39| La noche oscura.

Esther casi arrastró a Emily por la calle mientras cargaban un par de cartones para disimular, y todo el aire fuerte y agresivo de la vagabunda desapareció del cuerpo de la joven como un algodón de azúcar mojado.

Llegaron a la zona de comercio, que a esas horas de la noche estaba a reventar, cosa que se le hizo extraño a Esther hasta que vio a los jóvenes en las esquinas perdidos en las drogas, decaídos y taciturnos mirando la luz de la Luna que se colaba por las espesas nubes.

Esther odiaba las drogas, su padre solo traficaba armas y aunque igual les hacían daño a las personas, las drogas consumían la sociedad, la vida y el alma. Lo veía cada vez y lo vio en ese momento, con las pupilas dilatadas de los pobres jóvenes que las veían, pero no las observan.

— ¿A dónde? — le preguntó Esther y Emily le señaló una puerta. Era alta de vidro con luces neón que indicaban era una discoteca estrecha de nombre Sodoma.

Esther abrió la puerta y lo primero que la recibió fue un fuerte olor a gente
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