Aitana caminaba de un lado a otro en su oficina, sus manos temblando levemente mientras sostenía el teléfono con fuerza. Había recibido tres mensajes en menos de una hora, cada uno más perturbador que el anterior, insinuando que las sombras estaban más cerca de su hijo de lo que ella podía imaginar. Pero, en lugar de apresurarse como su instinto inicial le había ordenado, algo en el fondo de su mente le decía que debía detenerse, respirar y pensar.Se dirigió a la ventana, observando la ciudad desde lo alto. El aire era pesado, cargado de incertidumbre. Afuera, todo parecía normal, pero en su interior, la batalla por proteger a su hijo y mantener la calma estaba desgarrándola.—Esto es lo que quieren... —murmuró apenas audible.La Sombra no solo la estaba amenazando, también jugaba con su mente, quería que cometiera un error, uno que la llevara directamente a sus manos. Sabía que si corría ahora, haría exactamente lo que ellos esperaban.Samuel tocó a la puerta y entró, interrumpiendo
Aitana se encontraba en su oficina revisando unos documentos cuando su teléfono vibró nuevamente. Llevaba días recibiendo mensajes, pero este último le provocó una sensación diferente, un escalofrío que recorrió todo su cuerpo. Al desbloquear el móvil, su rostro se congeló al ver la imagen que aparecía en la pantalla.Zaldivar.Estaba tirado en el suelo, su cuerpo inerte rodeado por un charco de sangre. Su mirada perdida, como si sus últimos segundos hubieran estado marcados por el miedo más absoluto. La imagen era brutal, pero lo que más perturbaba a Aitana era el mensaje que acompañaba la foto: "Los incompetentes caerán."Aitana sintió una mezcla de alivio y horror. Sabía que Zaldivar era una amenaza, pero esta era una ejecución fría, calculada. Alguien más estaba detrás de todo esto, alguien que movía los hilos desde las sombras.Sin poder apartar la vista de la pantalla, Aitana dejó que la imagen y el mensaje se asentaran en su mente. Era un aviso, una advertencia clara de lo que
Aitana llevaba días sumida en un estado de alerta constante. Las imágenes y los mensajes de la Sombra habían cesado repentinamente, lo que la hacía sentir una mezcla de alivio y desconfianza. El silencio de su enemigo la perturbaba más que cualquier amenaza directa. Sabía que los ataques no habían terminado, pero algo dentro de ella comenzaba a sospechar que la Sombra no tenía a su hijo. La cuestión era: ¿cómo podía confirmarlo sin exponerse?Sentada en su oficina, Aitana repasaba cada detalle de los últimos días, intentando descifrar las pistas ocultas que se le escapaban. Sus ojos oscuros escaneaban los documentos que había apilado frente a ella, pero su mente estaba en otro lugar, en su hijo, en la Sombra, y en quién de su entorno podría estar vigilándola.Samuel, su mano derecha, entró en la habitación con el rostro tenso. Había percibido la atmósfera pesada que envolvía a Aitana desde hacía semanas.—¿Todo está bien, Aitana? —preguntó Samuel, cerrando la puerta tras de sí.Ella l
Aitana siempre había sido cautelosa, y aunque el encuentro con Adrián le ofreció un atisbo de esperanza, su intuición no le permitía relajarse. Sabía que sus enemigos estaban observando cada uno de sus movimientos, y no podía permitir ningún error. A medida que conducía de regreso, la oscuridad de la noche se cernía a su alrededor como una manta pesada, cada sombra parecía acecharla. Sin embargo, la decisión de acudir a Adrián, alguien con un pasado turbio en el bajo mundo, no fue tomada a la ligera.Adrián había sido una figura clave en las negociaciones más sucias del país, conocido por su habilidad para moverse entre criminales y empresarios sin perder el control. Aitana sabía que él era la única persona capaz de obtener información valiosa sobre la Sombra, pero su lealtad era dudosa. ¿Podía confiar realmente en él?Al llegar a su casa, las luces tenues de la mansión le dieron una sensación de aislamiento, a pesar de los guardias y el personal que la rodeaban. Entró sin hacer ruido
