Adrián Montenegro estaba en su oficina, una sala lujosa pero oscura, adornada con antigüedades y pinturas de siglos pasados, como un reflejo de la tradición y el poder que representaba. Pero a pesar del entorno que inspiraba autoridad, por primera vez en años, se sentía vulnerable. Algo escapaba de su control, y eso lo inquietaba profundamente.Apoyado en el borde de su escritorio de roble, su mirada oscura se fijaba en la pantalla del televisor. El noticiero reproducía una y otra vez las imágenes del último escándalo que lo implicaba a él y a su organización. Las redes sociales estallaban de comentarios, críticas y teorías de conspiración. Las palabras *asesinatos, corrupción, traición* se repetían como un mantra. Y luego, estaban los videos filtrados. Videos que, hasta donde sabía, solo habían estado en manos de unas pocas personas de confianza.Adrián apretó los puños, luchando por contener la frustración. Nunca antes había experimentado una sensación tan abrumadora de pérdida de c
La tensión en las oficinas del Grupo Alarcón era palpable. El ambiente estaba cargado de nerviosismo, y los empleados apenas podían concentrarse en sus tareas cotidianas. Los medios estaban fuera de control, con cámaras apuntando a la entrada del edificio y periodistas desesperados por obtener alguna declaración. Las acciones de la empresa seguían cayendo en picada, y las teorías conspirativas alimentaban un fuego que parecía imposible de apagar.Aitana estaba sentada en su oficina, con los codos apoyados en el escritorio y las manos entrelazadas frente a su boca. Sus ojos, enrojecidos por las noches sin dormir, estaban fijos en la pantalla de su computadora, donde las redes sociales se inundaban con acusaciones, insultos y juicios públicos. Las imágenes de los asesinatos de los Estrada y los videos filtrados de Adrián orquestando todo estaban destruyendo la reputación de su familia, y no había manera de controlar la tormenta.Un golpe en la puerta la sacó de sus pensamientos.—Adelan
Adrián estaba sentado en su despacho, observando el horizonte con el ceño fruncido. Desde lo alto de la torre, la ciudad parecía tranquila, pero debajo de esa fachada de calma, todo se estaba desmoronando. Las acciones del Grupo Alarcón caían en picada, y los medios de comunicación no dejaban de hablar sobre los escándalos, las muertes y los videos filtrados que vinculaban a la familia con oscuros crímenes.Había pasado mucho tiempo desde la última vez que Adrián había sentido este tipo de nerviosismo. Siempre había controlado todo, cada detalle, cada paso en su carrera. Pero esta vez, algo estaba fuera de lugar. Alguien había logrado lo impensable: filtrarlo todo, ponerlo en el centro de la tormenta sin su conocimiento, sin su permiso. Y lo peor de todo es que no tenía idea de quién era.Golpeó la mesa con el puño cerrado, frustrado. Su calma exterior no era más que una máscara; por dentro, todo se tambaleaba.—Maldita sea —susurró entre dientes, mientras apretaba los puños sobre la
Aitana estaba sentada en su despacho, mirando a través de las grandes ventanas que daban hacia el jardín trasero. La mansión, antes vibrante y llena de vida, ahora parecía una fortaleza silenciosa. El peso de los últimos acontecimientos la aplastaba, y el vacío que sentía en su interior se hacía más profundo con cada minuto que pasaba. Tras la visita de Adrián, sabía que el tiempo se agotaba. Pero, aún así, no esperaba lo que estaba a punto de suceder esa noche.Las luces en la casa eran mínimas, apenas las necesarias para mantener la fachada de que todo seguía funcionando con normalidad. Aitana prefería la oscuridad; en ella podía pensar con claridad. Había pasado las últimas semanas planeando la destrucción de una familia que representaba una amenaza para la organización, pero una parte de ella esperaba un milagro, algo que evitara más derramamiento de sangre. Aún tenía la esperanza de encontrar una salida.Mientras revisaba documentos en su escritorio, un sonido suave rompió el sil
