La brisa fría de la noche se colaba por las ventanas de la oficina mientras Nicolás Valverde contemplaba la ciudad iluminada desde lo alto. Su encuentro con Lorenzo no solo había despertado viejas ambiciones, sino también una inquietud que lo atormentaba. No podía evitar preguntarse qué tan lejos estaba dispuesto a llegar por el poder y el control que alguna vez había perdido.El sonido del teléfono interrumpió sus pensamientos, y al contestar, la voz de Lorenzo resonó con la misma serenidad con la que había hablado en el Club Aurora.—Nicolás, espero que hayas reflexionado sobre nuestra charla. Hay mucho que debemos discutir si realmente quieres tomar el camino que elegiste.—Ya tomé mi decisión, Lorenzo. Solo dime qué necesitas que haga —respondió Nicolás, tratando de sonar confiado a pesar de la ligera incertidumbre que sentía.—Perfecto. Esta noche haremos un juramento que consolidará tu lealtad a Los Sin Nombre y te otorgará una posición más alta que la que jamás hayas imaginado.
El despacho de Nicolás se encontraba en silencio. La tenue luz de las primeras horas de la mañana atravesaba las persianas y delineaba su figura con sombras largas y misteriosas. Apenas unas horas habían pasado desde que había completado la misión que Lorenzo le había encomendado, pero la tranquilidad que Nicolás sentía en aquel instante estaba lejos de ser plena. Había logrado algo que hacía mucho tiempo había perdido: poder, respeto y el temor de quienes antes se interponían en su camino. Sin embargo, una voz en su interior le susurraba que aquello era solo el inicio de una senda aún más sombría.Mientras miraba el horizonte de la ciudad, la puerta de su oficina se abrió con un leve crujido, y Lorenzo entró con su acostumbrada calma y una expresión enigmática.—Nicolás, qué bien verte en pie tan temprano. —Lorenzo se acomodó en una de las sillas frente al escritorio de Nicolás, con un ligero destello de satisfacción en sus ojos—. Parece que te has adaptado bien a tu nuevo rol.Nicol
Nicolás permanecía en su despacho, mirando el reloj con impaciencia. Aquella reunión con Lorenzo y los demás había dejado un sabor amargo en su boca, una mezcla de sospechas y desconfianza que solo se acrecentaba con el tiempo. Sabía que la estructura de Los Sin Nombre dependía de su liderazgo, pero últimamente, algunos miembros parecían más atentos a sus errores que a sus logros, y Hugo, en particular, parecía ansioso por encontrar una debilidad que lo desacreditara.La puerta se abrió de repente, y Lorenzo entró con la misma calma calculada de siempre. Traía consigo una carpeta negra y una mirada que, aunque serena, reflejaba cierta preocupación.—Nicolás, tenemos información nueva. —Lorenzo dejó la carpeta sobre el escritorio—. Es sobre la llamada que recibiste. Hemos logrado rastrear el origen de la señal.Nicolás frunció el ceño y tomó la carpeta, abriéndola con rapidez. La primera página mostraba una dirección en las afueras de la ciudad, en un lugar que Nicolás recordaba bien.
