Aitana estaba sentada en su despacho, mirando a través de las grandes ventanas que daban hacia el jardín trasero. La mansión, antes vibrante y llena de vida, ahora parecía una fortaleza silenciosa. El peso de los últimos acontecimientos la aplastaba, y el vacío que sentía en su interior se hacía más profundo con cada minuto que pasaba. Tras la visita de Adrián, sabía que el tiempo se agotaba. Pero, aún así, no esperaba lo que estaba a punto de suceder esa noche.Las luces en la casa eran mínimas, apenas las necesarias para mantener la fachada de que todo seguía funcionando con normalidad. Aitana prefería la oscuridad; en ella podía pensar con claridad. Había pasado las últimas semanas planeando la destrucción de una familia que representaba una amenaza para la organización, pero una parte de ella esperaba un milagro, algo que evitara más derramamiento de sangre. Aún tenía la esperanza de encontrar una salida.Mientras revisaba documentos en su escritorio, un sonido suave rompió el sil
Adrián se paseaba de un lado a otro en su oficina, su ceño fruncido y la mandíbula apretada. Algo no encajaba. La información que acababa de recibir lo había dejado inquieto, algo que no solía suceder con frecuencia. La noticia de que Aitana Alarcón estaba transfiriendo todos sus activos a varias sociedades pequeñas sin ningún poder aparente era desconcertante.Uno de sus hombres de confianza entró rápidamente en la sala.—Señor, hemos comenzado a investigar las sociedades. No tienen ningún poder financiero o conexión significativa en el mercado. Parece que algunas de ellas ni siquiera tienen empleados registrados.Adrián lo miró con desdén.—Eso no es posible. Aitana no es idiota. No movería sus recursos sin una razón. Quiero un análisis completo de cada una de esas sociedades, cada persona involucrada, cada transacción. Averigua cómo las conoció, qué relación tiene con ellas. Esto no es casualidad. —Su voz era firme, cortante, sin lugar para la duda.El hombre asintió con nerviosism
Adrián estaba sentado detrás de su amplio escritorio, su ceño fruncido mientras tamborileaba los dedos sobre la madera oscura. El ambiente en su oficina era sofocante, cargado de una tensión palpable. Sabía que el control se le escapaba de las manos, pero no estaba dispuesto a dejar que todo cayera sin luchar. Si había algo que aprender de las luchas de poder, era que siempre había una última carta para jugar.Uno de sus hombres entró con pasos rápidos y se detuvo frente a él, incapaz de ocultar el nerviosismo.—Señor... no hemos encontrado al hijo de Aitana —dijo en voz baja, como si las palabras pudieran desatar una tormenta—. Revisamos la mansión, todas sus propiedades conocidas y seguimos los pocos rastros que dejamos abiertos, pero no hay señales de él.La mandíbula de Adrián se tensó al escuchar las noticias. Se levantó lentamente, mirándolo con una calma inquietante.—¿Cómo es posible que hayan perdido el rastro de un niño? —preguntó, su voz apenas contenía el filo de su ira—.
