La pieza que faltaba

El despacho estaba sumido en una pesada penumbra, solo iluminado por la tenue luz que se filtraba desde la ventana, reflejándose sobre los muebles antiguos y los estantes llenos de libros polvorientos. El ambiente estaba cargado de tensión. Aitana, de pie frente a la gran mesa de caoba, cruzaba los brazos sobre su pecho, incapaz de apartar la mirada de Adrián, quien permanecía sentado en la silla de cuero, con el ceño fruncido y la mandíbula apretada.

Aitana apenas podía creerlo. Todo lo que había conocido, todo lo que alguna vez había considerado seguro, había sido destrozado por el hombre que ahora tenía enfrente. Adrián, su amigo de la infancia, el hombre que alguna vez había creído que era su aliado más fiel, resultaba ser el arquitecto de la destrucción de su familia.

—¿Qué sigue ahora, Adrián? —preguntó Aitana con una voz baja, casi apagada, pero cargada de una furia contenida. Sabía que había llegado el momento de enfrentar la verdad, pero no sabía qué hacer con ella—. Ya destr
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