Carolina se mira en el espejo del ascensor observando las ojeras que ha tenido que cubrir con maquillaje, desde que su suegro le soltó la mano, dejándola a su suerte no ha sido capaz de descansar. Su mente le da vueltas una y otra vez al asunto que le urge, el tiempo sigue pasando y ella aún no cuenta con un niño que presentarle a su marido cuando su supuesto embarazo termine.—Aún no puedo creer que me haya desechado como si fuese un trasto inservible, pero le demostraré que no necesito de él ni de nadie para conseguir lo que quiero —declara inflando su pecho con decisión, dispuesta a salir victoriosa de esa situación como siempre.Sin embargo, hay algo que Fernando le expuso, y aunque no le gusta la idea de admitirlo, tiene mucha razón. Que ese embarazo no fue la mejor estrategia para asegurarse poder mantener a Ariel a su lado, y la indiferencia que mostró su marido durante la ecografía es una clara confirmación a eso. En un primer momento creyó que solo así podría opacar a Juliet
Aprovechando los cálidos rayos de sol de la tarde, Fernando se dedica a recortar uno de sus rosales, si su esposa aun viviera le estaría reclamando que esa no una tarea de la que él debería estar encargándose, que deje al jardinero hacer su trabajo. Sin embargo, en este último tiempo ha hallado que la jardinería es una tarea sorprendentemente gratificante, uno cuida a su planta, y ella a cambio crece tal como uno espera que haga. Si con las personas las cosas fuesen igual de sencillas cuan fácil sería su vida, y la de todos ha decir verdad. Aunque lo cierto es que esa tarde no ha acudido a la jardinería en busca de gratificación, sino más bien de cierta calma. Ante la noticia de que fue despedido de la Junta directiva de Industrias Steinberg tenia dos opciones, acudir a su bar o al jardín, y por suerte ha tenido la docencia para elegir lo mas sensato. Si bien ha logrado cierto nivel de paz, su mente no deja de dar vueltas a ese asunto, hay demasiadas cosas implicadas como para creer
—¿Por qué lo ha hecho? No encuentro ninguna razón para justificar que haya aceptado vivir con nuestro padre —protesta Ariel apretando los labios con disgusto ante esa noticia que no le hace ninguna gracia. —¿Quién sabe? Estabilidad, protección, contención, estar apartada de la atención de la gente, hay una larga lista de beneficios que la pueden haber convencido de que era lo mejor que podía hacer. Además de que ambos sabemos que Fernando puede ser muy persuasivo cuando se lo propone —defiende Timoteo cortando un pedazo del bistec que el han servido en el restaurante al que ha ido a almorzar. —Él solo lo ha hecho para mantenernos cerca y controlados, tú irás por tu novia, y yo por mi hijo. Además del hecho de que sin duda intentará ganarse su confianza e incluso hasta ponerla de alguna manera en nuestra contra —señala el empresario soltando un suspiro de exasperación al ver que su padre nuevamente logra ponerlos en aprietos. —No perdamos de vista lo importante, hemos conseguido una
Julieta observa la enorme habitación a la que el mayordomo la ha conducido para que se instale, el lugar es casi tan grande como todo su apartamento. Dejando la maleta al lado de la puerta observa loa hermoso muebles de madera labrada que parecen propios de la época colonial. Con pasos lentos y la mano apoyada en su vientre recorre la habitación admirando cada detalle, la alfombra persa con coloridos símbolos, el amarillo pastel de las paredes, y al llegar a la cama la palpa sintiendo la suavidad de las sabanas y lo acolchado del colchón. Sin duda puede tener la certeza de que comodidades no le faltarán en ese lugar, aunque a pesar de eso no puede evitar sentir la duda de si será capaz de sentirse a gusto allí. De hecho aún no está muy segura de que haya tomado la decisión correcta, de que estar bajo el mismo techo que Fernando Steinberg sea buena idea. Pero al menos estar allí representa tener que ocuparse de varias preocupaciones que solían estresarla, si bien es consciente de que