Nicolás observaba en silencio a Helena mientras ésta, con una mezcla de confusión y sorpresa, sostenía en brazos al pequeño. Era la primera vez que Helena veía al hijo de Nicolás, y le resultaba difícil procesar lo que eso significaba. Sabía que Nicolás había vivido muchas cosas antes de que sus caminos se cruzaran, pero esto... esto era más grande de lo que había imaginado.—¿Un hijo? —preguntó Helena en un susurro, casi como si aún no pudiera creérselo.—Sí —respondió Nicolás, su voz baja y cargada de una extraña mezcla de dolor y determinación—. Tiene un año ya. Es lo único que me queda, lo único que verdaderamente importa.Helena lo miró, sus ojos reflejando una mezcla de emociones. Sabía que Nicolás estaba envuelto en algo mucho más peligroso de lo que él le había contado. Y ahora, con el niño en medio de todo, la tensión entre ellos parecía estar creciendo.—¿Por qué me lo trajiste? —preguntó Helena, mientras acunaba al pequeño contra su pecho—. Si es tan importante para ti, ¿po
La mañana siguiente, la ciudad despertó en medio de una tormenta mediática sin precedentes. Las pantallas de los noticieros, las redes sociales y los portales de noticias se llenaban con titulares explosivos que sacudían los cimientos de las grandes empresas y los personajes más poderosos del país."Escándalo Corporativo: Nuevas Filtraciones Revelan Oscuros Vínculos Entre Empresas y El Crimen Organizado.""Los Alarcon, al Descubierto: Documentos Secretos Sacan a la Luz la Verdadera Cara del Grupo Alarcón.""¿Quién Está Detrás del Colapso de las Grandes Fortunas? Filtraciones Sacuden a la Elite Empresarial."Los informes eran implacables. Detalles de transacciones secretas, sobornos y vínculos con organizaciones criminales comenzaron a salir a la luz, manchando los nombres de muchos de los más influyentes. Y en el epicentro de todo ese caos, estaba Adrián y el Grupo Alarcón.---**Aitana**Aitana estaba en su oficina, observando el caos desde la pantalla de su computadora. Los titulare
Adrián se sentó en el borde de su escritorio, su mirada fija en las sombras que cubrían la ciudad a través de la enorme ventana de su oficina. Sabía que había sido un error permitir que las cosas llegaran hasta este punto. Debió haber eliminado a Aitana mucho antes, cuando aún tenía el control absoluto. Pero había sido blando. La compasión, un rasgo que siempre había considerado innecesario, lo había traicionado."Es hora de corregirlo", pensó mientras sacaba el teléfono de su bolsillo. Sus dedos se deslizaron por la pantalla, marcando un número que había evitado durante demasiado tiempo.Al otro lado de la línea, la voz de uno de sus hombres de confianza sonó de inmediato.—¿Señor?—Prepárate —dijo Adrián, su voz fría como el acero—. Vamos a eliminar a Aitana Alarcón esta misma noche.Hubo un breve silencio en la línea antes de que su hombre respondiera con un simple "entendido". Era lo que Adrián necesitaba oír.Apagó el teléfono y se quedó unos instantes más en la oscuridad de su o
La noche era oscura y silenciosa, pero la tensión era palpable mientras Nicolás y Aitana intentaban escapar de lo que sabían sería su enfrentamiento final. La ciudad parecía respirar a su alrededor, un monstruo dormido que pronto se despertaría al caos. Habían llegado al coche, los motores estaban listos, pero el destino tenía otros planes.Los vehículos de Adrián no tardaron en alcanzarlos. A lo lejos, los faros iluminaban el callejón como si fueran cazadores que ya habían encontrado a su presa.—¡Rápido, entra! —gritó Nicolás mientras abría la puerta del coche para Aitana.—¡Nos siguen! —respondió Aitana, la mirada fija en los destellos de las luces que se acercaban a toda velocidad. Su respiración era irregular, como si ya pudiera sentir el peso del peligro que se cernía sobre ellos.El coche arrancó con un rugido, pero los vehículos de Adrián no se quedaban atrás. Las calles se convirtieron en una trampa mortal, y lo que parecía un escape simple se transformó en una persecución fr
La luna, imponente en el cielo nocturno, proyectaba un frío resplandor sobre la escena de destrucción que se había desatado en las afueras de la ciudad. El sonido de los disparos había cesado, pero el eco del caos todavía resonaba en el ambiente. Entre los escombros, el polvo y la sangre, Nicolás se encontraba de rodillas junto a Aitana, con el cuerpo de ella inerte entre sus brazos. Su corazón latía con fuerza, un tamborileo de desesperación mientras la realidad lo abrumaba.A lo lejos, los hombres de Adrián se apresuraban en llevar a su líder herido. Apenas se detenían para lanzar una mirada hacia Nicolás, sabiendo que el trabajo que había iniciado Adrián estaba casi completo. Adrián no podía morir ahora, no cuando estaba tan cerca de conseguirlo todo. Sin embargo, la resistencia de Nicolás les había obligado a retirarse antes de acabar con él también.—Aitana… no, no, no —murmuraba Nicolás, su voz entrecortada por el dolor mientras acariciaba el rostro de ella, ya pálido, y manchad