Aitana se sentó en su oficina, la luz del monitor iluminaba su rostro mientras revisaba los correos y mensajes que se acumulaban. De repente, un tono diferente llamó su atención: un mensaje encriptado de Adrián. Su corazón se aceleró. Abrió la aplicación de mensajería con cautela, y comenzó a leer:“Aitana, la situación es más grave de lo que imaginabas. No solo Samuel está implicado. He recibido información sobre tu padre. Su colaboración con Zaldivar y la Sombra ha despertado un interés particular en ti. Tienes que tener cuidado. No te fíes de nadie.”Un escalofrío recorrió su espalda. La idea de que su padre, quien siempre había sido una figura de autoridad y protección en su vida, estuviera involucrado en todo esto era devastadora. Pero Aitana sabía que la verdad era más importante que el dolor que sentía.A medida que procesaba la información, un plan comenzó a tomar forma en su mente. No podía confrontar a Samuel sin pruebas concretas; eso solo alertaría a sus enemigos. Sin emba
La noche caía pesadamente sobre la ciudad, envolviendo todo en una atmósfera densa y sofocante. La mansión de los Alarcón, normalmente tan imponente y segura, se sentía extrañamente vulnerable. Afuera, un equipo de mercenarios había detenido a Samuel, esposándolo mientras lo escoltaban hacia el vehículo que lo llevaría lejos.Aitana los observaba desde una de las ventanas del segundo piso. Su corazón, normalmente frío y calculador, latía con fuerza, no por miedo, sino por la tensión del momento. Sabía que cada decisión que tomaba ahora podía salvar o condenar su futuro, y el de su hijo.Los mercenarios arrastraban a Samuel, su cara desfigurada por la frustración. Él sabía que Aitana lo había superado, que lo había usado en su propio juego. Lo que Samuel no sabía era que Aitana estaba varios pasos por delante en todos los aspectos, incluso en lo que respectaba a su hijo.Justo cuando el grupo estaba por llegar al vehículo, el sonido sordo de un disparo rompió el silencio de la noche. U
El aire estaba denso aquella noche en la mansión de los Alarcón. Aitana, aún procesando los eventos recientes, caminaba de un lado a otro en su estudio, revisando cada detalle de los informes que le llegaban. Sabía que las cosas habían escalado a un nivel mucho más peligroso de lo que había anticipado. El mensaje de La Sombra seguía grabado en su mente: "Los incompetentes han caído. Pero todavía no te he olvidado."La tensión era palpable en cada rincón de su vida ahora, como una cuerda tensada al máximo, a punto de romperse.Mientras bebía un sorbo de su té, su teléfono sonó. El número en la pantalla la hizo detenerse en seco. No era cualquier llamada. Era de su padre.Aitana sintió una mezcla de emociones. Su relación con él siempre había sido complicada, teñida de secretos y manipulaciones. Sabía que, aunque lo respetaba como el líder de los Alarcón, su padre no era un hombre de fiar.Respiró profundamente y contestó.—Padre —dijo, intentando mantener su voz firme.Del otro lado, l
Nicolás se encontraba sentado en el borde de la cama, en su modesto apartamento alquilado. Era difícil reconocer al hombre que una vez había sido el poderoso y respetado magnate de la ciudad. Ahora, lo único que lo mantenía en pie era el deseo de hacer lo correcto, aunque sus propios errores del pasado lo hubieran llevado a un abismo del que parecía imposible salir.Había pasado noches enteras sin dormir, dándole vueltas a los últimos eventos. Aitana estaba en peligro, lo sabía, pero ella había elegido seguir adelante sola. Nicolás entendía por qué, aunque no lo aceptaba del todo. Había sido un tonto al creer que podía dejar atrás su relación con Aitana sin consecuencias. Incluso ahora, después de todo lo ocurrido, no podía quitarse de la cabeza la idea de que tenía que ayudarla.La culpabilidad lo devoraba. No solo por lo que había hecho, sino también por el precio que ambos habían pagado. Él había perdido el derecho de estar con su hijo, un derecho que quizás nunca había merecido, p