Nicolás se levantó temprano, a pesar de haber dormido solo unas horas. Las palabras del mensaje que había recibido la noche anterior resonaban en su mente. “Nos veremos pronto. Esta vez no escaparás.” Alguien, quizá más de uno, estaba jugando con su miedo, intentando manipularlo. Y aunque su primera reacción había sido una mezcla de furia e incredulidad, esa mañana sintió algo distinto: una sospecha que lo mantenía en guardia, obligándolo a analizar cada movimiento.Aún sin desayunar, bajó a su despacho, donde Lorenzo lo esperaba con una carpeta en la mano y una expresión seria.—Lorenzo, espero que tengas buenas noticias —dijo Nicolás sin preámbulos, tomando asiento frente a su escritorio.—Encontré algo, Nicolás. Creo que podrías considerarlo una pista, aunque la situación es más complicada de lo que parece. —Lorenzo dejó la carpeta sobre el escritorio y se quedó de pie, con una postura tensa.Nicolás abrió la carpeta y empezó a revisar los documentos. Había varias fotos en blanco y
Nicolás permaneció en su despacho, con la mirada fija en la ventana mientras el sol empezaba a esconderse detrás de la línea del horizonte. Desde la llamada, una especie de neblina oscura se había apoderado de sus pensamientos, envolviéndolo en una extraña mezcla de furia y paranoia. Las palabras de la misteriosa voz seguían resonando en su mente: *"La sangre no se borra."*Mientras intentaba procesar el significado de aquella amenaza, su teléfono vibró sobre la mesa. Al ver el número, reconoció que era de uno de sus informantes en la ciudad. Contestó con un suspiro, intentando mantener la calma.—¿Qué tienes? —preguntó de inmediato, evitando cualquier formalidad.—Señor Valverde —comenzó el hombre con un tono serio—, he conseguido algo de información sobre el hombre con el anillo, el que vimos en las cámaras de seguridad.Nicolás se enderezó en su asiento, intrigado.—Habla.—No logramos identificarlo completamente, pero al parecer es alguien que estuvo vinculado a los Alarcón desde
Nicolás se encontraba en su despacho una vez más, rodeado de papeles, mapas, y expedientes esparcidos por toda la mesa. Cada nombre, cada rostro, y cada negocio registrado en esos documentos estaba relacionado de alguna manera con su caída y el regreso inesperado de viejos enemigos. Tenía la mandíbula tensa y la mirada fija en el informe reciente que Lorenzo le había entregado. En medio de los informes, destacaba un nombre: *Raúl De la Fuente*.Había sido uno de los hombres más leales a los Alarcón, un verdadero brazo derecho del padre de Aitana. De la Fuente siempre había mantenido un perfil bajo, pero quienes lo conocían sabían que había movido más hilos de los que muchos imaginaban. Su regreso a la ciudad representaba una amenaza que Nicolás no podía ignorar.Mientras contemplaba los documentos, Lorenzo entró en la sala con paso firme.—Señor, ya tenemos a De la Fuente bajo vigilancia, pero parece que está tomando precauciones adicionales. Ha cambiado de hotel tres veces en las últ
A la mañana siguiente, Nicolás revisaba los informes de sus recientes movimientos cuando recibió una notificación en su teléfono. Era una dirección en las afueras de la ciudad, sin remitente y con un mensaje críptico que solo decía: "*Llega solo si quieres respuestas.*" Nicolás frunció el ceño, intentando identificar al autor del mensaje, pero rápidamente descartó a sus enemigos más obvios. ¿De la Fuente? Poco probable. ¿Algún traidor en sus filas? Posible, pero no tenía indicios claros. Sabía que acudir a una ubicación desconocida era un riesgo, pero en su interior, la promesa de obtener respuestas superaba cualquier temor.Después de un breve intercambio con Lorenzo para coordinar su cobertura y ubicación, salió de la ciudad, adentrándose en los caminos sinuosos hacia el lugar indicado.Al llegar, lo esperaba una antigua fábrica abandonada, rodeada de una calma inquietante y un aire cargado de desconfianza. Se dirigió al edificio con pasos firmes, el eco de sus zapatos resonando en
Esa noche, Nicolás se encontraba en su oficina improvisada en el pequeño departamento que había alquilado al regresar a la ciudad. Los muebles eran mínimos, los adornos inexistentes. Solo estaba él, su computadora y la tenue luz del escritorio, como un refugio que le ofrecía escasa paz en medio del caos que había desatado.Mientras miraba la pantalla, revisando los informes y los movimientos de sus rivales, no podía quitarse de la cabeza las palabras del hombre en la fábrica. Cada frase, cada insinuación, se había adherido a sus pensamientos como un veneno, corroyéndolo. ¿Quiénes eran "ellos"? ¿Realmente tenía enemigos más allá de las sombras? La incertidumbre era como un peso en el pecho, uno que, aunque intentaba ignorar, no podía apartar.Estaba ensimismado en sus pensamientos cuando un sonido suave rompió el silencio: su teléfono vibraba. Miró la pantalla. Un número desconocido. Por un segundo, dudó, pero finalmente respondió.—¿Quién habla? —preguntó con voz firme.—Nicolás Valve