos pueden llegar a estar en riesgo, y de solo pensar en la posibilidad de perderlos le aterra, un sentimiento que solo puede comparar al momento en el que perdió a Esmeralda. Algo que está seguro que no podrá soportar nuevamente. —¿Ariel Steinberg? —pregunta un médico al encontrarlo en la recepción preguntando por Carolina. —¡Sí, soy yo, mi esposa me ha llamado, dijo algo de un accidente! —respo
—Señorita, ¿Va a bajar a tomar el té? El señor Fernando la está esperando —anuncia el mayordomo golpeando a la puerta de la habitación que está entreabierta. —¿Él ha pedido que vaya? —pregunta Julieta sentada en la cama, ya que no se ha sentido bien para seguir con la decoración de la parte del bebé. —Él la espera con la mesa servida como siempre. ¿Acaso hay algún inconveniente? —pregunta el empleado entrando a la habitación con cierta preocupación al notar en la voz de la muchacha cierta tristeza. —No, no hay ningún problema, es solo que… con lo que ha sucedido con Carolina. Yo… no podría culparlo si decidiera que ya no soy bienvenida en este lugar —murmura la modelo que si ese fuera el caso no tendría a donde ir ya que ha entregado su apartamento. —Conozco al señor Steinberg desde hace muchos años, por lo cual puedo decirle dos cosas sobre su persona: él no se retracta de una promesa que ha hecho, si le ha ofrecido vivir aquí puede estar segura de que nada cambiará eso, tendrá lu
—¿Mamá? ¿Qué haces aquí? —pregunta Timoteo extrañado al entrar a su oficina y encontrarse a su madre sentada en uno de loa sillones tomando una taza de café. —Hola, cariño, es que caí en la cuenta que aun no me habías mostrado tu oficina. Recuerdo que cada vez que lograbas algo llamabas a tu padre para mostrárselo, sé que él ya no está, pero yo sí —indica la mujer con cierto tono de reclamo en la voz, fijando una dura mirada en su hijo. —No creí que te importara ver una oficina, después de todo no difiere mucho de la anterior, solo que es más amplia y tiene algunas chucherías —señala el empresario encogiéndose de hombros mientras se sirve una taza de café, ya que por lo que ve su progenitora no tiene interés en irse aún. —No importa cómo es la oficina, sino más bien lo que representa. Ahora estás a la cabeza de la familia Steinberg, tu padre estaría tan orgulloso de ti —murmura Rebeca sin poder evitar que algunas lagrimas empañen su mirada. —En realidad me alegra que no esté, habe
Carolina observa la puerta de su habitación como si estuviese perdida en alguna especie de trance, ese accidente que Julieta le ha causado le ha venido como anillo al dedo. No solo le ha brindado una oportunidad de librarse de lo del bebé, sino que desde entonces Ariel se ha mantenido cerca de ella, como si la culpa fuese mucho más efectiva que lo del embarazo para mantenerlo atado a ella. De hecho, hasta llega a preguntarse cómo no se dio cuenta antes de que la conciencia noble de su marido debería haber sido su objetivo desde el principio. Pero ahora que lo ha descubierto piensa aprovecharlo todo lo que pueda, sin duda Ariel no se atreverá a dejarla luego de haber perdido al bebé, y de caer en una profunda depresión. —¿Carolina? Te traje algo para comer, cariño —anuncia Ariel entrando a la habitación con una bandeja con comida. La mujer ni siquiera se inmuta ante la presencia de su marido, sigue en su papel de estar perdida en su mundo, demasiado hundida en su en la angustia y de
Julieta pasea por los pasillos de la mansión tratando de hallar algo en lo que ocuparse, tal y como le dijo a Fernando en algún momento, no está acostumbrada a tener tanto tiempo libre. Y lo cierto es que a pesar de tener la confirmación de que no fue responsable de la pérdida del embarazo de Carolina, no puede terminar de quitarse el peso que siente, y aún más a medida que su propio hijo va creciendo en su vientre. Al pasar por la puerta del estudio de su benefactor, golpea con el puño queriendo tener una charla con él, una en la que espera pueda traerle la calma que busca. Ya que ha comprobado que de alguna manera Fernando logra producir ese efecto en ella, logra convencerla de que todo a su alrededor va a estar bien, y eso es lo que necesita oír ahora. Al no recibir respuesta abre la puerta y entra, asomando el rostro ve que el estudio está vacío, dudando por un momento si pasar o no pasea la mirada por los incontables libros que parecen estar invitándola a sumergirse entre sus p