Adrián se paseaba de un lado a otro en su oficina, su ceño fruncido y la mandíbula apretada. Algo no encajaba. La información que acababa de recibir lo había dejado inquieto, algo que no solía suceder con frecuencia. La noticia de que Aitana Alarcón estaba transfiriendo todos sus activos a varias sociedades pequeñas sin ningún poder aparente era desconcertante.Uno de sus hombres de confianza entró rápidamente en la sala.—Señor, hemos comenzado a investigar las sociedades. No tienen ningún poder financiero o conexión significativa en el mercado. Parece que algunas de ellas ni siquiera tienen empleados registrados.Adrián lo miró con desdén.—Eso no es posible. Aitana no es idiota. No movería sus recursos sin una razón. Quiero un análisis completo de cada una de esas sociedades, cada persona involucrada, cada transacción. Averigua cómo las conoció, qué relación tiene con ellas. Esto no es casualidad. —Su voz era firme, cortante, sin lugar para la duda.El hombre asintió con nerviosism
Adrián estaba sentado detrás de su amplio escritorio, su ceño fruncido mientras tamborileaba los dedos sobre la madera oscura. El ambiente en su oficina era sofocante, cargado de una tensión palpable. Sabía que el control se le escapaba de las manos, pero no estaba dispuesto a dejar que todo cayera sin luchar. Si había algo que aprender de las luchas de poder, era que siempre había una última carta para jugar.Uno de sus hombres entró con pasos rápidos y se detuvo frente a él, incapaz de ocultar el nerviosismo.—Señor... no hemos encontrado al hijo de Aitana —dijo en voz baja, como si las palabras pudieran desatar una tormenta—. Revisamos la mansión, todas sus propiedades conocidas y seguimos los pocos rastros que dejamos abiertos, pero no hay señales de él.La mandíbula de Adrián se tensó al escuchar las noticias. Se levantó lentamente, mirándolo con una calma inquietante.—¿Cómo es posible que hayan perdido el rastro de un niño? —preguntó, su voz apenas contenía el filo de su ira—.
Nicolás observaba en silencio a Helena mientras ésta, con una mezcla de confusión y sorpresa, sostenía en brazos al pequeño. Era la primera vez que Helena veía al hijo de Nicolás, y le resultaba difícil procesar lo que eso significaba. Sabía que Nicolás había vivido muchas cosas antes de que sus caminos se cruzaran, pero esto... esto era más grande de lo que había imaginado.—¿Un hijo? —preguntó Helena en un susurro, casi como si aún no pudiera creérselo.—Sí —respondió Nicolás, su voz baja y cargada de una extraña mezcla de dolor y determinación—. Tiene un año ya. Es lo único que me queda, lo único que verdaderamente importa.Helena lo miró, sus ojos reflejando una mezcla de emociones. Sabía que Nicolás estaba envuelto en algo mucho más peligroso de lo que él le había contado. Y ahora, con el niño en medio de todo, la tensión entre ellos parecía estar creciendo.—¿Por qué me lo trajiste? —preguntó Helena, mientras acunaba al pequeño contra su pecho—. Si es tan importante para ti, ¿po
La mañana siguiente, la ciudad despertó en medio de una tormenta mediática sin precedentes. Las pantallas de los noticieros, las redes sociales y los portales de noticias se llenaban con titulares explosivos que sacudían los cimientos de las grandes empresas y los personajes más poderosos del país."Escándalo Corporativo: Nuevas Filtraciones Revelan Oscuros Vínculos Entre Empresas y El Crimen Organizado.""Los Alarcon, al Descubierto: Documentos Secretos Sacan a la Luz la Verdadera Cara del Grupo Alarcón.""¿Quién Está Detrás del Colapso de las Grandes Fortunas? Filtraciones Sacuden a la Elite Empresarial."Los informes eran implacables. Detalles de transacciones secretas, sobornos y vínculos con organizaciones criminales comenzaron a salir a la luz, manchando los nombres de muchos de los más influyentes. Y en el epicentro de todo ese caos, estaba Adrián y el Grupo Alarcón.---**Aitana**Aitana estaba en su oficina, observando el caos desde la pantalla de su computadora. Los titulare