—¡¿Acaso no recuerdas quién soy yo?! ¡No puedes prohibirme el paso como si fuera una don nadie, soy la esposa del heredero de todo esto! —reclama Carolina en pleno ataque de furia ante el mayordomo que parado ante la puerta de la mansión Steinberg le impide pasar. —Las órdenes han sido muy claras, señora. Al menos que venga acompañada de su marido no puede pasar a la casa, por lo cual debo pedirle que se retire, de otro modo me veré obligado a llamar a seguridad para que la acompañen fuera de la propiedad —indica el hombre con suma tranquilidad, como si solo estuviese lidiando con el berrinche de un niño. —¿Esto es por esa modelo de cuarta que ha venido a vivir aquí? ¿Esa zorra que ha venido a refugiarse aquí como si fuese la gran señora? Puedo asegurarte de que no tienes idea de con quien te estás metiendo, me encargaré personalmente de que quedes en la calle —protesta la mujer con el rostro enrojecido por la rabia que siente ardiendo dentro de ella como si fuese un incendio descont
—Las imágenes que están viendo es en plena Panamericana, un camión blindado envuelto en llamas, según los testigos todo parece haberse originado por un desperfecto del propio vehículo. Si bien aun se desconoce tanto lo que transportaba como la identidad de la persona que solicitó este traslado, la policía está llevando adelante una minuciosa investigación que sea capaz de brindarnos mayor luz a este asunto —anuncia un reportero compartiendo pantalla con el video en el que se puede ver el vehículo ardiendo. —¡¿Puedes decirme qué demonios significa esto?! —reclama Fernando apagando el televisor y mirando a su abogado sentado en uno de loa sillones del estudio. —Yo… yo no lo sé… todo estuvo verificado, insistí en que se revisara el vehículo para que no tuviese ninguna falla mecánica y así no llamar atención indeseada en el camino. Pero… pero lo que ha sucedido, tiene que haber sido un sabotaje —indica el abogado nerviosamente, con gruesas gotas de sudor corriendo por su rechoncho rostro
—Señor Steinberg, que agradable visita, ¿Debería darle aviso a su padre de que ha venido? Estoy seguro de que le resultará muy grato recibirlo —recibe el mayordomo de la mansión al ver a Timoteo parado en el umbral de la puerta no muy cómodo. —No será necesario, ni tampoco deberías llamarlo mi padre. He venido a ver a Julieta, aino no estaría aquí —anuncia el empresario sin esconder la molestia de que se le recuerde si verdadero parentesco con el dueño de ese lugar. —Por supuesto, adelante, la señorita Julieta se encuentra decorando su habitación, o mejor dicho acondicionándola para el bebé —informa el sirviente con una amable sonrisa indicando con la mano las escaleras. —Sé que irás a comunicarle a Fernando de que he venido, pero te agradecería si al menos me das unos minutos para poder tener algo de privacidad con mi novia —pide Timoteo con una mirada casi suplicante, sabiendo que en cuanto su padre sepa que está allí intentará acercarse a él, aun cuando solo sea para tratar de co
—¿De qué hablas? La convivencia es algo que se va construyendo, de hecho aún no es demasiado tarde. Puedes tomar tus cosas y nos iremos a casa, y si no te parece suficiente, buscaremos una casa que comprar —asegura Timoteo caminando lentamente hacia ella para envolverla entre sus brazos y pedirle que se vayan juntos de allí. —No iré a ningún lado, tu madre me planteó que ya era hora de que diéramos el siguiente paso en nuestra relación. Sin embargo, no siento que estenos preparados para eso, yo quiero dedicarme por completo a mi hijo, y tú estás demasiado ocupado con los negocios, el hecho de cuanto has tardado para venir a verme es prueba de eso —responde Julieta sintiendo una punzada de dolor al tener que reconocer eso. —Yo… el tiempo que le dedico a la empresa es solo algo temporal, hasta que podamos dejar todo en orden. Y sabes bien que quiero ser parte de la vida de ese pequeño , seré todo lo que él necesite —afirma el empresario acercándose a su novia dispuesto a sacarla de all