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3 - El director general de la máfia

El Jefe de la mafia, Alejandro, avanza con seguridad por el suelo de la discoteca, con una expresión tensa en el rostro, vistiendo su traje y corbata habituales, zapatos negros y el cabello cuidadosamente arreglado.

Las luces parpadean sin cesar y a su alrededor se encuentran varias mujeres hermosas y seductoras. Aunque sus ojos se cruzan con los de algunas de ellas, él continúa avanzando por la sala.

El teléfono que sostiene en la mano no deja de sonar y él lo contesta impaciente, en medio de una tensa conversación con su subordinado.

- ¿Qué ha pasado, Fernando? - pregunta Alejandro, con seriedad en su rostro.

- Jefe, la situación aquí es complicada. La banda de las Nieves sigue con sus chantajes, y eso no es todo. Tienen aliados, jefe. Nos estamos quedando atrás, necesitamos encontrar un buen aliado, y rápido.

Alejandro maldice en voz alta, entrecierra los ojos y responde.

- Entendido. Maldición. Pero voy a acabar con todos. Nadie me va a ganar.

El Jefe está nervioso, continúa la conversación con su subordinado, pero la furia en sus ojos es evidente. Quiere resolver el problema, pero no sabe cómo. Ni siquiera las atenciones de su secretaria, que lo espera en el vestíbulo, son capaces de disipar los problemas que atormentan su mente esa noche.

La dualidad de su vida, dividida entre la dirección de una gigantesca multinacional y su implicación en el turbio mundo de la mafia, pesa sobre sus hombros. Los enemigos se multiplican y él siente una presión constante, con lugares y aliados tomados por fuerzas opuestas. La única salida que ve es una alianza con una poderosa familia mafiosa, pero la pregunta es: ¿con quién?

- Necesito que encuentres una buena familia mafiosa que se una a mí, para poder tener el poder que tanto deseo, ¿me oyes? Quiero que vuelvas pronto con buenas noticias.

dice Alejandro autoritariamente a Fernando, que simplemente responde: - Sí, señor'.

Mientras deambula entre las mesas del club nocturno, discutiendo acaloradamente por teléfono, sus ojos se detienen en una figura solitaria: una mujer joven, sentada sola, atrae su atención. Alejandro se da cuenta de que tiene una belleza sin igual. "¿Quién será?", piensa mientras la mira con curiosidad.

- Ahora te llamo, haz lo que te digo. - Dice el director general, dando por terminada la conversación con Fernando y guardando su móvil en el bolsillo del pantalón.

Alejandro vuelve a mirar a la hermosa chica que ha capturado su atención. Emana una belleza cautivadora y, por un breve instante, su instinto mujeriego le tienta a acercarse a ella. Sin embargo, al notar la tristeza en sus ojos, decide tomar una copa y seguir adelante. A veces, la solución más sensata es simplemente relajarse.

- Mejor no. La mejor opción es beber y luego salir de aquí. - Se dice a sí mismo, acercándose al camarero.

Se sienta en uno de los taburetes cercanos al mostrador, pide unas copas y las consume una tras otra. El director general opta por un trago fuerte, sin importar lo amargo que sea.

Después de unos tragos, decide abandonar el club, ya que nada allí parece poder calmar sus nervios. Piensa en llamar a una de sus empleadas y tal vez pasar la noche con ella. Una sonrisa aparece en los labios del hombre, eso es lo que quería. Alejandro deja una nota para pagar las bebidas en el mostrador y se ajusta el traje para marcharse.

Cuando se levanta y cruza el estrecho pasillo, su mirada vuelve a posarse en la mujer solitaria. Ahora parece más ebria y, en cierto modo, aún más atractiva. Siente una opresión en el pecho, sabe que quiere aprovecharse de la situación, pero su conciencia se lo impide. Evita mirar en esa dirección y sigue adelante.

Sin embargo, cuando ya está muy lejos, la voz de la mujer le llama, como si leyera sus pensamientos.

- ¿Chaval? - le pregunta, esperando su respuesta. Su voz es dulce y suave, sus ojos están clavados en los del director general, que no puede apartar la mirada.

Es demasiado para él. A pesar de su naturaleza pervertida, conserva un sentido de la moralidad. No se aprovechará de una mujer intoxicada.

Se acerca a la mujer y se sienta frente a ella. La proximidad revela su belleza aún más intensamente, y mientras la escucha hablar, surge una sensación de familiaridad. Esa voz, esos rasgos... Y después de que el director general le pregunte su nombre y escuche a Lucía, empieza a comprender. Es una de sus empleadas que busca trabajo, recordando su currículum.

Mientras ve a la mujer hablar, escuchando sus problemas y casi llorando delante de él, Alejandro admira su aspecto y escucha sus palabras, oyendo su voz dulce y su boca ligeramente rosada. Le aparta el pelo de la cara y se da cuenta de que la mujer que tiene delante cambia de postura, y siente lo mismo que ella, una chispa entre los dos.

De repente, ella se acerca a él y le roba un ardiente beso. Alejandro no se lo esperaba; su cálida boca se une a la suya, su sabor es irresistible. En ese momento, se despreocupa y se deja llevar por la pasión que se enciende entre ellos. No importa si está borracha o no; ella ha tomado la iniciativa, y él está dispuesto a aprovechar la oportunidad que se le presenta.

La agarra del pelo, las acerca, sus bocas bailan de forma sensual e intensa. Su boca es suave y muy sabrosa. La desea, siente que se le estruja el corazón. No sabe lo que es, pero no se detiene. La mujer gime entre besos y sus manos tocan el pecho del hombre.

Su tacto lo mantiene besándose; sus lenguas bailan, y en ese momento, él no quiere olvidar aquella noche caliente y ardiente.

- ¿Qué me estás haciendo, chica? - le pregunta mientras le suelta los labios. Ella abre los ojos y se queda mirando, sin saber qué responder. El director general vuelve a unir sus labios a los de ella, besándola con más voracidad.

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